Historia de los narrados
No se busque en el consumismo, en la capacidad adquisitiva, en la ignorancia, en el trabajo o en la diversión. El elemento que ha esclavizado desde siempre al ser humano es la narración.
Somos narrados desde antes de nacer. La historia de nuestra vida ya existe en el pensamiento de nuestra familia y de la sociedad incluso antes de ser concebidos. Las voces del espacio geográfico, del tiempo histórico, de la realidad económico-política determinan el hilo narrativo de nuestra experiencia. Al desarrollarnos, obedecemos inconscientemente a esa narración previa: escuchamos las voces que nos cuentan. Después las narraciones se diversifican, al tiempo que crece nuestra preocupación acerca de ellas. Nos narran nuestros amigos, nuestros jefes, el sistema. Inevitablemente actuamos a favor o en contra de esas narraciones y, si poseemos un poco de rebeldía, elaboramos la nuestra. Nos construímos a los ojos de la narración que hemos formulado. Esa narración propia no es sino una mezcla personal de las narraciones externas; una especie de visión autobiográfica en pospretérito.
Cada acción realizada, obedece a una pre y a una postnarración. La experiencia presente se valida solamente en base a éstas. La obediencia que la narración solicita no se refiere al acto, sino a la congruencia con una visión pasada y futura del mismo.
Nos somos los controlados, somos los narrados. El control no se ejerce por medio de la narración, sino que es un producto derivado de la misma.
La escritura pretender apropiarse de este poder narrativo. El escritor toma el papel de esclavizador, como el vasallo que se sienta en la silla del rey cuando éste no se entera. Pero la narración siempre se entera.
La narración narra al narrador. Lo observa en su juego infantil con ese poder. Incluso, la narración se ensaña con él, haciéndolo una víctima aguda de su acción; y el narrador, en su lucha imposible por librarse de ella, se aísla. Pero, aún en la soledad, se sabe observado, pues él mismo se narra mil veces hasta perder la conciencia del límite entre su propio ser y La Esclavizadora.
La trascendencia es determinada por la narración. La existencia física de una persona es irrelevante, una vida sigue hasta que su narración se suspende. Hasta que ninguna palabra en el vocabulario universal remita a ella.
La muerte es una palabra más en la historia de los narrados.