domingo, diciembre 26

Nombrando la realidad

La revolución industrial entorpeció a la poesía porque los procesos de producción modificaron los procesos de creación. Antes de la producción en masa, la producción artesanal obedecía a maneras personales de construir productos. Era posible que cada productor hiciese una descripción distinta de los pasos del proceso que utilizaba para su propia producción. Cada artesano, como cada poeta, tenía la capacidad de ver aspectos distintos de la realidad, desde su perspectiva fresca, desde su propia indagación.

Pero con la producción en serie, incluso vivir se vuelve un proceso de etapas comunes: nacer, crecer, reproducirse y morir. Esta es la normalidad. Y así como éste, existen millones de procesos que hemos introyectado y que constituyen nuestra propia manera de percibir la realidad.

El poeta es un descubridor. Entendiendo como descubridor alguien que nos permite darnos cuenta de algo que ya estaba ahí, pero que no habíamos percibido. Y lo que descubre el poeta son etapas adicionales a los procesos que conocemos o procesos que no hemos advertido pero que, una vez nombrados, los reconocemos.

Cuando Lezama Lima dice:

El odio a fingir el encerado, ocultando con el pañuelo
el rey de espadas, y la marmórea, obligada cerrazón
del cimbalón de las carcajadas lanzadas al asalto.
Y no el traspaso de la agujeta cenital, sino el manteo
de ir recubriendo el ciruelo con la otra carne lunar,
cuando vamos reclamando el hueco del almendro...


está nombrando, con los recursos que tiene a su alcance (las palabras de nuestra lengua), etapas de procesos de pensamiento, de sentimientos, o de acciones que no son identificables por no haberse incluido dentro de los procesos “aceptados” socialmente, pero que no por eso son inexistentes.

El problema para el poeta actual es que su pensamiento se encuentra obnubilado por los diagramas de flujo que se encuentran incrustados en su mente. Desde el funcionamiento del cuerpo hasta el funcionamiento de la PC han sido descritos como procesos que constan de ciertas etapas que son validadas como verdaderas y científicas; pero, ¿que hay entre esas etapas? ¿que hay del paso 1 al paso 2? Lo que hay entre esos dos pasos es materia de la poesía porque, mientras que la ciencia simplifica, la poesía tiene la función de develarnos la totalidad de lo real. Y como los millones de pasos que hay del 1 al 2 no han sido nombrados de manera consensual, es preciso diseñar combinaciones novedosas del lenguaje para que puedan ser comprendidas en su totalidad. No se diga de los procesos que aún no han sido percibidos.

Entre el dedo que golpea la tecla y la tecla, hay un poema extensísimo que permite advertir las decenas de imágenes que describirán y descubrirán todo lo que sucede durante tan “insignificante” acto. Estos “descubrimientos” son, sin embargo, amenazantes. Ampliar el campo de percepción siempre resulta en una toma de conciencia de las motivaciones reales de los actos de los individuos, y una conciencia superior es una conciencia no manipulable. Es por eso que, lejos de permitir la ampliación de la percepción, se nos bombardea de información, dejando nulo lugar para la indagación poética. La información son procesos prefabricados, cuyas etapas han sido previamente seleccionadas dentro de las millones que los constituyen.

Por eso la poesía exige alimentos no procesados. Necesita ruido, tranquilidad, movimiento y silencio; pero de primera mano. La poesía exige ser productores y no consumidores. Sembrar la parcela propia, autorregenerarse. Habitar en un mundo no narrado.

Qué alegría, qué alegría
qué majestuosa tristeza esa unión
de la respiración misteriosa, entre la transparencia que se recibe
y la exhalación de las entrañas que se devuelve.
Esa es nuestra morada,
la pureza que se recibe
y la siniestra semilla que se hunde.


Lezama Lima