Toda escritura es una profecía. Escribimos para anunciar un tiempo que llegará tal y como lo hemos escrito. Si el escritor es alguien atormentado es porque conoce su futuro en su escritura, porque sabe que de sus dedos puede salir su propia sentencia de muerte. Sentencia que cumplirá al pie de su letra, no porque exista un destino que desde antaño lo haya determinado, sino porque él mismo, después de escribirlo, se encargará de llevarlo a la práctica. Las profecías no se cumplen porque el futuro ya estaba previsto, sino que se cumplen porque se escriben. El profeta y el escritor son hombres tan orgullosos que consiguen que sus palabras se cumplan antes de aceptar que lo que escriben o pregonan son simples palabras, y que sólo tiene el poder que se les concede. Aunque, en la mayor parte de los casos, se les conceda la omnipotencia.
Somos nosotros quienes escribimos alguna vez que la realidad está formada por lenguaje. A partir de ahí, nos convertimos en servidores del lenguaje.
Filtro cerebral es un artefacto inexistente formado de palabras cuya finalidad es la bùsqueda de nimiedades.
lunes, octubre 30
sábado, octubre 28
Las Torres Gemelas
Para continuar con mi reciente sustitución de textos por links, aquí va otro; este de un texto publicado en el semanario cultural Bitácora, en el que elaboro un análisis de la alegoría del latino en la cinta Las Torres Gemelas (World Trade center) de Oliver Stone.
Para leerlo, da click aqui
Para continuar con mi reciente sustitución de textos por links, aquí va otro; este de un texto publicado en el semanario cultural Bitácora, en el que elaboro un análisis de la alegoría del latino en la cinta Las Torres Gemelas (World Trade center) de Oliver Stone.
Para leerlo, da click aqui
miércoles, octubre 25
martes, octubre 24
lunes, octubre 23
Otro link
Este de un relato publicado en el suplemento cultural Catedral, incluído semanalmente en el diario Síntesis de Puebla, Tlaxcala e Hidalgo.
Catedral # 733
Este de un relato publicado en el suplemento cultural Catedral, incluído semanalmente en el diario Síntesis de Puebla, Tlaxcala e Hidalgo.
Catedral # 733
lunes, octubre 16
De ensayistas
Aquí va un link de un articulo de la sala de prensa de CONACULTA acerca del trabajo de algunos de los que participamos en el II Encuentro Nacional de Ensayistas de Tierra Adentro.
http://www.conaculta.gob.mx/saladeprensa/index.php?indice=4&fecha=2006-10-09
Aquí va un link de un articulo de la sala de prensa de CONACULTA acerca del trabajo de algunos de los que participamos en el II Encuentro Nacional de Ensayistas de Tierra Adentro.
http://www.conaculta.gob.mx/saladeprensa/index.php?indice=4&fecha=2006-10-09
sábado, octubre 7
Benéficos epifenómenos del subempleo
Retirar un carro parado a media avenida en menos de treinta segundos es algo que sólo puede suceder en un país tercermundista. En Estados Unidos, por ejemplo, un automovilista debe esperar más de media hora a que una grúa del AAA (servicio pagado anualmente por el conductor) venga a, digamos, pasarle corriente.
En nuestro país, gracias a la existencia del subempleo, es posible agilizar enormemente este proceso. Hace unos días, mientras transitaba en mi auto durante la hora pico de la mañana, una panel se quedó parada casi junto a mí. Inmediatamente y sabe Dios de dónde, salieron cuatro limpiadores de carro a toda velocidad, ordenaron al conductor que regresara al volante y rápidamente lo empujaron hacia una calle lateral. Todo esto mientras otro de ellos detenía el tráfico para la maniobra. No pude ver si echaron o no a andar el vehículo, pero lo estaban intentando cuando el semáforo cambio a verde. Todo esto sin contrato anual, sin preguntas y sin aplicar restricciones. Eso sí, nuestros limpadores de auto no ganan ni la quincuagésima parte de lo que gana el chofer de la grúa de AAA, pero parece que con la algarabía del suceso y una propina quedan satisfechos. ¿Mejor o peor? Quién sabe. Eso sí, agradezco vivir en un sitio en el que no tengo que llenar ninguna forma para recibir un favor.
