martes, marzo 29


Happening


La suciedad sólo oculta la desconfianza. La incredulidad. Nunca supe que los gorriones me habían declarado un caso perdido hasta que limpié mis ventanas. Sin escrúpulos, sin consideración alguna hacia mi persona, el gorrión que todas las mañanas visita mi jardín, levantó el vuelo. Sin una sonrisa como la que cualquiera de nosotros reconocería, pero con una sonrisa, aceleró su aleteo y se estrelló contra el vidrio. Cayó.

Los animales no poseen ninguna nobleza. Son como cualquier artista. Todo ese dolor del choque, de la caída, lo soportó tan sólo para hacerme saber que creía más posible que un trozo de firmamento de pronto hubiera ocupado el hueco en mi pared, a que la ventana permaneciera ahí y estuviera limpia.

Vaya manera de hacer arte.

domingo, marzo 27


Karma café

sandwiches, arte y algo más...

La cultura, hoy, es ingerible. En sus más sanas presentaciones, sabe a café. En las más alteradas, a crystal. No es necesario hacer nada creativo para formar parte de la cultura; basta abrir la boca en el lugar adecuado y tragar.

En los ambientes más reprimidos, el hartazgo del consumismo clásico conduce al consumismo alternativo. Es necesario huir de los restaurantes de comida rápida en los que se exhiben obras artísticas de producción en serie. Qué horror. En su lugar, es recomendable ir a los cada vez más numerosos cafecitos por un panini. Los hay en toda la ciudad. En sótanos, áticos, bodegas y terrazas. Tienen nombres bucólicos, esotéricos o europeos. Ahí se encontrarán obras artísticas de producción única, aunque no necesariamente en serio. La decoración también incluirá objetos recuperados de los botes de basura que adornen recicladamente el lugar. Tal vez esa tarde toquen sus tambores, guitarras o cuerdas vocales algunos fugitivos del messenger, mientras el dueño coloca unos inciensos para que sus "invitados" no duden del misticismo del lugar. No se requiere, ni siquiera, conversar. Basta cerrar los ojos y respirar. Ah, la vida profunda sin duda tiene sus recompensas. Todo al alcance de un café machiatto o un té de jazmín.

En los ambientes más deprimidos, la cultura se consume en paquetes pequeños. Es un must fumar o tragar sus contenidos en público, en el sitio más in y entre la right crowd. Tampoco es indispensable realizar ninguna labor creativa; sin embargo, aquí la plática sí es importante: antes de llegar ahí, debe prepararse un buen repertorio de proyectos. Quien tan sólo consuma pero no tenga proyectos no debe estar ahí. En un medio de estados alterados de conciencia, la realidad también acepta alteraciones. Aquí generalmente no hay tambores, y la ambientación musical consiste en todo lo que no se asemeje a esas horrorosas discos y clubs frívolos de los que se viene huyendo por su vacuidad. La música popular da indicios de la apertura de mente de la turba, que incluso se muestra nostálgica ante melodías que nunca fueron de su época.

¿A quién culpar?

Dice Witold Gombrowicz que el peso de nuestro yo depende del número de habitantes del planeta. Jamás (dentro de la historia conocida), nuestro planeta había tenido tantos habitantes. Jamás nuestro yo había sido tan liviano.

El acercamiento a lo que la cultura representaba (hoy tan sólo representa lo que es) significa un deseo incosciente de peso. De substancia. No es casualidad que hoy la cultura se quiera ingerir. Esto muestra algo positivo; en nuestra actual ligereza, aún hay una inquietud. Pero, para destruir esa inquietud, se le pone de moda.

La moda es la penúltima página.

Estar de moda es un eufemismo de estar en el camino de la autodestrucción. Lo que esta de moda se expone y, por ende, se reproduce. Las reproducciones siempre son de menor calidad que el original. Las copias se confunden con el original. El original reacciona para no confundirse con sus copias y, en esta reacción, se convierte en copia de sí mismo y se disuelve.

La cultura está de moda. La cultura está en el camino de la autodestrucción.

domingo, marzo 20

Autorretrato de poeta

"El poeta lírico dibuja en sus poemas su autorretrato; pero como ningún retrato es totalmente fiel, podemos decir -con el mismo derecho- que retoca su cara en su poesía.

¿La retoca? Sí, la hace más expresiva, porque sufre por la indeterminación de sus propios rasgos; se encuentra borroso, inexpresivo, indefinido; desea la forma de sí mismo; desea que el revelador fotográfico de sus poemas dé a sus rasgos un perfil firme y determinado.

