Exclusión
La Nada es superior al Todo. El todo se fragmenta, se constituye de partes: la Nada, por carecer de elementos, es totalmente unitaria. El Todo adquiere connotaciones en cualquier ámbito. El Todo incluye. La Nada incluso puede negarse a sí misma. Puede decir que no hay nada semejante a la Nada.
Comprometerse con algo es formar parte del todo. Incluirse. Incluirse significa perder conciencia. Significa aceptar que existe algo por lo que vale la pena ser estúpido. Estúpido es un vocablo que no merece sacrificios. Basta perderse en una parte del Todo para contaminarse. Para creer que hay tal cosa.
¿Dónde está lo sublime? Si somos corpóreos, debemos encontrarlo en alguna parte del cuerpo.
Hace un par de días, encontré una especie de ciempiés en el lavamanos de mi cocina. Decidí aniquilarlo, y la única arma que encontré fue el jabón para trastes. Vacié un poco de esa sustancia sobre su cuerpo, y en ese momento, una parte de él se desprendió. Era una pata. El ciempiés estaba inmóvil, permitiendo que el Todo de la muerte lo recorriera, sintiendo como el jabón entraba por sus miembros. Pero la pata se retorcía, se negaba a ceder la vida. El animal siempre estuvo en su pata. Todo lo que amó, lo que sufrió, cada instante de dolor lo vivía en su extremidad. Y era esa misma la que se negaba a morir, mientras que el cuerpo paralizado aceptaba lo ya acostumbrado.
Sería cosa de identificar ¿Dónde me duele lo que me duele?
Si se va, me duele. Si se muere, me duele. Si me lastima, me duele ¿Dónde me duele?
Me duele en la concentración del Todo. No es como lo pensamos. El todo no se encuentra distribuido equitativamente en cada parte de nuestro ser. El Todo se manifiesta, porque teme ser descubierto por la Nada. El Todo con autoconciencia se transforma en Nada. En lo superior.
La Nada elimina, el Todo incluye. Incluir es no conocer límites, es abrazar ilusamente lo que se detesta, es aceptar con cabeza baja lo que lastima.
Sin embargo, la Nada es el sí al Todo. El sí Nietzscheano al Todo.
La negación afirmativa que descalifica.
El humano (ese extraño) se pierde en cada exclusión (en cada elección). En cada intento por formar parte del Todo a base de decidir.
La Nada otorga la condición de dioses que se ha perdido en el relato del Paraíso, en el momento en que el ser humano hace su primera elección, y se pierde, se estupidifica en ella. En el momento en que CREE en un árbol.
Alejarse. Apartarse. Renunciar a cualquier vínculo. La respuesta del que no se mancha de la frenética inclusión. Del querer ser. Del que deseando humillarse hasta la Nada, brilla de su negación-afirmación. Del que ha trascendido el pertenecer.