Cero y van muchas
Si algo bueno tiene el actual cine que se está haciendo en México es, que en su mayoría, no copia a Hollywood.
Copia a López Dóriga.
Es bien sabido que la realidad supera cualquier ficción. Mientras que durante meses se filmó la película Cero y van cuatro, bastaron unas horas para mejorar varias de sus escenas con el linchamiento de Tláhuac transmitido por Televisa.
Las noticias son cada vez más divertidas, ¿o será que López Dóriga quiere ser el nuevo Sevcec? El noticiero se asemeja más a Primer Impacto o Al rojo vivo que a un noticiero nacional. Ni modo, la competencia es dura.
Es cierto que los temas que tratan los guionistas mexicanos son reiterativos: corrupción, violencia, drogas, sexo, poder; sin embargo, la manera en que los tratan dista mucho de las historias norteamericanas de villanos y héroes. A diferencia de Estados Unidos, en México nadie se salva. Todos estamos involucrados. El héroe no es el que cumple la ley, sino el que la quebranta con mayor humor, con desvergüenza y estilo.
Desde el renacimiento del cine mexicano se han producido varias películas de calidad: Amores Perros, La ley de Herodes. Y a pesar de que algunos de los actores ya andan pisando la alfombra hollywoodense, existe la clara conciencia de que el retomar los temas estadounidenses como lo hacen los reality shows o los programas de juegos es condenarse a desaparecer.
Cero y van cuatro es una película que entretiene sin mejorar el noticiero de las diez. Pero de malos pintores se hacen los buenos, así que producciones de ese tipo permiten que vean la luz películas independientes como Japón de Carlos Reygadas, excelente filme en el cual el silencio mexicano es el mejor narrador.