viernes, octubre 6
Quien como tú y todas las palomas se inspira en la oscuridad
día y noche
pica la estrella de mis ojos antes de que brille,
arranca la hierba de mis cejas antes de que blanquee
lanza la puerta a las nubes antes de que yo caiga.
Quien como tú y todos los claveles precisa sangre por moneda y
muerte por vino
sopla el vidrio para su copa de mis manos,
lo colorea con la palabra que yo no dije, rojo,
lo rompe en pedazos con la piedra de la lágrima lejana.
Paul Celan, Amapola y memoria
día y noche
pica la estrella de mis ojos antes de que brille,
arranca la hierba de mis cejas antes de que blanquee
lanza la puerta a las nubes antes de que yo caiga.
Quien como tú y todos los claveles precisa sangre por moneda y
muerte por vino
sopla el vidrio para su copa de mis manos,
lo colorea con la palabra que yo no dije, rojo,
lo rompe en pedazos con la piedra de la lágrima lejana.
Paul Celan, Amapola y memoria
jueves, octubre 5
No he podido hace otra cosa que escribir. Cuando de pronto saltan a mi vista opciones distintas, intento descalificarlas con un después, para que no hagan mella en este impulso que debe ser cuidado y conservado, pues no siempre brota con esa intensidad. Brota, extrañamente, cuando en la realidad emergen límites extraños o soledades. Cuando el dolor de algo que no sé qué es, surge con más fuerza. Entonces viene el deseo de aplacarlo a base de escritura. Cada tecla, un disparo.
°
Existe un estado de enamoramiento que nada tiene que ver con otra persona. No es un enamoramiento feliz, sino un amor doloroso que, pase lo que pase, causa nostalgia. Gran parte de los mexicanos viven el amor de esa manera, no es casualidad que la música popular apele siempre a ese amor perdido, un amor que, en la mayoría de los casos, nunca existió. Nostalgia, no de la muerte, sino del nacimiento.
°
La adolescencia es un estado nefasto del ser humano, no por su carácter transitivo, sino porque en ella se vislumbra al adulto. El adulto es un ser despreciable. Es alguien que, agachando la cabeza, ha aceptado tirar a la basura su ser para conformarse con portar un traje. El adolescente lo presiente, sabe que en unos años tendrá que tomar su vida en un puño y, como una hoja de papel inservible, apretarla y lanzarla al cesto común. No culpo a los adolescentes tardíos. Se resisten a tirar sus últimas gotas vivas. Mucho menos a aquellos que, durante toda su vida han permanecido infantes. Ser adulto es aceptar la domesticación. Sólo quien jamás acepta la etiqueta de adulto conoce realmente qué es eso de vivir.
°
Lanzarlo todo. Pronto y de una vez. Agotarse. Derrochar cada instante. Quedar a cada segundo vacío. Desnudo. Sin habla. No guardar nada hasta el final. Éste es el final.
°
Existe un estado de enamoramiento que nada tiene que ver con otra persona. No es un enamoramiento feliz, sino un amor doloroso que, pase lo que pase, causa nostalgia. Gran parte de los mexicanos viven el amor de esa manera, no es casualidad que la música popular apele siempre a ese amor perdido, un amor que, en la mayoría de los casos, nunca existió. Nostalgia, no de la muerte, sino del nacimiento.
