viernes, junio 30

METAFÍSICA DE LA FUGA(de agua)

Ni siquiera los rusos podrían escribir un absurdismo tan genial como el que se "escribe" a diario y en vivo en las instituciones de servicios públicos mexicanas. Una fuga de agua me proporcionó mejores ratos que la lectura de Yelizabeta Bam.

Mi banqueta estaba likeando (término en spanglish para "gotear", que no debe leerse como "laikeando", sino como "likiando"). Eran las once de la noche. Más de media cuadra estaba ya ligeramente inundada. Decidí marcar el 073. Para mi sorpresa, me respondieron, y no sólo eso, sino que me aseguraron que una cuadrilla estaría en mi casa en media hora.

Aquí inicia la verdadera historia, pues es obvio que llegó la media noche y nadie apareció. Estuve sentada junto a la ventana, aún esperanzada de que vendrían, entiendiendo con ello las razones por las que miles de mexicanos veíamos el partido de la selección nacional. Faltaban quince para la una cuando, para mi gran asombro, -que hubiese sido menos alterado si no hubieran llegado- llegaron. Era un par de hombres medio altos, muy norteños, en un pick up de la Comisión Estatal de Servicios Públicos del Estado (que en adelante, se llamará CESPT). Bajaron de su auto.

Transcurrió más tiempo en el decir buenas noches, cómo está, que en resolver el problema. Uno de ellos, levantando la ceja y con una voz muy decidida, nos comentó a su compañero y a mí: "Se está tirando el agua. Sale de aquí, de adentro de la banqueta. Que mañana se lo vengan a arreglar". Y así, levantando la mano con resolución heroica, satisfecho de la revelación que me había hecho, me dio un cordial buenas noches, subió a su pick up y, junto con su compañero, se fue.

Tardé casi cinco minutos en cerrar la boca. Diez más en pronunciar una palabra.

A la mañana siguiente, temprano, antes de las nueve, ya estaba aquí la cuadrilla que, ahora sí, se encargaría de contener la fuga. Resolvería el problema. Todavía medio dormida, alisándome el cabello, salí a presenciar el dominio del hombre sobre la fuerza de la naturaleza.

"El agua se está tirando por dentro". Me dijo un hombre algo moreno, ya más asoleado por su turno matutino. Entonces lanzó una mirada diagnóstica a mi recién encementada banqueta y dijo: "Tienen que venir a romper. Al rato traen la máquina". Y de nuevo, sin considerar ningún tipo de costos de mantenimiento, sin pensar en los impuestos que se estaban yendo en los ya casi tres viajes hasta la lejanía de mi hogar, sin pensar en que existe algo así como la eficiencia, y sin, tampoco, dubitar, subió a su pick up de seis cilindros y se despidió con un: "Al rato vienen".

Cuando ví esto me sentí triste. Sin duda había algo malo en mí. Una pérdida. Alguien verdaderamente en contacto con su mexicanidad no juzgaría lo que pasaba como lo estaba haciendo yo. Tal vez mis frecuentes idas a San Diego fueron la causa. Tal vez las caricaturas de Bugs Bunny. O, peor aún, el béisbol de los Padres de San Diego que jamás me perdía, junto a mi padre, en el estadio Jack Murphy (ahora el risible PETCO Park) o en la tele de la Kmart o en la XEBG 1550. La cuestión es que la actitud de los empleados de la CESPT me resultó desconcertante. No podría decir irresponsable. Lo definiría mejor con algo como "asombrosa".

Ya como a las doce del día llegó una cuadrilla bien equipada. Un pick up. Tres hombres y una excavadora. Un humor imparable y una sarta de pretextos.

Cuando ví la excavadora todo cobró sentido. Hacía dos días que esa misma excavadora había estado frente a mi casa. Reparando una tubería rota. ¡Habían sido ellos! ¡Todo esto lo habían causado ellos mismos!

Me tranquilicé un poco. Yo sí vengo de una tradición de la cordura. En mi mundo uno no es imprudente. Uno saber entender. Ellos no estaban mal; ellos sólo eran "diferentes". Además, al fin de cuentas ellos lo estaban reparando. Mi única preocupación era el próximo recibo de agua.

"Oiga" le pregunté a uno de ellos, un hombre aún más moreno que los anteriores "¿y qué va a pasar con el agua que se estuvo tirando?" Me miró con cara de sorpresa, respondiendo, sin hablar, algo así como: "Pues ya se la tragó la tierra". Entendí su respuesta, así que reformulé mi frase: "Yo no voy a pagar esa agua, ¿verdad?". Con toda educación y en tono solemne me dijo: "Ése es un asunto que tiene que arreglar en la oficina. Nosotros no somos los que cobramos". Y hubo una risa leve en su rostro. De esa risa que sólo se adivina y por lo tanto no es imputable. Yo apreté los dientes y me metí a la casa.

