Pizarrón & Pasarela
Contrario a lo que se cree, existe poca diferencia entre un modelo y un maestro. Tal vez el cliché los sitúe muy lejos uno del otro. El primero se caracteriza por un coeficiente intelectual no mayor al de un pollo, mientras que el segundo debe tener cuando menos el suficiente para, ante un grupo, pretender que sabe algo. Ambos pretenden. El modelo pretende su estupidez. El maestro su inteligencia. Pretenden porque con ello obtienen lo que desean. Ser admirados.
Cuando un individuo elige modelar, es porque necesita satisfacer su necesidad de reconocimiento. Caminando sobre la pasarela, cree escuchar de su público: míralo que bello es, mira su cuerpo, sus movimientos, cómo porta su traje. El podría pagar para que el show continuara; y mientras no sea un modelo top, eso es precisamente lo que hace: trabajará gratis o por una cantidad risible con tal de que le permitan acceder a la pasarela. La droga de la pasarela.
Ser maestro no representa mucha diferencia. El trabajo se elige con la finalidad de observar esos ojos de admiración, que no distan mucho de los que se observan desde la pasarela. Aquí, el mensaje no es a la belleza, sino a la sabiduría: mira cuánto sabe, con qué destreza lo transmite, cuándo podré yo saber tanto cómo él. Y, mientras no sea un maestro top, se conformará con cualquier sueldo con tal de que le permitan pararse frente a un grupo para ser admirado. (La droga en este caso, sería la adicción al olor del plumón para pizarrón blanco).
Pero ni en el uno ni en el otro caso la retroalimentación esperada es real. Modelos y maestros que casi pagan por trabajar, se atan a su actividad con la esperanza de obtener algún día, la admiración que necesitan. Las frases de cuán bello o cuán sabio, sólo están en su mente. Incluso hasta sonarían ridículas si alguien las dijera en realidad, pues nadie habla de una manera tan cursi.
Pasarela o pizarrón, la búsqueda es la misma. La elección de caminos distintos tiene su origen en obviedades como la estatura y la talla del pantalón; pero también en situaciones más complicadas como el nivel de timidez. Ambos son seres terriblemente tímidos, pero sus neurosis son distintas. El maestro, mientras camina frente a sus supuestos admiradores, tiene tanto miedo que suele hablar demasiado para evitar cualquier contacto con su público; el modelo, por su parte, tiene tanto miedo que prefiere callar.