Hacia adentro
En esta ciudad las fachadas no revelan màs que la estructura de una construcciòn. No se puede distinguir una sucursal bancaria de una panaderìa, una agencia de viajes o una clìnica. Las fachadas son justas. Son seres humanos desnudos o uniformados. No venden.
Mientras que las empresas comerciales en las grandes ciudades tienden a negar su funciòn argumentando con sus construcciones que son centros de esparcimiento (cuando en realidad es el punto de venta de una fàbrica de textil), o escribiendo en su fachada que ¿quieren verte FELIZ?. Los centros comerciales con sus diseños cada vez màs semejantes al mundo màgico de Disney intentan evitar que el consumidor se sienta còmo tal. Es un visitante, un huèsped, un patrocinador, un amigo. La incongruencia con esas maravillosas construcciones y actitudes se llama caja registradora.
En esta ciudad de calles reducidas, tùneles y muerte, las contrucciones antiquìsimas guardan silencio. Sean museo, paleterìa, cafè internet u hotel, no llaman engañosamente a nadie. Las superficies son cuerpos similares con pensamientos distintos, con mundos ùnicos a los que sòlo se tiene acceso al internarse. Tal vez es por eso que las calles estàn saturadas de peatones.