martes, enero 11

Han transcurrido diez semi-días desde que inició el año. Me prometí no escribir en esta página hasta que llegara un día realmente completo. Hoy tampoco lo fue. Conduje una hora hasta mi lugar de trabajo, e inmediatamente otra hora de regreso (se suspendieron las labores por la lluvia). Recorrer ese tramo con tanta lentitud, me llevó a darme cuenta de algo: he sufrido un exorcismo. De pronto me encontré observando la ciudad, la belleza de los encharcamientos; la lluvia, gota a gota sobre el parabrisas. Los cientos de hombres y mujeres conduciendo bajo el nombre de tráfico. Y me di cuenta: no pensaba. Estaba verdaderamente conectada con el mundo real. Abrí la ventana y saqué la mano para tocar la lluvia que días atrás no tomé en cuenta. Tuve suerte de que entre los autos no estuviera un compañero de mi maestría que hace un par de días, mientras yo miraba con asombro una bolsa de galletas que estaba junto a la cafetera, me dijo:

–Son galletas, Mayra. Las hacen en el planeta tierra.

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Se ha hecho un llamado a la población a tomar conciencia de los estragos de la piratería editorial en nuestro país. Resulta que de cada diez libros que se venden en México, dos son piratas. En el artículo invita a reflexionar acerca de esto pero, ¿no es el trabajo de lector el más solicitado en el país? Ocupamos un lugar ridículo en cuanto a número de libros leídos per cápita a nivel mundial. Al final de cuentas, un escritor –a menos que sea Fuentes o García Márquez– sabe que no podrá comprar más allá de un viaje redondo en el territorio nacional con sus regalías. La diferencia de pérdidas debidas a la piratería entre Paulina Rubio y Volpi es mayor que la aportación de México a los damnificados del Tsunami Asiático. Así que, si es por el dinero, los males no son mayores.

Sin embargo, habrá que hacer un análisis de qué libros son los que se clonan sin autorización. Definitivamente, no es la cantidad la que afecta, sino la calidad de la cantidad. Después de los bestsellers mundiales ¿Quién se comió mi queso? y El caballero de la armadura oxidada , encontramos entre los títulos más reproducidos clandestinamente dos obras que, si fuera una buena ciudadana mexicana, no revelaría. Los libros son:

Dios mío, hazme viuda por favor y... Señor, quítame lo bruto