Varietales
El sufrimiento es el dolor del ser incompleto.
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Un párrafo sucinto promueve que la reflexión retorne al lector. En la escritura extensa, el autor pretende tener la primera y la última palabra. No invita al diálogo, sino ejerce el monólogo. La abundancia de la escritura es un intento gráfico de ejercer el control.
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El conocimiento causa la pérdida de la sabiduría.
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Representación es apropiación. Al iniciar la representación, inició la apropiación. La representación es un Golem hambriento de poseer.
Filtro cerebral es un artefacto inexistente formado de palabras cuya finalidad es la bùsqueda de nimiedades.
domingo, febrero 25
lunes, febrero 19
Soluciones viables al problema de la distopía educativa
De los doctorados a los encantados y viceversa
Si el incremento de la edad es inversamente proporcional a la capacidad de adquirir conocimientos, ¿quién tendría la absurda idea de que los estudios más complicados debían hacerse después de los dieciocho años?
Basta mirar un ser humano de dieciocho años para saber que todo está perdido. A esta edad ya ha consumido tanta basura social que cualquier intento por retirársela lo insta a defenderse. Ya decía Einstein que: "El sentido común es una colección de prejuicios adquiridos por ahí de los dieciocho años". Un hombre o una mujer de dieciocho años de edad en nuestro tiempo, cuyas necesidades básicas están resueltas y con acceso (aunque sea mínimo) al espectáculo y al consumo, es un apático. Tiene el alma light. Si el mismo Einstein, Heidegger o Borges le dieran clase, tendría puesto su iPod y no haría la tarea.
Por otro lado, los infantes nos dejan cada vez más perplejos. Su capacidad de aprendizaje es asombrosa. Conocimientos, idiomas, tecnología, todo es sencillo para su veloz memoria. Está comprobado que el recién nacido de nuestro tiempo posee habilidades que los bebés de hace cincuenta años desarrollaban semanas o hasta meses después. ¿Por qué, entonces, desaprovechamos estas capacidades dándoles muñecos, pelotas y enseñándoles cancioncillas ridículas? ¿No sería mejor saturar su hambre de aprendizaje antes de que lleguen a ser adultos y todo quede arruinado?
Atendiendo a esto, los libros de pintar, los muñecos y todas las enseñanzas que ahora son infantiles, debieran ser trasladadas a la edad adulta. Así los estudiantes no se quejarían de la dificultad de sus últimos semestres de preparatoria, de su licenciatura o maestría. No. Para esa edad estarían ahora cursando, precisamente, el preescolar. Jugar a "Doña Blanca" a "Ponle la cola al burro", hacer un dibujo de su familia o un oso de plastilina serían las tareas más complicadas a las que se enfrentarían a esa edad (y vaya que lo disfrutarían). Las arduas actividades de leer, comprender y generar textos, aplicar los conocimientos en acciones prácticas, serían cosa de niños: los únicos realmente interesados y con la capacidad de realizarlo.
Doctores en filosofía. Médicos especialistas en neurología. Abogados. Ingenieros en sistemas computacionales a los ocho o diez años. Justo antes de que sus capacidades de aprendizaje empiecen a mermar por la neurosis que desarrollarán como consecuencia del contacto con sus padres y el mundo en general. Preparados para la vida antes de que la vida acabe con ellos.
Puede ser que en unas cinco o diez generaciones, ahora sí, esto empiece a funcionar realmente; es decir, que los maestros ya no tengan que ser los adultos, sino los recién egresados. Mientras que sus padres, de treinta y cinco años, van por un grado superior de estudios (ya ni el doctorado basta para quien no desea enfrentarse a la vida y, para ello, prefiere seguir en la escuela). Padre y madre, al salir de sus respectivos trabajos, correrían a las instituciones educativas, donde cursarían sus "doctorados" (preescolar, grado III), vestidos con zapatos deportivos y un mandil para no mancharse. Durante la tarde saltarían y brincarían mientras juegan a los encantados. Y llegarían a casa con una enorme cartulina de colores en la que dibujaron al perro y a sus hijos. (¿A poco no se antoja?)
