Buscando una nueva novela que leer de Milán Kundera me encontré con esta disyuntiva: elegir entre La lentitud o La ignorancia. Sin pensarlo mucho preferí La lentitud. Definitivamente me fue más atractiva y menos ofensiva que La ignorancia. Sólo que, apenas leídas escasas veintisiete páginas, abandoné la novela. Fue a parar al altero de los libros insípidos y superficiales.
Han transcurrido algunos días y he tomado otras lecturas. Cero historias. Libros de teoría. Libros serios y razonables. Sin darme cuenta que así también trazo una historia. Recorro un camino. El camino absurdo. La ruta insípida y superficial. El tedioso camino del iluso que ansía con evitar La ignorancia.