miércoles, marzo 10

NO LEAS ESTE POST

O: no tomes esa bebida, no fumes, no abuses de los rayos del sol, no,no,no,no. No lo hagas! (porque no deseo nada más en el mundo que hagas lo contrario).

Marlboro aids

Dentro de una cajetilla, un nuevo instructivo que garantiza que el fumador no se aleje del vicio. Cínicamente le dice todos sus defectos, no deja nada que decir para quién lo fuma. Es un hábil amante que pide que lo dejen porque sabe que si ruega lo contrario, lo abandonan
.
Los anuncios publicitarios para atraer clientes para la industria del tabaco nunca serán tan efectivos como estos pequeños sermones en diminuta letra, que suplican que los dejen. Nada más efectivo para permanecer en lo mismo que un sermón.

En nuestra cultura, los sacerdotes instauraron el uso de los sermones para garantizar la permanencia de los fieles, para que cada domingo regresaran a escuchar las duras palabras y la promesa del fuego terno. La necesidad de permanecer impávidos en sus vidas los hacía (hace) regresar cada semana para que les sea garantizado que "existe la posibilidad de ser mejor", de tender hacia esa "perfección", tan inalcanzable que no frustraba jamás la vida de quienes nunca la alcanzarían. Y la iglesia llena el siguiente domingo. Y todo igual.

Tal vez sea mejor no reconocer los daños que ocasiona una actitud, un alimento, una persona; pues si se reconocen y, a pesar de eso, se pasan por alto, el reconocimiento de transforma en sermón, por lo que se elimina cualquier posibilidad de un cambio de conducta.

Por eso, cada vez que escuchamos: ya voy a dejar de fumar porque es muy malo, me puede causar... podemos estar seguros que nos encontramos ante un cliente cautivo a quién enterraremos con los pulmones negros.

Cuando el público se ha vuelto más inteligente que la publicidad, hay que darle la contra, prohibirle la compra; no tardarán dar la muestras claras (oh, no!) de su rebeldía. De no realizar la lista de tareas que les dejó su madre antes de irse a trabajar.