lunes, junio 13

Un solo Angel en tres personas distintas
(¿cuatro?)


La ciudad de Los Angeles fue nombrada en plural porque su constitución así lo exige. He viajado decenas de veces a esa urbe y escuchado las historias más fantásticas acerca de ella, pero jamás había experimentado su eclecticismo en menos de cuarenta horas.

Para determinar la población del Distrito Federal deberían incluirse los habitantes del centro de Los Angeles. En esa área el centro de México simplemente continúa. En "los callejones"(the alley) los vendedores parecen haberse entrenado en La Merced (:pásele, gud prai, gud prai, veri chipi, gud prai). Los puestos de comida, los paleteros ambulantes, las tiendas para quinceañeras o bautizos. Y entre toda esta similitud y gozo que cualquier mexicano pueda sentir al llegar ahí, no falta quien ante una pregunta en español diga: Ai onli pik inglis.

Un poco más al noroeste está la zona "cultural" en donde el pequeñísimo
museo de arte contemporáneo se vuelve aún más pequeño frente al centro musical de Disney. Yo, negando que estaba en la capital mundial del entretenimiento, tenía esperanzas de encontrar alguna exposición que me dejara atónita; lo único que lo logró fue el inesperado final de la diminuta sala de exposición. Quisiera decir que la obra de Rothko hizo que la visita valiera la pena, pero me quedo con quererlo decir, pues una ciudad de primer mundo (con tercer mundo incluído) merece un museo a su altura. Ya no quise regresar rumbo a Rodeo Drive a los museos de Wilshire; si eso ofrecía el MOCA ¿qué podía esperar de los demás?

En mi huida sistemática de Walt Disney, me dirigí más al oeste. La playa de Venice beach estaba lista para recibir en ese atardecer a todos los angelinos ciclados. Si en San Francisco presentan en las guías turísticas a los hippies que rodean Berkeley como un souvenir, en esta playa de Los Angeles los recuerdos caminan, patinan, tocan tambores, bailan breakdance y venden collares, pipas e incienso. Ya que su actividad anacrónica no tiene ya uso práctico en su vida real actual, llegan a esta playa a mostrarlos a los curiosos que caminamos por ahí. Posiblemente este museo andante de arte contemporáneo supere al de la calle Grand. Tal vez sean sólo los restos de promesas hollywoodenses que nunca se cumplieron.

El cuarto sitio en este texto es el Gran Ausente. Ese que vemos a diario en la cartelera de cine, que todo el planeta ve a diario en la cartelera de cine. La razón por la que millones de personas viajan al sur y al norte de Los Angeles. Esos mágicos y maravillosos parques temáticos de diversiones. La gran máquina hollywoodense. A distancia, dicta la moda de los mexicanos que frenéticamente compran atuendos en los callejones. A distancia demanda la inversión y las visitas de las que carecen los museos. A distancia produjo las ideas que fueron consumidas a través de cientos y cientos de películas, videos, conciertos, por quienes ahora vagan por la playa con una taza, pidiendo cooperación para mantener la distopía.

El agujero negro de Los Angeles. Episodio IV.