Estuvieron perforando mi banqueta durante casi una hora. Sólo que eso no era una obra pública, sino la interacción de un grupo de comediantes que, en esta ocasión, agujeraban una banqueta. Cuando ya divisaban el tubo de donde salía el agua, uno de ellos, con la voz chillona del "mexicano enano" de Oscar Monroy, exclamó: "¡se pone verde!" y todos se rieron ante esa "ingeniosa" remembranza del comercial de Ajax. Las bromas y las idas al pick up a darle un trago a la caguama siguieron, mientras cerros de lodo eran depositados en la entrada de mi cochera. Tocaron a mi puerta.

"Mire, lo que pasa es que le pusieron esta pieza defectuosa. Ya vienen así de fábrica". Y una risa porcina se escapó entre sus dientes y los de sus compañeros. Estuve a punto de dar el ¡plop! de Condorito, pero me contuve para preguntarles cuándo vendrían a reparar mi banqueta.

"Ésos son otros. Tienen de uno a diez días para venirle a reparar. Si no vienen, llámeles". Y de nuevo se fue con una despedida que decía que en esta vida no pasa nada en realidad, que todos los problemas los hago yo, que la vida es relajada, cómica. Que la vida no debe tomarse en serio. Me reí. Me reí tanto que estuve apunto de llorar. De llorar de tristeza.

Han pasado cuatro días. Con el calor que ha hecho, el lodo frente a mi casa se ha vuelto un cerro duro. Y la zanja que cavaron, ya seca y oscura, rodeada de un escandaloso listón amarillo, me ruega todos los días que salte hacia adentro. Que al cabo si me caigo ahí no pasa nada. Que no pasa de que llegue, tres horas después, la Cruz Roja. Y que al verme ahí dentro, se digan entre ellos: "Sí, se cayó. Mañana vienen a sacarla".

domingo, junio 25


DE CAMPAÑAS ELECTORALES


La ofensa a la inteligencia de la población mexicana que hacen las campañas electorales se incrementó en esta ocasión que se contrataron asesores extranjeros. Dentro de un pensamiento del everything goes colocar el logotipo del partido en un balón para una caricatura como lo hace el PRI es, aparentemente, un modo de ganar votos. ¿Votos de quién?


Dice Slavoj Zizek:

¿porqué habría de llevar a un mejor resultado la discusión democrática en la que participa la mayoría, cuando, cognitivamente hablando, esa mayoría permanece en la ignorancia? Por lo tanto, la frustración política de la mayoría es comprensible: se los convoca a decidir, mientras que, reciben el mensaje de que no están en posición de decidir.


Cada pelea entre los partidos políticos lanza este mensaje. Nos restriegan en la cara el que seamos una ciudadanía tan ignorante a quien realmente se le puede manipular con trifulcas como las acusaciones a un cuñado del candidato como lo hizo Obrador con Calderón. Pareciera que la decisión política pudiese oscilar como las preferencias a Niurka o a Bobby. El futuro presidente, ya sea Madrazo, Calderón o López Obrador no piensa en el pueblo como un conjunto de ciudadanos, sino como una máquina de ratings. Quede quien quede de los tres, actuará su personaje de "presidente" para los que considera una sarta de idiotas: los mexicanos.

jueves, junio 22

Irreversible

Hace algunos daños leía en el año y me hizo mucho baño.

sábado, junio 17

El chapulín colorado vestido de azul


Anoche escuché a Calderón repitiendo las frases con las que crecimos los thirtysomethings de hoy: las del Chapulín colorado. Obviamente, como cada inhalación y exhalación que hace este candidato, lo hizo para que el electorado lo prefiera. Para que la "chamacada" se identifique con él.

Sólo que, uniendo el discurso al mono que lo pronuncia, pude observar que no había mucha distancia, Calderón es en sí un payaso que se pretende héroe como el Chapulín colorado. Por algo lo escogió como su alter ego.

"Síganme los buenos", pronunció en uno de sus discursos. Y, es, obviamente, de quienes espera sus votos. De los "buenos", es decir, la derecha mexicana, aunque se atragante cada vez que dice que no tiene nada en contra de los homosexuales. Los buenos son la población masculina que, como él, usa traje por la mañana y un dockers con camisa azul los fines de semana; y que, además, tiene una esposa con congestión pélvica por no tener orgasmos desde que se casó. Los "buenos" no son, por supuesto, nada buenos, sino los que esconden de la manera más pusilánime su totalidad. Su parte "oscura" la viven sólo en su mente, o a escondidas, como manifestaron las encuestas mitofskianas, en las que los resultados afirmaban que los panistas eran los que más acudían secretamente con prostitutas. No wonder.

