Un mexicano a la presidencia
México continuará viviendo un sistema político fallido hasta que decida emprender su propio camino, dejando de imitar estructuras extranjeras que jamás le sentarán.
El PAN es el más norteamericano de los partidos. El PRI es mestizo, una mezcla de lo extranjero con lo mexicano. El PRD es el más mexicano de los tres. Sí, así de problemático como es.
El problema con llevar un mexicano a la presidencia es que gran parte de la población se avergüenza de su mexicanidad. No soportaría verse expuesto durante seis años ante los norteamericanos, los europeos y los asiáticos de un modo constante y sistemático como sucedería si tuviéramos un presidente mexicano. Es preferible enviar a un mexicano más light en su representación. Un mexicano cuya mexicanidad no resalte entre los presidentes de otros países. Un “ciudadano del mundo”.
Un presidente mexicano marcaría su territorio y no permitiría la intervención extranjera. Un presidente mexicano cortaría importantes lazos empresariales que están acabando con nuestros recursos naturales y enfermando a nuestra población. Un presidente mexicano nos llevaría a rascarnos con nuestras propias uñas que, si las vemos, son bastante fuertes; sólo que por el momento las utilizamos para rascar a las trasnacionales.
Todo esto, por supuesto, es lo que debería ser. Demos gracias al miedo que nos salva de tales calamidades. Agradezcamos que, por seis años más, seremos protegidos de nosotros mismos. Durante seis años más permaneceremos ocultos, mostrando la hipocresía de nuestros grandiosos avances tecnológicos y comerciales en los mejores barrios del D.F, Guadalajara y Monterrey. Quién sabe, tal vez para el 2012 la olla de presión de la mexicanidad esté lista para estallar como le sucedió a Porfirio Diaz con la revolución. Pero también puede ser que para entonces los programas para “erradicar” la pobreza hayan sido tan exitosos como los diseñados para erradicar la mexicanidad.