Solamente invirtiendo el orden actual de los programas de estudio se conseguirá una mejora en la calidad y en los resultados de la educación. Es preciso poner atención a los signos de los tiempos. Los adultos sólo quieren divertirse. Los niños nacen hambrientos de aprendizaje. ¿Por qué ir en contra de las nuevas leyes de la naturaleza? ¿Para qué atormentar hombres y mujeres entre sus dieciocho y sus treinta y ocho con obligaciones que no desean? (O que si las desean, las realizan con mediocridad). Esta nueva reforma educativa promete los beneficios de la autorregulación. La educación, a cada quien según sus necesidades.
De los doctorados a los encantados y viceversa
Si el incremento de la edad es inversamente proporcional a la capacidad de adquirir conocimientos, ¿quién tendría la absurda idea de que los estudios más complicados debían hacerse después de los dieciocho años?
Basta mirar un ser humano de dieciocho años para saber que todo está perdido. A esta edad ya ha consumido tanta basura social que cualquier intento por retirársela lo insta a defenderse. Ya decía Einstein que: "El sentido común es una colección de prejuicios adquiridos por ahí de los dieciocho años". Un hombre o una mujer de dieciocho años de edad en nuestro tiempo, cuyas necesidades básicas están resueltas y con acceso (aunque sea mínimo) al espectáculo y al consumo, es un apático. Tiene el alma light. Si el mismo Einstein, Heidegger o Borges le dieran clase, tendría puesto su iPod y no haría la tarea.
Por otro lado, los infantes nos dejan cada vez más perplejos. Su capacidad de aprendizaje es asombrosa. Conocimientos, idiomas, tecnología, todo es sencillo para su veloz memoria. Está comprobado que el recién nacido de nuestro tiempo posee habilidades que los bebés de hace cincuenta años desarrollaban semanas o hasta meses después. ¿Por qué, entonces, desaprovechamos estas capacidades dándoles muñecos, pelotas y enseñándoles cancioncillas ridículas? ¿No sería mejor saturar su hambre de aprendizaje antes de que lleguen a ser adultos y todo quede arruinado?
Atendiendo a esto, los libros de pintar, los muñecos y todas las enseñanzas que ahora son infantiles, debieran ser trasladadas a la edad adulta. Así los estudiantes no se quejarían de la dificultad de sus últimos semestres de preparatoria, de su licenciatura o maestría. No. Para esa edad estarían ahora cursando, precisamente, el preescolar. Jugar a "Doña Blanca" a "Ponle la cola al burro", hacer un dibujo de su familia o un oso de plastilina serían las tareas más complicadas a las que se enfrentarían a esa edad (y vaya que lo disfrutarían). Las arduas actividades de leer, comprender y generar textos, aplicar los conocimientos en acciones prácticas, serían cosa de niños: los únicos realmente interesados y con la capacidad de realizarlo.
Doctores en filosofía. Médicos especialistas en neurología. Abogados. Ingenieros en sistemas computacionales a los ocho o diez años. Justo antes de que sus capacidades de aprendizaje empiecen a mermar por la neurosis que desarrollarán como consecuencia del contacto con sus padres y el mundo en general. Preparados para la vida antes de que la vida acabe con ellos.
Puede ser que en unas cinco o diez generaciones, ahora sí, esto empiece a funcionar realmente; es decir, que los maestros ya no tengan que ser los adultos, sino los recién egresados. Mientras que sus padres, de treinta y cinco años, van por un grado superior de estudios (ya ni el doctorado basta para quien no desea enfrentarse a la vida y, para ello, prefiere seguir en la escuela). Padre y madre, al salir de sus respectivos trabajos, correrían a las instituciones educativas, donde cursarían sus "doctorados" (preescolar, grado III), vestidos con zapatos deportivos y un mandil para no mancharse. Durante la tarde saltarían y brincarían mientras juegan a los encantados. Y llegarían a casa con una enorme cartulina de colores en la que dibujaron al perro y a sus hijos. (¿A poco no se antoja?)
