jueves, julio 15

Utilidades del recién nacido


Aparte de perpetuar la especie, la procreación parece no tener sentido. Es absurdo incluir en una pareja a un ser humano totalmente inútil e indefenso quién mermará la capacidad adquisitiva de los ahora padres, así como sus tiempos dedicados a actividades individuales y de pareja.

Todo parece indicar que la procreación debió haber terminado hace millones de años; pero no fue así debido a los efectos narcóticos de los bebés.

La toma de conciencia de la realidad se acrecenta a través de los años. El infante concibe una realidad utópica que le proporciona la protección del adulto. El joven observa ya lo intolerable de la realidad, pero cree en la posibilidad del cambio, de la revolución. El adulto se da cuenta de que las utopías son eso, y que no habrá ninguna revolución. El saberlo lo devasta, lo convierte poco a poco en un autómata pensante pero resignado. Necesita una distracción de sí mismo, algo en lo que pueda volcar toda su atención para olvidarse de lo que pasa realmente. Algunos eligen cocaína, otros mariguana. Los demás tienen hijos.

Un bebé como centro de mesa evita ver la cara de angustia de la pareja que está enfrente porque no va a alcanzar el dinero para la renta (tal vez por esto la gente de escasos recursos es la que tiene mayor número de crías). Un bebé en el auto ayuda a olvidar que es preciso trabajar diez horas al siguiente día para poder pagarlo. Limpiar la mierda del pañal de un bebé da la sensación de que se está eliminando la mierda que hay en el mundo, la cual es recordada cada media hora en el noticiario del canal local (fue preciso eliminar el gasto del cablevisión).

Un bebé es terapéutico. La familia de adultos en cuyas reuniones navideñas no se intercambian más de veinte palabras, de pronto se convierte en una parvada de dodos parlanchinos a la llegada del primer nieto. Se comunican a través del nieto, casi lo colocan en sus bocas como altavoz para pronunciar la palabras que callaron durante veintitantos años.

La idea del reloj biológico o el "sentar cabeza" no obedece a la necesidad del ser humano de formar una familia. La necesidad (o necedad) de formar una familia es la urgencia de eliminar el contacto con la realidad. Una droga o un bebé son ideales para eso.

Al drogarse, las personas presentan estados mentales idiotas en los que balbucean todo tipo de estupideces. El hacerlo los hace sentir relajados, los hace "olvidar" lo desdichado de su existencia. Con un bebé sucede exactamente lo mismo. La madre, el padre, los abuelos y los tíos, se transforman en seres estúpidos que utilizan lenguajes atrofiados. Las palabras que pronuncian no tienen sentido en su mayoría, y pueden llegar incluso a ensayar movimientos ridículos como los que haría cualquier drogadicto.

El bebé también exige gastos constantes e ineludibles, idénticos a los que supone una adicción. Padres desesperados han robado incluso pañales de un supermercado para atender su adicción. Y el bebé, también como cualquier adicción, crece y demanda más. No contentos con esto, y necesitando todavía más di-versión de sí mismos, se enganchan en una droga distinta (otro hijo), para asegurarse que todo su tiempo libre está consumido.

Curiosamente, el vicio de tener hijos sólo ha sido regulado en muy pocos países. Habrá que ver que tanto reditúa el mercado negro de tener más de un hijo en China, y compararlo con la industria de los productos para bebés en los países occidentales. Este puede ser el caso de un estupefaciente que genera más ganancias no siendo controlado. Pero el control ya se prevee. Son más conocidas las campañas para la planificación familiar que para la rehabilitación de los alcohólicos y drogadictos.

Sin embargo, la solución es la aniquilación.

Una vez que la sociedad esté tan sana de su neurosis que se vuelva justa y perfecta, cesará la necesidad de consumir narcóticos. Una vez que la sociedad deje de consumir narcóticos (drogas y bebés), la población envejecerá y terminará por desaparecer. La mayor prueba de la neurosis de nuestra sociedad es su propia existencia. Ni hijos, ni drogas. La salud implica desaparecer.