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"Aprender otro idioma es observar el mundo a través de un cristal distinto", dice Milorad Pavic. Adquirir otra personalidad, ampliar el campo de percepción. Y bien es sabido que varios escritores han construído sus principales obras en una lengua distinta a la materna, logrando así una increíble artificialidad en el lenguaje. Sin embargo, es imposible separar los idiomas conocidos dentro de nuestro pensamiento. El poseerlos conjuntamente los mezcla, y no me refiero a mezclarlos verbalmente como es el caso del spanglish, sino a la mezcla que se da en el pensamiento.
Quienes manejamos más de un idioma, nos descubrimos con frecuencia pensando en lengua extranjera, o denominando acciones con palabras que se asemejan más a su significado que con las que contamos en nuestro propio idioma.
Ahora que durante la lectura de un texto en una "lengua adicional al español" (como decía en las boletas de calificaciones de la escuela), nuestro idioma se permea en el leído, se forman cadenas especiales de interpretación que va más allá de la que le daría un lector cuya lengua materna es la utilizada en el texto. Por eso con frecuencia formulamos ideas a partir de esos textos que no tienen mucho que ver con lo que leemos, sino que son las reacciones mentales de nuestro idioma ante palabras que se forman con las palabras del otro idioma. Es complejo pero interesante. Como una reacción química de dos elementos que se genera en nuestra mente dando como resultado un compuesto.