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La adolescencia es un estado nefasto del ser humano, no por su carácter transitivo, sino porque en ella se vislumbra al adulto. El adulto es un ser despreciable. Es alguien que, agachando la cabeza, ha aceptado tirar a la basura su ser para conformarse con portar un traje. El adolescente lo presiente, sabe que en unos años tendrá que tomar su vida en un puño y, como una hoja de papel inservible, apretarla y lanzarla al cesto común. No culpo a los adolescentes tardíos. Se resisten a tirar sus últimas gotas vivas. Mucho menos a aquellos que, durante toda su vida han permanecido infantes. Ser adulto es aceptar la domesticación. Sólo quien jamás acepta la etiqueta de adulto conoce realmente qué es eso de vivir.
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Lanzarlo todo. Pronto y de una vez. Agotarse. Derrochar cada instante. Quedar a cada segundo vacío. Desnudo. Sin habla. No guardar nada hasta el final. Éste es el final.
miércoles, octubre 4
Réplica
Hace unos minutos leía mi blog (el más leído por mí misma). Leía una cita que hago de Maffesoli, en la que explica que nos disfrazamos del rol que representamos en el aparato económico. Hoy no estoy de acuerdo conmigo misma de hace unas semanas, cuando acepté lo que dice el autor italiano.
El problema no es que nos disfrazemos de nuestro rol, sino que nos disfrazamos de lo contrario. Los contadores, en sus ratos libres desean acercarse a la cultura. Incluso exhiben sus chamarras y sus morrales trendy para fundirse en el ambiente. Por su parte, los artistas y escritores desean cada vez ser más "normales" y pertenecer al discurso global. Participar de la diversión de las masas. Estar al día de lo chic y lo cool. Ha triunfado la movilidad. La tendencia es no parecer lo que haces.
Lo que eres, por supuesto, no tiene cabida en este sitio. Sólo existe el hacer y el aparentar no hacer. ¿Hay algo de negativo en esto? Y si lo hay, ¿negativo para quién?
Existe una máscara en cualquier disfraz. No importa si es para pertenecer o para huir. El problema, en todo caso, es la máscara misma (unida al disfraz completo).
Prolifera una tendencia a ocuparse teóricamente de los ligeros cambios. Mantener ocupadas mentes brillantísimas en descifrar los fenómenos de la globalización. Esto permite que la estructura se solidifique, aunque sea por algunas décadas, mientras se desploma. Tiene razón Zízek cuando afirma que la estructura capitalista crea la ilusión de que será eterna. Esta idea de eternidad ocupa a las mentes brillantes. Las motiva a conflagraciones mentales para suspender el discurso hegemónico; y termina volviéndolos inofensivos. Meros chupamirtos pensantes. Seres que, a diario, ven el apocalipsis por la ventana. Sin darse cuenta que esa no es una ventana, sino un espejo.
¿Qué hacer? Nada. Los regímenes imperfectos (es decir, todos), se derrumban por sí mismos.
La única tarea real es ser feliz. Esto es aún más difícil que destronar la globalización.
Hace unos minutos leía mi blog (el más leído por mí misma). Leía una cita que hago de Maffesoli, en la que explica que nos disfrazamos del rol que representamos en el aparato económico. Hoy no estoy de acuerdo conmigo misma de hace unas semanas, cuando acepté lo que dice el autor italiano.
El problema no es que nos disfrazemos de nuestro rol, sino que nos disfrazamos de lo contrario. Los contadores, en sus ratos libres desean acercarse a la cultura. Incluso exhiben sus chamarras y sus morrales trendy para fundirse en el ambiente. Por su parte, los artistas y escritores desean cada vez ser más "normales" y pertenecer al discurso global. Participar de la diversión de las masas. Estar al día de lo chic y lo cool. Ha triunfado la movilidad. La tendencia es no parecer lo que haces.
Lo que eres, por supuesto, no tiene cabida en este sitio. Sólo existe el hacer y el aparentar no hacer. ¿Hay algo de negativo en esto? Y si lo hay, ¿negativo para quién?
Existe una máscara en cualquier disfraz. No importa si es para pertenecer o para huir. El problema, en todo caso, es la máscara misma (unida al disfraz completo).
