lunes, mayo 19


EN EL DESAYUNO

Son problemas psicológicos, lo sé. Pero cada vez que las veo siento la necesidad de acabar con su miseria (¿estarán conscientes de ella?).

Se sientan en el restaurante y cruzan la pierna, procurando que la ropa no se oculte con la posición. Sus miradas están más atentas a quien entra y sale del lugar que a la conversación de sus aliadas (por supuesto, la meta no es convivir, sino exhibirse). Exageran sus ademanes para ser notadas y levantan la voz. Fingen estar eternamente a dieta y piden refrescos light. Generalmente se dice que lo que uno más detesta es lo que desea, pero (lugar común): "Este no es el caso".

Lo más probable es que tengan uno, dos o tres humanos en crecimiento en sus casas, donde permanecen encerradas la mayor parte del tiempo. No importa. Consiguieron marido: eso es lo importante.

Hace unos años se dejaron poseer (y en varias ocasiones) por un ser, que en sus etapas tempranas se comporta como parásito. Causa estragos en la salud de la madre, absorbe para sí mismo los nutrientes que ella consume y, si no lo hace adecuadamente, los absorbe de su propio cuerpo debilitando su salud. Le deforma el cuerpo para hacerse de espacio y, cuando no puede hacerlo más, sale de ella de la manera más cruel y dolorosa, para continuar con el mismo patrón de conducta, ahora en el exterior.

Ellas lo hicieron con aparente gusto y más de una vez. Posiblemente alguna se arrepiente y otras están contentas con ello.

Las observo y no las comprendo. Las juzgo aunque no quisiera hacerlo. Las detesto, sí.

Denigran el concepto de mujer.