martes, febrero 13

Pantalla negra, pantalla blanca

Una pantalla apagada es un espejo. Basta acercarse un poco para mirarse en ella. Mirar el propio rostro y aquello que lo circunda. Basta presionar un botón para desaparecer.

Encender un pantalla nos desaparece. Observamos las imágenes como si éstas fuesen algo ajeno. Deseamos encontrar en cada silueta luminosa de la pantalla una negación de nuestro ser y nuestro existir. Pero somos también las imágenes.

Una pantalla encendida crea la sensación de ser una ventana. Y hemos creído que tras las ventanas existe algo distinto a nosotros. Que aquello que está afuera es no yo. Pero basta la noche o una pantalla apagada para ver que, tras las imágenes, estoy. La oscuridad es un buen camino de regreso.

La negrura me contiene.

Y es cierto que la blancura paraliza. Cierto que la pantalla blanca o la página en blanco dificultan la creación. La riqueza está en la oscuridad. Solo de mí oscuro (reflejo) puedo arrancar trozos. Volver los ojos hacia adentro olvidando las pantallas. La única manera de obtener la más clara visión.