Los "buenos", en realidad no son tan malos. Lo hemos visto durante el sexenio del presidente Fox, en el que pasó lo mismo que en el dormitorio de Calderón y su esposa: nada. No hubo crecimiento económico, pero tampoco crisis. Los "buenos" proporcionan estabilidad. Impasse. En los sexenios de los "buenos" no perderemos nuestra capacidad adquisitiva. Ni ganaremos más.

Así que, si este 2 de julio los "buenos" siguen a Calderón, que en sí es una versión mucho más apocada de Fox, no esperemos fuertes emociones en los próximos seis años. Ni tampoco crisis económica, como probablemente sucedería con cualquiera de los otros dos candidatos.

Otra frase del Chapulín Colorado que robó para su discurso fue: "No contaban con mi astucia". ¡Nada más cierto! Ni contábamos, ni contaremos, pues ¿cuál astucia? No cabe duda que este hombre no miente. Tiene, como lo afirma cada vez que muestra sus vergonzosas manitas: las manos limpias; y el cerebro también. ¿Astucia? ¿Astucia de dónde papacito?

Pero, ¿quién es en realidad el Chapulín Colorado? Un héroe ridículo y fallido. Chaparro y feo. Antiatlético y bruto, que en realidad jamás soluciona un sólo problema. Más noble que una lechuga. Su escudo es un corazón.

Chanfle, ¿de quién hablo? Parece que me confundí con Felipe Calderón. Un Chapulín azul muy mexicano. De ese tipo de mexicanos que tiran la piedra y se esconden, que son serviles con el extranjero (la prioridad, afirma Calderón, es el turismo), caballerosos en público pero misóginos de corazón: en cierta ocasión, cuando preguntaron a Calderón por su esposa que aún no llegaba al auto que los transportaría de un mitin a otro, comentó que por ahí venía, lo que pasaba es que se le "había caído el rebozo". Y se rió, ahora sí, sin la gracia de nuestro héroe-insecto.

Personalmente no considero que Calderón sea la peor propuesta electoral. La peor es Madrazo; sería insultante que el PRI regresara a gobernar México. López Obrador, por su parte, tiene graves problemas psicológicos; no dudo que a mitad de sexenio sea necesario deponerlo, cuando pase de creerse una combinación de Pepe el Toro y Jesucristo, a creerse, de plano, Napoleón.

Llegue quien llegue, será un payaso que gobierna el circo. Y, nosotros, si continuamos soportando esto, sus changuitos.

Chanfle.

martes, junio 13

Inversión de procesos

Del blog a la página de papel, para desmentir el murmuro de que lo virtual y lo real no pueden llevarse bien.

Este es el link del suplemento poblano Catedral, en el que han tomado algunos de mis textos en blog y los de otros escritores para su publicación impresa.

www.sintesisdigital.com.mx/pdfs/catedral/catedral713.pdf

sábado, junio 10

Citando citas

Leyendo a Todorov, noté una constante en lo que subrayaba mientras leía: eran las citas que éste hacía de otros autores.

Un requisito para distinguir la propia voz en la escritura es abandonar cuanto antes la voz del padre.
Links

Me di a la tarea de renovar mis links. Eliminé a quienes dejaron hace más de un año de postear e incluí algunos otros que han surgido en ese lapso. No son los blogs de mis amigos -aunque varios de ellos lo son-, ni los blogs "de cajón"; sino que son blogs que me gusta leer, que poseen algo distinto a las bitácoras autobiográficas que abundan en la blogósfera. Ese algo distinto puede ser puntos de vista originales sobre lo cotidiano, comentarios y reflexiones sobre literatura, narraciones críticas de las ciudades, humor inteligente, aforismos, pensamiento fustigador, y opiniones personales sobre los medios y la política; como los blogs de Ramón Jacob y el de Steve Barnes .

Todos los que añadí me parecen interesantes, pero invito especialmente a que lean el de tres mujeres muy inteligentes: la poeta-ensayista mexicana Rocío Cerón (ensayos sobre poesía), y las norteamericanas en San Francisco: la también poeta-ensayista Juliana Spahr (crítica y novedades sobre poesía experimental) y el website de la narradora-ensayista Camille Roy.


