viernes, julio 9

PRE-TEXTO

A casi quince días de no dialogar con mi blog (ese parásito que cierto día se instaló en mi cerebro -otro parásito-), es difícil decodificar de nuevo su lenguaje.

Hubo un tiempo en el que era sólo él quien generaba las ideas; yo simplemente las escribía. Yo caminaba, comía, conversaba, incluso pensaba. Pero como dice el evangelio, ya no era yo, sino el espíritu quien vivía en mí.

No es fácil escucharse a sí mismo. No es fácil ir con los ojos bien abiertos, sabiendo que todo lo que emana de mí se refiere precisamente a mí. Si la sociedad me parece detestable es porque mi propia vida me resulta detestable, si la pared está sucia, soy yo la que se siente sucia. Si la literatura ya murió, es mi propia literatura la que ha sucumbido.

La conciencia del desencanto es la única válida. Saber que nada tiene sentido, que nada vale la pena, que nada existe al menos que yo le imprima significado, importancia o existencia.

Qué agotador.

Hace un momento pensaba en el estadio de los padres de San Diego. Pensaba en postear algo acerca de mi rechazo a ese nuevo centro de consumo en el que el deporte es un pretexto. Pensaba decir que la sensación que tengo frente a él cuando camino por las calles de San Diego es la misma que percibo cuando camino por la ciudad industrial de Tijuana. Tenía la intención de decir que algo se perdió. Que perdí algo. Que escribir acerca de esto es el mero pretexto para no encontrarlo.