El fin de los tiempos ¿o el fin de los dentros?
El mundo, como la realidad, está formado por capas. En la antigüedad, los habitantes del planeta vivían en un mundo más pequeño, más cercano al núcleo terrestre. A medida que el polvo de la galaxia se ha ido acumulando sobre nuestro planeta, las civilizaciones terrestres nos alejamos cada vez más del núcleo. No conformes con ello, pavimentamos la superficie o construimos edificios altísimos para alejarnos de nuestro centro. Y entre más lejos estamos, es obvio que vivimos cada vez más sobre la superficie. Por eso, llamar a nuestra civilización superficial es hacerlo literalmente.
El problema de la existencia superficial es que resta complejidad. Entre más nos acercamos al núcleo, estamos más en contacto con la tierra, con el centro, con nuestra totalidad. Al estar más cerca del núcleo dedicamos nuestras acciones a nuestro bienestar interior, que trae como consecuencia el exterior. Pero al alejarnos del núcleo, nuestras tareas mundanas se dedican sólo a satisfacer lo dérmico. Desconectados casi por completo del núcleo, simulamos evolución, cuando ya sólo lo que existe es lo observable. Las imágenes. No es extraño que nuestra era sea una era visual. La tendencia actual hacia la imagen es precisamente porque lo que va quedando de nosotros es, poco a poco, solamente una imagen ¿Quién dijo que el fin de la humanidad tenía que llegar repentina y tajantemente? Estamos desapareciendo de adentro hacia fuera. Lo último que quedará de nosotros son las imágenes. Cuando éstas desaparezcan, habremos llegado, ahora sí, a nuestra extinción.
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Mecánica irracional
Giré la llave y mi carro no encendió. Descarté la posibilidad de problemas con la batería, pues no hacía ni un mes cuando adquirí una nueva, capaz de dar la energía suficiente a una residencia entera. Ante la negativa de mi auto y la presión del tiempo, decidí caminar un poco y tomar un taxi para irme a trabajar.
Durante el día estuve pensando que posiblemente sería el alternador. La causa estaría sin duda en el sistema eléctrico.
A la mañana siguiente me levanté lista para pedir ayuda. Solicitaría a algún vecino que me pasara corriente y después iría con algún mecánico. Intenté encenderlo de nuevo y no pasó nada. Levanté el cofre para revisar que todo estuviera en su lugar. Todo estaba. Entonces caminé hacia un costado del carro y me escuché. Algo dentro de mí me decía que si lo movía, iba a encender. La idea era demasiado absurda, ¿cómo era posible que yo estuviera pensando eso? Pero las llantas llamaban mucho mi atención. Tuve la imagen de éstas moviéndose, y de nuevo la idea de que si lo hacían, el problema estaría resuelto. Sonreí. No cabía duda que, ante un problema, mi solución más rápida era fantasear. Me subí al carro y traté de encenderlo por última vez. Y, obviamente, no encendió. Entonces, sin pensarlo claramente, bajé la palanca de los cambios hasta neutral y comencé a balancearme rítmicamente en el auto. Luego lo encendí.
Todavía no me recupero. Ya he dejado de buscar una explicación racional a la voz que me decía la solución, o a lo que sucedió con el auto. Lo cierto es que me ahorré tiempo y dinero. Mi carro funciona ya a la perfección. Y todo por permitirme avanzar sin juicios a lo irracional. A ese terreno que la civilización nos tiene prohibido; y que por experiencia propia puedo decir que se nos tiene prohibido por su sencilla y asombrosa funcionalidad, que nos vuelve más completos e independientes, pero genera ingresos a nadie.
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Causas alimenticias de la separación
Si la atracción en una pareja se debe a la química, su separación sin duda es un problema alimenticio. Cuando la pareja se conoce, la alimentación de cada uno de ellos es totalmente distinta. Ya sea que provengan de una familia en la que sea la madre la quien los alimente, o vivan solos y se alimenten a sí mismos, su constitución química se debe a los compuestos que introducen cada día en su cuerpo. Y estos compuestos combinados son los que producen en última instancia el interés químico en el otro. Cada uno se alimenta y de ese modo alimenta la atracción. Una vez seguros de que son esas las sustancias junto a las cuales desean permanecer, deciden unir sus vidas. Y es en esta etapa donde el cliché nos dice que ahora sí los cónyuges se mostrarán como son, y como resultado de estas revelaciones, la relación de atracción disminuirá y se convertirán, de una pareja atraída a una pareja estable, con todas las implicaciones relacionales de ello.
Nada más falso.
El problema de las parejas que cambian su modo de relacionarse de noviazgo a vida en común, se debe a su alimentación. Todos esos nutrientes que la relación disfrutaba en los cuerpos son sustituidos por otros; los que ambos compran y preparan. Los que ambos consumen en los restaurantes. El estado químico previo se modifica, y así también sucede con la atracción inicial. Es innegable que la composición corporal es la que se vuelve decisiva en esto.
Por ello, es obvio que la mejor solución al problema de la separación es la alimentación individual. Un estilo alimenticio satisfactorio para cada cónyuge, aunque esto implique mayor trabajo, es una vía importante para mantener una composición química propia y, de este modo, garantizar una atracción constante y duradera en la vida de la pareja.