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Desde la butaca


La espectacularización de lo anteriormente íntimo y sacro me lleva cada día a escandalizarme cual anciana ante las costumbres de su progenie. Aún me resultan asombrosas las imágenes televisivas de heces fecales caninas, estómagos humanos ulcerados, candidatos a la presidencia que provocan la micción en sus votantes, noticieros que colocan en el mismo plano el asesinato de un migrantes y el rescate de un gato obeso, la persecución que hacen los "reporteros" de las figuras de la farándula hasta, incluso, el escusado, o los sitcoms norteamericanos cuyo tema trascendental de la tarde es la pérdida de una camisa. Tal vez algún síndrome de envejecimiento prematuro ronronea por mi mente. O tal vez Debord tenga razón.


En el libro The Age of Access: The New Culture of Hypercapitalism Where All of Life Is a Paid-For Experience (fiú), su autor, Jeremy Rifkin, entre toda la información que presenta, proporciona unos datos curiosos acerca de la formación que reciben los mercadólogos de las universidades norteamericanas más prestigiadas: estos nuevos estrategas llevan clases de teatro. Si ya sospechábamos que la psicología era parte de su currícula, este nuevo dato confirma las sospechas de Guy Debord: estamos ante una sociedad de espectáculo.

El espectáculo no se refiere a la diversión. Debord define espectáculo como el modo en el que las personas se relacionan a través de las imágenes. Desde esta concepción más amplia, es fácil observar el escenario que se monta en el capitalismo global. Lo temático, como una puesta en escena, permea desde los establecimientos comerciales hasta los conjuntos residenciales, incluso algunos hospitales se han unido a esta "experiencia total". Fantasyland ya no es sólo de Disney. Hace algunos años, el "pintor" Kinkade desarrolló conjuntos habitacionales que llevaban a la realidad las imágenes de los cuadros que produce en masa. Al fin se podría vivir dentro de las casitas kitsch de sus "obras". El Children Hospital o el hospital Paradise de San Diego ofrecen también una estética acorde a su "tema".

Mi preocupación no sería tan grande si éste volver espectáculo todo lo consumible se tratara tan sólo de los objetos ; sin embargo, los seres humanos somos quienes damos el primer y último toque a esta puesta en escena mundial. Hace unos meses se escuchaba el rumor que nuestro alcalde tijuanense quería uniformar a las vendedoras ambulantes de la afamada avenida Revolución con un atuendo tipo mesera de Sanborn´s. Los uniformes de trabajo son el vestuario de la obra de teatro colectiva, es cierto, pero el vestuario no es nada sin la actuación de quien lo porta. La actuación de quienes tratan con el público es más que evidente. Todos lo hemos percibido al rentar películas en un Blockbuster: ya no tratamos con personas, sino con actores. Nosotros, al interectuar con ellos, con su actuación, nos subimos también al escenario para la representación.

Michel Mafessoli va más allá. El sociólogo italiano propone que, si estamos en una época de la superficialidad, en la que la apariencia es lo más importante, esto se debe a nuestro modelo económico. Cada uno de nosotros se ha especializado en alguna disciplina o, por lo menos, un oficio. Debe desarrollar esa función para la cual se ha capacitado, ha estudiado o incluso se ha doctorado, durante toda su vida. Como esta propuesta es antinatural y reductora de la complejidad y el flujo constante de cada individuo, es preciso que se invente una identidad. Que "se disfrace" de su función social. Ante la incapacidad de permanecer en lo profundo en su desempeño laboral durante tantísimo tiempo, el hombre contemporáneo se disfraza en la superficie de aquello que debe permanecer. De aquello que debe actuar incluso fuera de su área laboral; el complemento en su vida personal. El espectáculo llega hasta allá. Tomamos el papel del escenario como el rol que desempeñaremos toda la vida.

Sin embargo, y a pesar de lo aparentemente trágico de lo histriónico de la época, el pensamiento de este maestro de la Sorbona me ha hecho reflexionar acerca de mi diario rechazo a todo lo que observo. Él ve en todo esto una unidad, no una pérdida, un surgimiento aledaño ahí donde se ha bloqueado un antiguo escape. Todo continúa, sólo que se manifiesta de manera distinta. Y aquí me gustaría retomar la cita que él hace de Deleuze: "Si este mundo existe, no es porque es el mejor, sino más bien a la inversa, es el mejor porque es, porque es el que es".

Ah, pero, ¿qué implica perder la tensión con lo que es?

Tal vez la salud. Tal vez la pérdida del yo. Tal vez, incluso, abandonar la escritura.

Perder el temor a abandonar la seguridad que da el estar sentado en la silla del observador de este espectáculo. Pues sin observador, el espectáculo no tiene razón de ser.

El espectador, el crítico, es el combustible del espectáculo.