jueves, julio 23

Habitar cerca de los rugidos del león del cacique más cínico, cerca de un retén de diez enmascarados con ametralladora que se asoman a mi automóvil cuando regreso del mercado, bajo el helicóptero de la policía que mira por la ventana para ver si atrapan a alguien en ropa interior, cerca de una antena que emite más radiación que mil teléfonos celulares juntos, a unos pasos de unos taqueros ruidosos que abren hasta las seis de la mañana, rodeada de vecinos que escuchan música norteña o partidos de fútbol a todo volumen en su terraza improvisada, a una temperatura de casi 90 farenheit de junio a octubre, donde incluso el letrero de ¨fuera de servicio¨ está equivocado…

Y aún así, escribir.

Reformulo.

Y, precisamente por eso, escribir.