Y hace que sea más expresiva, porque vive una vida pobre en acontecimientos. En sus versos, el mundo materializado de sus sentimientos y sus sueños tiene a menudo una configuración tormentosa y reemplaza el dramatismo de las acciones nunca realizadas.

Pero, para poder vestirse con su retrato y penetrar en el mundo con él, es necesario que el retrato sea expuesto y el poema publicado."

La vida está en otra parte, Milán Kundera

sábado, marzo 12

Dermoanálisis urbano

Observo y callo. La ciudad en la que nací, continúa siendo lastimada. Está p-r-o-g-r-e-s-a-n-d-o me dice una voz. Mil voces. ¿Quieres que sea un rancho para siempre? No, Tijuana debe "parecerse" a Nueva York.

¿Cuál es la fascinación de quien se para, estupefacto, en Time Square? Está parado sobre la máxima invención del hombre: el tiempo. Y sobre la invención llevada a sus extremos capitalistas: el dinero. Time is money. Time Square no deja dudas al respecto.

Y luego está la ovación unísona de la publicidad. Cuando, dentro de miles de años, se hable de la creación artística del siglo XX y XXI, sin duda se referirán a la publicidad. Time Square es la sala de exposición más grande de nuestro tiempo. No se puede decir otra cosa al estar ahí que: Ah, qué grandes somos, qué majestuosa nuestra civilización. Y mirar hacia arriba, en donde la luna es opacada por las inmensas pantallas de información. Y mirar hacia los costados y contagiarse de ese rush que impulsa a quienes caminan por ahí sin tiempo para detenerse a observar su propia creación, porque deben llegar cuanto antes a la oficina. Al fin de cuentas, time is money.

¿No es absurdo, entonces, sentir cierto dolor, cuando la espalda de Tijuana es herida por cilindros metálicos con carteles de Tommy Hillfiger? ¿No es Nueva York la ciudad ideal a la que todas las ciudades deben tender?

Y luego están las vallas. Esa idea de no sé qué gran emprendedor que recubre lotes baldíos, espacios en construcción y demás áreas susceptibles de ser acorraladas por láminas listas para ser anuncios publicitarios. Es ofensivo no poder voltear a ningún lado sin ser atacado por más publicidad.

Es unos meses se iniciará el proyecto de construcción de una sala de exposición en el Centro Cultural Tijuana. La idea es excelente. El resultado sin duda deberá serlo. Sin embargo, lo visible de esta sala de arte será una inmensa televisión (una pantalla gigante, para ser más correctos) Una pantalla que, por supuesto, además de invitar a los eventos que ahí se realizarán, mostrará anuncios de las empresas que tengan el capital para pagarlos. En el área visualmente más representativa de Tijuana, en "La Plaza Principal" de nuestra ciudad, está un complejo de bares, un centro comercial, un McDonald's y, próximamente, una televisión ¿Got it?

No es necesario que, para molestarnos, los anuncios publicitarios nos hablen como en la cinta de Matrix: ya es suficiente con la invasión que hacen del espacio privado que antaño fue público. Sin embargo, el cuerpo no miente. Un cuerpo intoxicado pronto erupciona, llenándose en su epidermis de señales visibles de su aflicción. Es innegable que algo sucede dentro. Lo mismo pasa con la ciudad. Esos brotes dolorosos de publicidad que hieren las banquetas, no son más que manifestaciones de lo que sucede en sus vísceras.

Los medios ya no se utilizan para encubrir lo que sucede en la política. La política se utiliza ahora para encubrir lo que sucede en los medios.

Nada es ya, propiedad del Estado. El Estado ya no existe como tal. Sus funciones son las mismas que las de los reyes de Mónaco.

Es su lugar, se ha instalado La Empresa. La geografía es incluso obsoleta. Los países del mundo ahora llevan (como los estadios deportivos) el nombre de alguna empresa. En vez de estar colocados uno junto al otro, están uno sobre el otro, fusionándose en el sistema global.

Vivimos, nos movemos y somos dentro de trasnacionales. Uno de nuestros alcaldes, se llama, sin duda, Procter & Gamble. Y todas esas pústulas publicitarias son las manifestaciones cutáneas de lo que la ciudad lleva dentro: una desquiciante intoxicación comercial.

miércoles, marzo 9

San Francisco: un manicomio con tranvía

Caminando entre ellos, tengo una sensación de manicomio. Un manicomio público, delimitado por edificios altos y viejos . Los enfermeros visten trajes de policía. Cada "loco" repite su demanda eternamente. Carga por la calle la voz que, alguna vez, nadie escuchó, y que ahora lanza con estruendo o murmurando hacia la nada. La voz cedada. La que el crack descalifica. Ahora podemos estar seguros que nadie la escuchará. Nadie, realmente. Realmente, nadie.

