martes, agosto 30

Demasiados Celsius para pensar

No puede haber actividad intelectual a más de 20°C. Incluso debe existir una explicación biológica para ello. La mayoría de las grandes mentes a través del tiempo han existido en las bajas temperaturas del hemisferio norte.

El sur no tiene para qué construir sesudas lamentaciones. Aquí, de este lado, la vida se agita allá afuera: en la calle, el parque, la kermés, la plaza, el tianguis, la cantina. Aquí, la vida camina semidesnuda con la piel bronceada, consumiéndose bajo el sol. No imagino a Kierkegaard escribiendo Temor y temblor en bermudas y con el barullo de la calle festiva en sus oídos.

Y, ah, pobres de quienes nos empeñamos en ir en contra de esta naturaleza. Encerrados en casa a 35°C, nos aplicamos la rigurosa rutina invernal de un noruego, mientras el sol se burla sobre nuestro rostro por encima de la pantalla de la computadora; y el sudor, a borbotones, nos recuerda lo absurdo de nuestro afán.