Solamente invirtiendo el orden actual de los programas de estudio se conseguirá una mejora en la calidad y en los resultados de la educación. Es preciso poner atención a los signos de los tiempos. Los adultos sólo quieren divertirse. Los niños nacen hambrientos de aprendizaje. ¿Por qué ir en contra de las nuevas leyes de la naturaleza? ¿Para qué atormentar hombres y mujeres entre sus dieciocho y sus treinta y ocho con obligaciones que no desean? (O que si las desean, las realizan con mediocridad). Esta nueva reforma educativa promete los beneficios de la autorregulación. La educación, a cada quien según sus necesidades.
martes, febrero 13
Pantalla negra, pantalla blanca
Una pantalla apagada es un espejo. Basta acercarse un poco para mirarse en ella. Mirar el propio rostro y aquello que lo circunda. Basta presionar un botón para desaparecer.
Encender un pantalla nos desaparece. Observamos las imágenes como si éstas fuesen algo ajeno. Deseamos encontrar en cada silueta luminosa de la pantalla una negación de nuestro ser y nuestro existir. Pero somos también las imágenes.
Una pantalla encendida crea la sensación de ser una ventana. Y hemos creído que tras las ventanas existe algo distinto a nosotros. Que aquello que está afuera es no yo. Pero basta la noche o una pantalla apagada para ver que, tras las imágenes, estoy. La oscuridad es un buen camino de regreso.
La negrura me contiene.
Y es cierto que la blancura paraliza. Cierto que la pantalla blanca o la página en blanco dificultan la creación. La riqueza está en la oscuridad. Solo de mí oscuro (reflejo) puedo arrancar trozos. Volver los ojos hacia adentro olvidando las pantallas. La única manera de obtener la más clara visión.
Una pantalla apagada es un espejo. Basta acercarse un poco para mirarse en ella. Mirar el propio rostro y aquello que lo circunda. Basta presionar un botón para desaparecer.
Encender un pantalla nos desaparece. Observamos las imágenes como si éstas fuesen algo ajeno. Deseamos encontrar en cada silueta luminosa de la pantalla una negación de nuestro ser y nuestro existir. Pero somos también las imágenes.
Una pantalla encendida crea la sensación de ser una ventana. Y hemos creído que tras las ventanas existe algo distinto a nosotros. Que aquello que está afuera es no yo. Pero basta la noche o una pantalla apagada para ver que, tras las imágenes, estoy. La oscuridad es un buen camino de regreso.
La negrura me contiene.
Y es cierto que la blancura paraliza. Cierto que la pantalla blanca o la página en blanco dificultan la creación. La riqueza está en la oscuridad. Solo de mí oscuro (reflejo) puedo arrancar trozos. Volver los ojos hacia adentro olvidando las pantallas. La única manera de obtener la más clara visión.
sábado, febrero 3
Pensar desde el cuerpo
Da click AQUI para leer en la página de la revista Alforja una reseña de mi autoría sobre el libro Pensar desde el cuerpo. Tres filósofos artistas: Spinoza, Nietzsche y Pessoa del zacatecano Sigifredo E. Marín, ganador del Premio Nacional de Ensayo Abigael Bohórquez 2005.
jueves, febrero 1
El retorno a sí
Hace poco me enteré de las reformas pedagógicas que se están implementando en las escuelas secundarias. De entrada son para celebrarse: mayor énfasis en que los alumnos reflexionen, construyan sus propios conceptos y analicen la información. Preferible a la forma tradicional de un maestro-dios y unos chicos macheteros. Sin embargo, lo que de forma es una mejora, de contenido es sospechoso.
