sábado, mayo 8

ZAPATA


The Hero’s Dream
Convertir la historia de un país en una obra destinada a la diversión de las masas tiene consecuencias como esta, que escuché en el cine mientras observaba el estreno de la película.

—¡Prendan el aire acondicionado, huele a Zapata!

La enseñanzas que se obtienen después de ver esta cinta son:

1.-Zapata era amanerado.
2.-Ser revolucionario es algo que hacen los “indios” supersticiosos.
3.-Lo que importa de la revolución no es la lucha, sino las canciones.
4.-La revolución fue posible gracias a una extranjera.
5.- Sin lo extranjero, los “indios” no hubieran podido hacer nada.
6.-En México, los problemas socio-políticos se arreglan con un plato de mole y La cucaracha.

La película (2004), contrario a los comentarios de la crítica, no está mal lograda: es un éxito. Es un éxito para la empresa Zapata Dreams LLC (o Latin Arts LLC en Estados Unidos) y Comala Films (en España), que aparecen como las principales inversionistas en la cinta. Un éxito para quien tiene la intención de ridiculizar la historia de México, descalificando la lucha campesina al colocar como protagonista de ella a Alejandro Fernández y confiando la producción a Alfonso Arau (y a la sombra de Laura Esquivel). Actores y productores son promovidos por sus reconocidos “triunfos” (o me conviene lo vergonzoso de tu obra para tu cultura). Arau tiene, en su amplio currículum, producciones cinematográficas cuyos títulos lo dicen todo: Calzonzin Inspector (1973) y Mojado Power (1979); así como la actuación en la película Three amigos (1986).

Desde su título, Zapata: el sueño del héroe (o en inglés, Zapata: The Hero’s Dream), ya se perfila como un intento de convertir la historia de la lucha revolucionaria en una mera cinta épica al estilo hollywoodense. Arau no pretende conformarse con la taquilla mexicana: quiere que su película, la más costosa en la historia del cine en nuestro país, participe en los Óscares de 2005, por eso ha norteamericanizado toda su campaña publicitaria: el subtítulo de A Hero’s Dream, el sitio oficial de la película cuya dirección es www.zapatathemovie.com y la explicación absurda en la cartelera del cine: “hablada en español” ¿Es necesario que se especifique esto cuando se trata de una cinta filmada en México cuyo tema es la Revolución?

Las compañías productoras extranjeras han recibido un premio a su inversión. Tal vez en España hubiesen preferido que la cinta tratase de Miguel Hidalgo, pero con Zapata fue suficiente, pues: el triunfo de la revolución mexicana se debió al favor que le hizo una española a un campesino indígena de finos modales. Parece que la “Esperanza” (nombre que lleva Lucero en la película) del mexicano estará siempre puesta en un español que lo traicionará: la historia de Hernán Cortés (aquí Esperanza) se repite. Zapata es “el elegido por los dioses” y, al igual que Quetzalcóatl “el dios” también es confundido con un español(a). Esperanza lo elige para divertirse un poco de su aburrido matrimonio junto a Victoriano Huerta y, a cambio, es “la diosa” que le permite conviertirse en el caudillo de la Revolución. Una vez que su marido la sorprende, ella, para salvarse, traiciona a Zapata.

Otra de las escenas más aberrantes, y en la que se lleva a cabo la más frontal burla hacia la Revolución, es en la cual se encuentran Francisco Villa y Emiliano Zapata para desayunar. Tras una serie de albures barato con las meseras (Angélica Aragón y Carmen Salinas, quienes sin duda son actrices de una trayectoria infinitamente superior a la del protagonista, pero que, como en toda cinta extranjera, deben actuar de personal de servicio), Villa pregunta a Zapata acerca de los temas importantes de la Revolución, respondiéndole él mismo que no se trata de la lucha, ni la justicia, ni las tierras, sino de “las canciones”. Y para colmo, presentan una canción ridícula y mal interpretada, dirigida a Zapata, quien la escucha con una sonrisa imbécil.

Curiosamente, el único personaje que posee verosimilitud es el que oprime: Victoriano Huerta. Incluso su lenguaje es más creíble que las frases constantemente sabias de Zapata, quien jamás pronuncia algo que le permita delinearlo como personaje. Huerta se toma la libertad de insultar con majaderías, de burlarse del discurso tieso de Zapata mientras lo cuestiona acerca de la historia, cuando aparentemente le quema los pies. Ante un personaje bien construído, los demás quedan como meras caricaturas y sus actos más solemnes despiertan la risa del espectador.

