domingo, enero 29

Yo/Tú


Cruzar la frontera con frecuencia, garantiza al mexicano su mexicanidad. No hay acto más visible de nuestros límites que éste. Mientras el mexicano hace línea en auto o a pie, no hay manera de que evite algún tipo de reflexión acerca del acto que realiza. Cruzar la frontera "legalmente" es un acto demasiado violento como para darlo por hecho.

Es injusto establecer juicios contra nuestros paisanos del sur respecto a su conocimiento o desconocimiento del tema fronterizo. Es injusto juzgar el hecho de que la norteamericanización de México se presente con más fuerza al sur que al norte. En el sur de México Estados Unidos es una idea, y como toda idea, se busca materializar. Para hacer esto es necesario que el idioma, los productos y los modos de relación norteamericanos estén presentes dentro del territorio nacional. De esta manera, la presencia de los Estados Unidos no se percibe como ajena, pues se funde en el paisaje, entre los cuerpos, en los sonidos; no hay delimitación física de la otredad.

En la frontera, Estados Unidos es ese territorio hosco que está del otro lado del muro. Y del otro muro. Y del otro muro. Ese lugar que sólo permite el acceso a través de una larga fila y una minuciosa inspección, o a través del desierto. Vaya que Estados Unidos es distinto. Vaya que ese lugar no se parece a México. Cualquier mexicano que cruce la frontera lo puede constatar; y cuando regresa a su país,a su ciudad, no puede mirar a la norteamericanización sin distancia. Las trasnacionales se vuelven ahora pequeñas sedes del territorio abandonado. Estar dentro de ellas es como estar otra vez allá. Se puede percibir el mismo olor, los mismos colores, el mismo tono de la luz. Ese vacío invisible que invade los comercios. Es desconcertante entonces ver a los empleados del lugar, intentando adecuarse a actitudes que se les requieren y que les son ajenas. Intentando traducir al español un modo de vida que desconocen.

Definitivamente es verdad. Es necesario ver para creer. Literalmente ver diariamente el muro o la garita, es percibir los límites de nuestra mexicanidad. Con los límites claros y tangibles es menos posible fundirse con el otro. Por el contrario, unos límites tan explícitos producen aún más extrañeza con lo ajeno. Más orgullo de lo propio. Más fricción.

La fricción dialéctica del movimiento.

domingo, enero 22

2006

Si escribir en el blog consiste en hablar acerca de lo que el autor de la página hace, siente, piensa o dice, escribiría que atravieso un período de contemplación. Pero escribir acerca del autor es una manera fácil de atraer lectores, por eso elijo escribir de algo que no tenga nada que ver conmigo. Y como es imposible hablar de algo que no sea yo misma, hablaré de mí misma, y diré que atravieso un período de contemplación.

Sólo que haciendo esto convierto mi persona en personaje. Ficción.

Una forma literariamente correcta de negar la autoexposición.