martes, agosto 30

Demasiados Celsius para pensar

No puede haber actividad intelectual a más de 20°C. Incluso debe existir una explicación biológica para ello. La mayoría de las grandes mentes a través del tiempo han existido en las bajas temperaturas del hemisferio norte.

El sur no tiene para qué construir sesudas lamentaciones. Aquí, de este lado, la vida se agita allá afuera: en la calle, el parque, la kermés, la plaza, el tianguis, la cantina. Aquí, la vida camina semidesnuda con la piel bronceada, consumiéndose bajo el sol. No imagino a Kierkegaard escribiendo Temor y temblor en bermudas y con el barullo de la calle festiva en sus oídos.

Y, ah, pobres de quienes nos empeñamos en ir en contra de esta naturaleza. Encerrados en casa a 35°C, nos aplicamos la rigurosa rutina invernal de un noruego, mientras el sol se burla sobre nuestro rostro por encima de la pantalla de la computadora; y el sudor, a borbotones, nos recuerda lo absurdo de nuestro afán.

domingo, agosto 14

Este blog tomó vacaciones junto conmigo. Mañana inician las clases. La temporada de relajación ha terminado. Para mitigar el estrés, regresa también el blog.


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La excesiva realidad de un poco de cacao

Ni siquiera se puede uno comer un gansito a gusto, carajo. No lo dice Baudrillard, pero si lo dijera, estaría de acuerdo con él: hay cosas que no debemos saber. Vivimos más felices sin conocerlas. Presenciarlas es obscenidad, y aquí Baudrillard sí opina, y afirma que en lo obsceno existe lo real y esto es “algo más verdadero que lo verdadero”.

Llevaba casi treinta años disfrutando esporádicamente esos pastelillos ante los cuales cualquier postre francés es un insulto. Los gansitos. Hoy, para mi desgracia, descubrí que tienen tantas calorías y aún más grasa que una de esas asquerosas barras de chocolate norteamericanas. Tomé con los dedos las últimas chispas de chocolate que quedaron en la envoltura, y le dije adiós a la última vez que podía comerlo de esa manera. La maldita información lo ha estropeado todo. Cada exdeliciosa mordida me sabrá ahora a once gramos de grasa polisaturada.

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El privilegio de mandar a la goma a los ciudadanos

La opresión del Estado se libera a través de la parodia. Es indudable que cada régimen de gobierno, si desea mantenerse de manera “pacífica” en el poder, debe agenciarse maneras de ser ridiculizado, de modo que la población desfogue sus ansias revolucionarias a través de “métodos constructivos”. Estados Unidos se caracteriza por los innumerables programas televisivos en los que satiriza, parodia y critica a sus gobernantes; así, la estabilidad social se mantiene irreprochable.

La libertad de expresión es una eficaz herramienta de control por parte del Estado. Es lógico que de vez en vez se vea “amenazada” para darle un sentido de realidad, sin embargo, es incluso más útil para conservar el orden que la milicia o la policía de los estados totalitarios. En una dictadura se producen reacciones reales contra el Estado, surgidas de una represión excesiva hacia la población. Los movimientos revolucionarios más importantes a través de la historia se han producido de esta manera. Los demás movimientos, los que se quedan al margen, los que no contagian a la cada vez más desgastada población, se originan en los países “democráticos”, donde la libertad de expresión disuelve cualquier fuerza contraria.

En México, a pesar de ser urgente y necesaria, no se le ha dado continuidad a la inconclusa revolución mexicana, gracias a la libertad de expresión. Programas cómicos como El privilegio de mandar de televisa, funcionan como prozac para la población. Todo nuestro coraje contra las acciones cada vez más descaradas de los funcionarios públicos, sale pacíficamente a manera de risa todos los lunes a las diez de la noche. México despierta a su inicio de semana, el martes, libre de tensiones, ¿para qué molestarse con acciones cuando podemos reír? Cuando podemos decir lo que nos venga en gana contra cualquier funcionario, siempre y que no sea narco.

Su nombre lo dice “libertad de expresión”; es posible la expresión mientras que ésta no se vuelva acción. Mientras sus represalias más osadas sean unos monos de fieltro a lo pepeluche, o unos actores con nariz de goma. El camino para generar un cambio en el país no es a través de las vías “libres” de tránsito, sino a través de aquellos caminos que no se han trazado, y que por lo tanto no contamos con “permiso” para pasar por ahí.
Pero, ¿quién va a desear un cambio cuando los imitadores del Peje, Madrazo y Creel se ven tan monos bailando de la mano, y ya es hora de dormir porque mañana hay que levantarse temprano para ir a trabajar?