Un espectáculo ridículo es también el papel que dan a los indígenas. Poseedores de una lengua incomprensible (el náhuatl), son los aparentes “sabios”, los hechiceros, los que danzan absurdamente con la única finalidad de entretener. La encarnación de esto es una mujer-nagual que desde el nacimiento de Zapata, predice ante todos, lo que después se convertirá en “el sueño del héroe”.

Innecesaria es una interpetación de una de las escenas casi finales en la que Zapata, aparentemente difunto, acude a una comida de muertos con un escenario tipo Como agua para chocolate, en la que convive con su esposa, su hermano y Victoriano Huerta: aquí todos olvidan sus problemas “terrenales” (la Revolución mexicana y asuntos de ese tipo) mientras disfrutan un plato de mole y escuchan la melodía que no puede faltar en toda celebración mexicana (según Hollywood, por supuesto): La cucaracha.

Casting para rating
A menos que seas licenciado en historia, alumno y sea tu tarea, o alguien preocupado por lo que los medios hacen con la historia de tu país, no te diriges al cine a ver una película de la Revolución mexicana. Solución: la Novia de México (Lucero) y el Charro Metrosexual (Alejandro Fernández). Es imposible que el público mexicano ignore una cinta en la que actúan estos personajes “limpios” y entrañables. No importa que Fernández nunca haya actuado en su vida (y continúe sin hacerlo) lo importante son los boletos vendidos.

Alejandro Fernández es el mejor representante de tendencias como las que persigue esta película. Heredero de la tradición de Vicente Fernández, se abre camino en el mercado de la música ranchera; pero el mercado es limitado. En la necesidad de ampliarlo, se globaliza: acude a los padrinos extranjeros de los latinos en crisis de identidad: Emilio y Gloria Estefan. Relaja su imagen de charro hasta convertirse en metrosexual. Sus videos son ahora anuncios de Sony. Una vez inmiscuido en el bolero pop, regresa a su traje de charro, con las uñas barnizadas y el cabello teñido. El personaje “perfecto” para la cinta de Zapata.

Alejandro y Lucero están en sus treintas. Son los representantes de la Generación X. La generación que experimenta la mayor crisis actual y, por lo tanto, la que acepta sin chistar la renuncia a toda tradición, el nihilismo, la mezcolanza de la globalización.

Antología de fragmentos
La película se encuentra elaborada en fragmentos representativos, fragmentos de los cuales la imagen de Lucero y Alejandro forman parte. Sin embargo, estos fragmentos no son novedosos, lo que aportan es una reiteración de la visión norteamericana de nuestro país. De las supuestas “tradiciones” y “misticismo” que nos constituyen. Pero los fragmentos no se reducen exclusivamente a lo “mexicano” pues este pastiche incluye a:

Moisés: En la escena del nacimiento de Zapata, le descubren una marca cerca del pecho que aparentemente es “la marca del diablo”. Sin embargo, la chamana que lo protegerá durante toda su vida, lo toma en sus brazos llamándolo “el elegido”: ha sido destinado desde su nacimiento para liberar al pueblo. Es hijo de “esclavos”, pero llegará a negociar algún día con el “Faraón”.

El caballero Medieval: Fragmento en el que Zapata, deslumbrado por lo bello de “la princesa” despliega ante ella su hombría y su destreza con el caballo para obtener sus favores. Todo esto en un escenario que corresponde más a A Knight’s Tale (E.U., 2001) que a una película de la Revolución mexicana. Aunque también, y respondiendo más a lo actual, podría decirse que Zapata fue el Rosa Salvaje de la Revolución.

El llanero solitario: Escenarios que recuerdan los westerns norteamericanos. Las peleas típicas entre indios y vaqueros. Lo artificial de las mismas en cuanto a los tiroteos y la dinámica de los enfrentamientos, colocando al público estadounidense en una atmósfera que puede reconocer y al mismo tiempo, considerar anacrónica y caricaturesca.