Prolifera una tendencia a ocuparse teóricamente de los ligeros cambios. Mantener ocupadas mentes brillantísimas en descifrar los fenómenos de la globalización. Esto permite que la estructura se solidifique, aunque sea por algunas décadas, mientras se desploma. Tiene razón Zízek cuando afirma que la estructura capitalista crea la ilusión de que será eterna. Esta idea de eternidad ocupa a las mentes brillantes. Las motiva a conflagraciones mentales para suspender el discurso hegemónico; y termina volviéndolos inofensivos. Meros chupamirtos pensantes. Seres que, a diario, ven el apocalipsis por la ventana. Sin darse cuenta que esa no es una ventana, sino un espejo.
¿Qué hacer? Nada. Los regímenes imperfectos (es decir, todos), se derrumban por sí mismos.
La única tarea real es ser feliz. Esto es aún más difícil que destronar la globalización.
lunes, octubre 2
De viajes
Un viaje es un mito. No importa cuál sea su motivo o su destino. Los viajes sólo consiguen abrir en la realidad cotidiana un hueco, del que poco a poco debe salirse para entrar de nuevo en el engranaje diario. Un viaje es una minificción.
No es posible comprobar científicamente la existencia de un viaje. Queda sólo un sabor vago, una visión borrosa y una memoria cargada de un recuerdo que bien pudiera no ser cierto. Desconfío de los viajes tanto como de mi memoria.
Si fuera el temblor en mis manos una señal segura de que existió un viaje, significa que viajo con demasiada frecuencia. Si fuera un hueco en el estómago, todas las mañanas regreso de un viaje. Si fuera la piel bronceada, mi nacimiento fue el regreso de un viaje.
Aunque podría ser a la inversa. Y el espacio desde el cual escribo, en el que a diario lavo mi cabello y me observo en el espejo, sea en realidad el espacio del viaje. Tal vez todas esas ciudades que recuerda mi mente, esas personas y esas costas son en realidad el sitio en el que habito. Tal vez la ciudad que se cree habitar es una estancia intermedia, tan sólo una escala para el próximo viaje.
Y tal vez la memoria, esa denostada área víctima de múltiples críticas, sea un sitio más real que el que muestran los sentidos. Y cada viaje un recorrido por ese mismo sitio. Y en cada lugar las mismas personas, las mismas búsquedas, la misma euforia, el mismo dolor.
Puede ser que solo habitemos el hueco.
Un viaje es un mito. No importa cuál sea su motivo o su destino. Los viajes sólo consiguen abrir en la realidad cotidiana un hueco, del que poco a poco debe salirse para entrar de nuevo en el engranaje diario. Un viaje es una minificción.
No es posible comprobar científicamente la existencia de un viaje. Queda sólo un sabor vago, una visión borrosa y una memoria cargada de un recuerdo que bien pudiera no ser cierto. Desconfío de los viajes tanto como de mi memoria.
Si fuera el temblor en mis manos una señal segura de que existió un viaje, significa que viajo con demasiada frecuencia. Si fuera un hueco en el estómago, todas las mañanas regreso de un viaje. Si fuera la piel bronceada, mi nacimiento fue el regreso de un viaje.
Aunque podría ser a la inversa. Y el espacio desde el cual escribo, en el que a diario lavo mi cabello y me observo en el espejo, sea en realidad el espacio del viaje. Tal vez todas esas ciudades que recuerda mi mente, esas personas y esas costas son en realidad el sitio en el que habito. Tal vez la ciudad que se cree habitar es una estancia intermedia, tan sólo una escala para el próximo viaje.
Y tal vez la memoria, esa denostada área víctima de múltiples críticas, sea un sitio más real que el que muestran los sentidos. Y cada viaje un recorrido por ese mismo sitio. Y en cada lugar las mismas personas, las mismas búsquedas, la misma euforia, el mismo dolor.
Puede ser que solo habitemos el hueco.