domingo, noviembre 14

Los procesos de producción de la miseria

En un barranco en el que se encuentran hacinadas cientos de chozas, un niño desnudo de cuatro años juega en el lodo con una lata de coca-cola; junto a él está su madre, quien sobre una fogata improvisada fuera de la choza, hace la comida vaciando unas tortillas en una olla con agua caliente. Clic.

Premio Nacional de Fotografía.

“For it has suceded in transforming even abject poverty –by apprehending it in a fashonably perfected manner– into an object of enjoyment.”
Walter Benjamín

Como aventurado cazador o curioso extranjero, el fotógrafo busca las imágenes más lastimeras, más desgarrantes, más sórdidas. Se adentra en las colonias miserables para buscar la fotografía perfecta y, por supuesto, dar a conocer a otros lo que ahí sucede. Su escudo es la denuncia. Nadie criticará a ese excelente fotógrafo que incluso arriesga su vida para captar las más nauseabundas fotos de los muertos en Irak; y lo hace, obviamente "para que el mundo se entere de lo que está sucediendo ahí."

Estoy en mi casa tratando de hacer un poco de comer para mi hijo y mi esposo que llegará en unas horas. No tuve dinero más que para comprar un paquete de tortillas. Hace rato puse la lumbre. Mi hijo de cuatro años juega a mi lado. Un hombre alto de mochila y pantalón de mezclilla está parado a unos metros de mí. Tiene en sus manos una cámara fotográfica enorme. Ya los conozco. Vienen de vez en cuando según esto que para dar a conocer a la gente la miseria en la que vivimos. La gente ve la foto en el periódico mientras toma el cafecito. O si la ponen en un libro, la ven y la comentan y la analizan. Y escriben cosas “interesantes” acerca de ella. El libro se vende bien. Luego pasa de moda, y regresan a tomar más fotos para una revista, el periódico u otro libro. Y regresan porque saben que aquí no pasa nada, que me van a encontrar en veinte años aquí mismo, ya sin mi hijo, vieja y haciendo sopa con tortillas; lista para la foto de denuncia.

Hemos sido engañados o nos encanta. No importa. El programa “Al rojo vivo” de Telemundo o el realismo sucio. Los documentales de PBS o Adbusters; sea con fines comerciales o “subversivos” todos traficamos con lo mismo: la miseria humana.

Si necesitas comprar fotos de indigentes, es muy fácil solo teclea http://hazel.forest.net/skjold/photo_pages/homeless.htm, elige la que deseas y paga cien dólares o más, según el uso que quieras darle.

En un intento por validar las imágenes reales -que hablan por sí solas- las captamos a través del lente o el teclado. Ahora sí, el mundo se dará cuenta de lo terrible que es. No basta el sufrimiento de la madre que ve a su hijo sin piernas por causa de una mina. Es preciso fotografiarla o videograbarla, para que “vean”, para que valga la pena. Y los que ven estas reproducciones de la realidad se acongojan más cuando la mesera olvida ponerle queso a su hamburguesa.

Evidenciar la miseria humana como pieza artística o como espectáculo, sin importar la finalidad de esto, es aún mas inhumano que las acciones sociales, económicas o bélicas por las que estos individuos han llegado hasta ahí. La invasión de los espacios es siempre la queja principal de los discursos anti-imperialistas; pero quienes pronuncian estos discursos son los mismos que invaden los espacios de los dolientes para reproducirlos.

Así que, ya sea Telemundo o Baudrillard, quien utiliza la pobreza o cualquier miseria humana como materia prima, se ha incluido como instrumento de producción capitalista para generarla. Las maquiladoras necesitan de la miseria para tener a su disposición mano de obra barata; el artista necesita de la miseria para armar su exposición.