Tizoc: Fernández no deja sin utilizar su cotizada voz, para cantarle a su amada, en una escena descontextualizada (otra más), a la manera en que lo hizo Pedro Infante a María Félix: en un escenario campesino, y fingiendo terriblemente un acento indígena. Zapata-Tizoc fue creado con la finalidad de “sobremexicanizar” la cinta.

Las enseñanzas de Carlos Castaneda (y Bruce Lee): La visión “mística” que se maneja alrededor del personaje de Zapata, obedece a la formación de un “guerrero” según Castaneda. El papel de Castaneda lo toma una mujer indígena (cuya actuación resulta cómica más que mística), que enseña al futuro héroe los “Caminos del Corazón”. La supuesta hechicera es un nagual, que aparece y desaparece a su voluntad, con actitudes ridículas que recuerdan las viejas películas de Kung Fu.

El realismo mágico de Laura Esquivel: Recreaciones de Como agua para chocolate son otros de los registros de los que se hace uso en este pastiche. La escena de la boda de Zapata, su muerte, y la “comida” en la que participan incluso sus enemigos. La escena sexual de la noche de bodas. Arau, en un intento por revivir el “éxito” que tuvo su anterior película, filma de nuevo escenas de esta con los personajes de Zapata. Sólo que en este caso, la mitificación de “lo mexicano” como mágico contamina un hecho histórico .

Cuauhtémoc: Huerta, en una burla total hacia el personaje de Zapata y hacia Cuauhtémoc mismo y, ridiculizando la causa de la Revolución, le quema los pies al caudillo. Anteriormente en la película ya se había hecho alusión a la similitud entre Zapata y Cuauhtémoc. Aquí Zapata ya no es el héroe, es el superhéroe que contiene a todos lo héroes. Zapata es la historia que reformula las historias. Deshagámonos del libro de texto en el que el gobierno mexicano manipula la historia; ahora la podremos ver en video, versión light, manipulada por E.U.

La música tipo Linda Rondstant: La banda sonora juega un papel esencial en una cinta como ésta. No se escucha una sola canción mexicana durante la película. En su lugar, hay música que contribuye a la creación de esa atmósfera absurdo-ridícula. De cuando en vez, se escucha un tocar de guitarras al estilo lamento del medio oeste, que recuerda la música pseudo mexicana de Rondstant. Inclusive la música. Si hubieran comido tacos en la película, no dudo que los prepararan con queso amarillo.

Los cuadros de Diego Rivera: El norteamericano, para identificar la figura del “indio”, necesita verlo con un sarape y un sombrero enorme. La mujer mexicana, gracias a Rivera, ya no es la de las trenzas y el rebozo, es la mujer morena con alcatraces. En la escena de la noche de bodas se une la historia de Zapata, el escenario de Como agua para chocolate y un cuadro de Diego Rivera. Los estereotipos actuales de la visión norteamericana de la mexicanidad. Todo es válido cuando se trata de designificar por medio de la saturación, de reformular lo mexicano reduciéndolo a imágenes correctas y a “curiosas” tradiciones, en donde la definición del personaje no importa, pues se borra al ser humano como tal, al mexicano como tal, convertiéndolo en un maniquí que se disfraza de sí mismo y se acomoda en el escaparate del patrón.

Si Zapata es ahora el superhéroe que contiene a los héroes, la película Zapata es la historia que contiene las historias. Hollywood se está apropiando poco a poco de la historia universal. Si le es posible contar varias historias en una, lo hará. La mejor manera de manipular a una persona es a través de su pasado: los terapeutas lo saben por experiencia. Al recontarle a los pueblos su propia historia, convierten ésta en un instrumento de diversión, ridiculizan y confunden. El poder se encuentra en quien maneja mejor el lenguaje, pero permanece sólo hasta que las estrategias que utiliza son descubiertas públicamente.

Hollywood tendrá que buscar otras manera de recontar las historias de nuestro país, pues dudo que otro Frankenstein de Arau sea la respuesta, aunque, si a Arau Senior ya no le funcionará, Arau Junior ya sigue los pasos de papá. En la película (o “burlocumental”) A Day without a Mexican (estreno 14 de mayo: www.adaywithoutamexican.com), Sergio Arau aprovecha también los problemática social del mexicano (esta vez la actual, el chico es joven), para vender. La cinta trivializa la situación de los inmigrantes mexicanos en California llevándola al absurdo en una aparente crítica.

Zapata no será el final.