Al fin José Arcadio Buendía logró mover por equivocación un dispositivo atascado, y la música salió primero a borbotones, y luego en un manantial de notas enrevesadas. Golpeando contra las cuerdas puestas sin orden ni concierto y templadas con temeridad, los martinetes se desquiciaron. Pero los porfiados descendientes de los veintiún intrépidos que desetrañaron la tierra buscando el mar por occidente, eludieron los escollos del trastrueque melódico, y el baile se prolongó hasta el amanecer.
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad
Ah, el lenguaje. Esa adicción.