Una librería es un sitio terrible. El sitio donde todas las atrocidades del presente y del pasado se vuelven literales. Donde el universo conocido y el especulado convergen y se vuelven información. Tanto lenguaje pronunciado al unìsono sòlo es tolerado por quien deambula lejos del palabrerìo cotidiano.
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Cosumir drogas es de lo màs conservador. Las drogas provocan que quien las consume perciba una realidad trastornada; una realidad peor o mejor que la que existe, evitando asì la inconformidad del consumidor respecto a la realidad que ofrece el sistema. Este sonrìe feliz, acelerado o extàtico, tirado en la calle, en un sillòn, bailando o trabajando con eficiencia. Què mejor ciudadano que un drogadicto.
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En la sección de antropología social de la librerìa Borders, encontrè un texto que analiza con seriedad de culto, el fenómeno de la Disneyficación de la sociedad. Es cierto que el fenòmeno existe. Vaya, es innegable; pero lo relatado por este hombre va del absurdo a lo bizarro. Dice: "las personas que presentan resistencia al parque temático, suelen identificarse porque acuden a èste con camisetas de los villanos de Disney". Pero esas no son las ùnicas fechorìas que cometen los resistentes, màs adelante señala que: "a varias Bellas Durmientes les han apretado las tetas, y ha habido casos de violación de algunas Blanca Nieves". Vaya maneras de derribar los cuento de hadas.
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La sociedad se consume a sí misma; el problema es que es insumo y no producto terminado.