Los "nuevos" libros (específicamente los de Español, que fueron los que indagué) son una celebración del auge tecnológico-mediático de nuestro tiempo. Los textos "aburridos" (Novalis, Shakespeare, Manuel Payno) han sido reemplazados por "divertidos" textos sobre los Simpson, los Rugrats y algunas películas. Se reproducen textos del chat telefónico para "hablar" el lenguaje de los alumnos, y se ha dicho adiós a la ortografía (de lo cual no estoy en total desacuerdo, sólo que debería ser reemplazada por la herramienta que siempre funciona mejor que las reglas ortográficas: la lectura). Y por último, el análisis y reflexión que tanto se pregona, se refiere al análisis de los medios: programas televisivos, películas, noticieros, páginas web, revistas y demás. Creo que esto es valioso, sí, pues induce a los adolescentes a cuestionar en lugar de recibir sin más lo que la pantalla ofrece. Sin embargo, convertir la educación del lenguaje y el pensamiento en un satélite de los medios es empobrecedor. Como siempre sucede, tras la muerte de un dios (el maestro-dios) llega otro que inmediatemente le reemplaza. El mass- maestro.
Enfocar la educación en la tecnología y el espectáculo me parece una ingenuidad por parte de las autoridades educativas. Pareciera que aún se maravillan de las exposiciones en Power Point y los trabajos escolares enviados por correo electrónico. "Quien hace esto es verdaderamente moderno". Los medios son precisamente eso. Volcar la educación de los adolescentes en los medios es precisamente olvidar el fin. Olvidar que se pretende el crecimiento integral de un ser humano, que es mucho más complejo que la diversión. Pareciera que el maestro ha doblado las manos frente a la televisión, y ahora pretende ser tan entretenido como ésta.
El sistema educativo está en crisis. En todos los niveles. Pero lo que se requiere no es mirar cada vez más hacia afuera. Se requiere ir hacia adentro. Coayuvar a que el alumno conozca aquello que se le vuelve cada vez más desconocido. Ese conocimiento que se aleja más cuando se le insta a volverse al exterior. El conocimiento de sí mismo.
Hace poco me enteré de las reformas pedagógicas que se están implementando en las escuelas secundarias. De entrada son para celebrarse: mayor énfasis en que los alumnos reflexionen, construyan sus propios conceptos y analicen la información. Preferible a la forma tradicional de un maestro-dios y unos chicos macheteros. Sin embargo, lo que de forma es una mejora, de contenido es sospechoso.
Los "nuevos" libros (específicamente los de Español, que fueron los que indagué) son una celebración del auge tecnológico-mediático de nuestro tiempo. Los textos "aburridos" (Novalis, Shakespeare, Manuel Payno) han sido reemplazados por "divertidos" textos sobre los Simpson, los Rugrats y algunas películas. Se reproducen textos del chat telefónico para "hablar" el lenguaje de los alumnos, y se ha dicho adiós a la ortografía (de lo cual no estoy en total desacuerdo, sólo que debería ser reemplazada por la herramienta que siempre funciona mejor que las reglas ortográficas: la lectura). Y por último, el análisis y reflexión que tanto se pregona, se refiere al análisis de los medios: programas televisivos, películas, noticieros, páginas web, revistas y demás. Creo que esto es valioso, sí, pues induce a los adolescentes a cuestionar en lugar de recibir sin más lo que la pantalla ofrece. Sin embargo, convertir la educación del lenguaje y el pensamiento en un satélite de los medios es empobrecedor. Como siempre sucede, tras la muerte de un dios (el maestro-dios) llega otro que inmediatemente le reemplaza. El mass- maestro.
Enfocar la educación en la tecnología y el espectáculo me parece una ingenuidad por parte de las autoridades educativas. Pareciera que aún se maravillan de las exposiciones en Power Point y los trabajos escolares enviados por correo electrónico. "Quien hace esto es verdaderamente moderno". Los medios son precisamente eso. Volcar la educación de los adolescentes en los medios es precisamente olvidar el fin. Olvidar que se pretende el crecimiento integral de un ser humano, que es mucho más complejo que la diversión. Pareciera que el maestro ha doblado las manos frente a la televisión, y ahora pretende ser tan entretenido como ésta.
El sistema educativo está en crisis. En todos los niveles. Pero lo que se requiere no es mirar cada vez más hacia afuera. Se requiere ir hacia adentro. Coayuvar a que el alumno conozca aquello que se le vuelve cada vez más desconocido. Ese conocimiento que se aleja más cuando se le insta a volverse al exterior. El conocimiento de sí mismo.