No recuerdo haber escuchado la noticia: "Hoy 24 de marzo de 1988, el ayuntamiento ha promulgado una ley en la cual se intercambian los espacios entre "cuerdos" y "locos". Ahora, los "cuerdos" permanecerán aterrorizados en sus casas, viendo la televisión y tomando prozac, mientras los "locos" serán liberados del manicomio municipal para que transiten por la calle como les plazca". No, nunca la escuché. Creo que el proceso fue lento. La naturaleza tiene cada manera de equilibrarse. Fue tan imperceptible como evidente.

Los espacio públicos, abandonados hasta la aberración en las ciudades, han sido tomados. Era demasiado deprimente ver al centro de la ciudad, muerto. Los cuerdos, por supuesto, estaban muy ocupados como para salir a dar una caminata. No soportaron volverse hacia arriba y no ver un techo. La inmensidad del cielo les recuerda la propia, y es mejor pensar que el tiempo es dinero. Departamento-auto-oficina-auto-centro comercial-auto-casa. Calles vacías. Eventualmente, hubo quien se diera cuenta de ello, y decidió salir a caminar. Por ello, lo encerraron en el manicomio. Pero luego hubo otro. Luego otro. Hubo tantos que fue imposible confinarlos. Decidieron dejarlos en las calles, al fin de cuentas, eran tan evitadas por los "cuerdos" como el manicomio. Así es como se originó el actual centro de San Francisco.

-No les recomiendo caminar por ahí -dijo el taxista-, la zona está llena de crackheads; no los asaltarán, pero no se sabe nunca qué harán.

Decidimos no escucharlo, caminar. Los "dementes" jamás toman en cuenta a los transeúntes, han aprendido que de ellos nunca obtendrán respuestas.Dialogan,gritan, vociferan con personajes internalizados que son más reales que quienes caminamos por ahí. Mujeres que anuncian que tienen una familia, que por favor, nadie vaya a pensar lo contrario. Hombres orientales que hacen oraciones a sus dioses. Una anciana que utiliza distintas voces para entablar un diálogo. Sus voces múltiples, incluso, ríen al unísono. Mujeres y hombres jóvenes, cuyo único objetivo es comer ese día y conseguir para su dosis. Tal vez no debieron haber tomado conciencia. Tal vez fue demasiado peligroso para ellos salir aquella tarde a caminar. Nunca es bueno detenerse a reflexionar bajo el cielo. Puede gustarte demasiado.

Qué hago caminando entre los "locos", no lo sé. No voy a mentir diciendo que no les temo; pero hay algo demasiado atractivo en ellos. Una puerta. Se me antoja idealizarlos y decir que es mejor estar en la Seventh & Market que en Union Square, que aquí la gente no finge; pero aquí, también, está lleno de actores, los mejores.

En la ciudad en la que el lugar de reunión de los beatniks (Vesubio) no se distingue de cualquier Hard Rock Café, y en el que los hippies que se ciclaron alrededor de Berkeley aparecen como "cosas que ver" en los folletos turísticos, es imposible que no existan manifestaciones físicas de una sociedad que se derrumba. Caminando por el centro se piensa en el apocalipsis, en las ciudades del futuro, en la peor distopía; pero todo esto se piensa para negar lo evidente: la pestilencia humana no puede perfumarse para siempre. Ya apesta. Apesta mucho.

El manicomio público crece. Del "loco del pueblo" se ha pasado al "cuerdo de la ciudad". El número aumenta. Entre más "cuerdos" existan hoy, más "locos" en potencia se avizoran. Ante un voz que ofrece como posibilidades: te destruyo o te destruyes, pocos soportan las consecuencias de resistirse. En el mayor de los casos, eligen la primera posibilidad, en el mejor de los casos, la segunda.

lunes, marzo 7

Exploraciones domésticas

No tiene caso salir de vacaciones. Ninguna de las expectativas se cumplen. Por más distinto que sea el lugar visitado, nunca será tan extraño como para que valga la pena viajar para llegar ahí.

Propongo la experiencia del encierro. Conocer el sitio doméstico a conciencia. Agotar incluso las propiedades de un tapete, el uso aún no descubierto de la cortina de baño; las conversaciones matinales con la luz de la ventana. No vacacionar hasta conocer cada hebra de nuestra cobija. No salir hasta no recorrer el último milímetro del propio cuarto. Una vez logrado, sería posible, tal vez, aventurarse hasta el jardín.