Dermoanálisis urbano
Observo y callo. La ciudad en la que nací, continúa siendo lastimada. Está p-r-o-g-r-e-s-a-n-d-o me dice una voz. Mil voces. ¿Quieres que sea un rancho para siempre? No, Tijuana debe "parecerse" a Nueva York.
¿Cuál es la fascinación de quien se para, estupefacto, en Time Square? Está parado sobre la máxima invención del hombre: el tiempo. Y sobre la invención llevada a sus extremos capitalistas: el dinero. Time is money. Time Square no deja dudas al respecto.
Y luego está la ovación unísona de la publicidad. Cuando, dentro de miles de años, se hable de la creación artística del siglo XX y XXI, sin duda se referirán a la publicidad. Time Square es la sala de exposición más grande de nuestro tiempo. No se puede decir otra cosa al estar ahí que: Ah, qué grandes somos, qué majestuosa nuestra civilización. Y mirar hacia arriba, en donde la luna es opacada por las inmensas pantallas de información. Y mirar hacia los costados y contagiarse de ese rush que impulsa a quienes caminan por ahí sin tiempo para detenerse a observar su propia creación, porque deben llegar cuanto antes a la oficina. Al fin de cuentas, time is money.
¿No es absurdo, entonces, sentir cierto dolor, cuando la espalda de Tijuana es herida por cilindros metálicos con carteles de Tommy Hillfiger? ¿No es Nueva York la ciudad ideal a la que todas las ciudades deben tender?
Y luego están las vallas. Esa idea de no sé qué gran emprendedor que recubre lotes baldíos, espacios en construcción y demás áreas susceptibles de ser acorraladas por láminas listas para ser anuncios publicitarios. Es ofensivo no poder voltear a ningún lado sin ser atacado por más publicidad.
Es unos meses se iniciará el proyecto de construcción de una sala de exposición en el Centro Cultural Tijuana. La idea es excelente. El resultado sin duda deberá serlo. Sin embargo, lo visible de esta sala de arte será una inmensa televisión (una pantalla gigante, para ser más correctos) Una pantalla que, por supuesto, además de invitar a los eventos que ahí se realizarán, mostrará anuncios de las empresas que tengan el capital para pagarlos. En el área visualmente más representativa de Tijuana, en "La Plaza Principal" de nuestra ciudad, está un complejo de bares, un centro comercial, un McDonald's y, próximamente, una televisión ¿Got it?
No es necesario que, para molestarnos, los anuncios publicitarios nos hablen como en la cinta de Matrix: ya es suficiente con la invasión que hacen del espacio privado que antaño fue público. Sin embargo, el cuerpo no miente. Un cuerpo intoxicado pronto erupciona, llenándose en su epidermis de señales visibles de su aflicción. Es innegable que algo sucede dentro. Lo mismo pasa con la ciudad. Esos brotes dolorosos de publicidad que hieren las banquetas, no son más que manifestaciones de lo que sucede en sus vísceras.
Los medios ya no se utilizan para encubrir lo que sucede en la política. La política se utiliza ahora para encubrir lo que sucede en los medios.
Nada es ya, propiedad del Estado. El Estado ya no existe como tal. Sus funciones son las mismas que las de los reyes de Mónaco.
Es su lugar, se ha instalado La Empresa. La geografía es incluso obsoleta. Los países del mundo ahora llevan (como los estadios deportivos) el nombre de alguna empresa. En vez de estar colocados uno junto al otro, están uno sobre el otro, fusionándose en el sistema global.
Vivimos, nos movemos y somos dentro de trasnacionales. Uno de nuestros alcaldes, se llama, sin duda, Procter & Gamble. Y todas esas pústulas publicitarias son las manifestaciones cutáneas de lo que la ciudad lleva dentro: una desquiciante intoxicación comercial.