Hacia la recuperación de las obras maestras de la mente
Si se recopilaran entre los escritores todos los libros que existen “ya terminados” en sus mentes, el mundo de las obras literarias se volvería un espacio infinito.
Y es que, muy a tono con el pensamiento de Pessoa “¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas / –Sí, de verdad altas y nobles y lúcidas– / Quizá realizables / No verán nunca la luz del sol real ni llegarán a oídos de la gente?” los mejores libros no son los que están impresos, sino los que habitan en el pensamiento de sus creadores. Los libros escritos son obras del azar, de una elección fortuita de un Rulfo o un Proust.
La tecnología ha sido injusta con estos escritores mentales (que no porque no escriban como hasta hoy concebimos ese acto, significa que no sean escritores), pues no los ha provisto de un medio adecuado para que transfieran sus obras, utilizando algún método más considerado con sus habilidades de representación que un obsoleto teclado. Es necesario que la tecnología avance lo suficiente para que podamos tener acceso a estas magníficas obras. No creo que el formato para su representación deba ser la escritura, pues estos libros generalmente consisten sólo en una o dos frases que encierran en sí obras de mayor grandeza que cualquier Quijote. El problema es que, para su lectura, es imperioso prescindir de las palabras y retomar el símbolo; donde una imagen mental dice mucho más que doce tomos juntos.
Si esto es logrado por la ciencia, toda la literatura del futuro consistirá tan sólo en la comprensión colosal del universo que contiene una gran idea.