sábado, junio 17

El chapulín colorado vestido de azul


Anoche escuché a Calderón repitiendo las frases con las que crecimos los thirtysomethings de hoy: las del Chapulín colorado. Obviamente, como cada inhalación y exhalación que hace este candidato, lo hizo para que el electorado lo prefiera. Para que la "chamacada" se identifique con él.

Sólo que, uniendo el discurso al mono que lo pronuncia, pude observar que no había mucha distancia, Calderón es en sí un payaso que se pretende héroe como el Chapulín colorado. Por algo lo escogió como su alter ego.

"Síganme los buenos", pronunció en uno de sus discursos. Y, es, obviamente, de quienes espera sus votos. De los "buenos", es decir, la derecha mexicana, aunque se atragante cada vez que dice que no tiene nada en contra de los homosexuales. Los buenos son la población masculina que, como él, usa traje por la mañana y un dockers con camisa azul los fines de semana; y que, además, tiene una esposa con congestión pélvica por no tener orgasmos desde que se casó. Los "buenos" no son, por supuesto, nada buenos, sino los que esconden de la manera más pusilánime su totalidad. Su parte "oscura" la viven sólo en su mente, o a escondidas, como manifestaron las encuestas mitofskianas, en las que los resultados afirmaban que los panistas eran los que más acudían secretamente con prostitutas. No wonder.

Los "buenos", en realidad no son tan malos. Lo hemos visto durante el sexenio del presidente Fox, en el que pasó lo mismo que en el dormitorio de Calderón y su esposa: nada. No hubo crecimiento económico, pero tampoco crisis. Los "buenos" proporcionan estabilidad. Impasse. En los sexenios de los "buenos" no perderemos nuestra capacidad adquisitiva. Ni ganaremos más.

Así que, si este 2 de julio los "buenos" siguen a Calderón, que en sí es una versión mucho más apocada de Fox, no esperemos fuertes emociones en los próximos seis años. Ni tampoco crisis económica, como probablemente sucedería con cualquiera de los otros dos candidatos.

Otra frase del Chapulín Colorado que robó para su discurso fue: "No contaban con mi astucia". ¡Nada más cierto! Ni contábamos, ni contaremos, pues ¿cuál astucia? No cabe duda que este hombre no miente. Tiene, como lo afirma cada vez que muestra sus vergonzosas manitas: las manos limpias; y el cerebro también. ¿Astucia? ¿Astucia de dónde papacito?

Pero, ¿quién es en realidad el Chapulín Colorado? Un héroe ridículo y fallido. Chaparro y feo. Antiatlético y bruto, que en realidad jamás soluciona un sólo problema. Más noble que una lechuga. Su escudo es un corazón.

Chanfle, ¿de quién hablo? Parece que me confundí con Felipe Calderón. Un Chapulín azul muy mexicano. De ese tipo de mexicanos que tiran la piedra y se esconden, que son serviles con el extranjero (la prioridad, afirma Calderón, es el turismo), caballerosos en público pero misóginos de corazón: en cierta ocasión, cuando preguntaron a Calderón por su esposa que aún no llegaba al auto que los transportaría de un mitin a otro, comentó que por ahí venía, lo que pasaba es que se le "había caído el rebozo". Y se rió, ahora sí, sin la gracia de nuestro héroe-insecto.

Personalmente no considero que Calderón sea la peor propuesta electoral. La peor es Madrazo; sería insultante que el PRI regresara a gobernar México. López Obrador, por su parte, tiene graves problemas psicológicos; no dudo que a mitad de sexenio sea necesario deponerlo, cuando pase de creerse una combinación de Pepe el Toro y Jesucristo, a creerse, de plano, Napoleón.

Llegue quien llegue, será un payaso que gobierna el circo. Y, nosotros, si continuamos soportando esto, sus changuitos.

Chanfle.