miércoles, agosto 18

La araña, la mosca, la mosca, la araña; la araña, la mosca, la mosca, la araña; la araña, la mosca, la mosca, la araña; la araña...

El concepto de locura, como la mayoría de los conceptos, ha evolucionado a través del tiempo. Pasó de ser incluso un estado deseable por motivos místicos, a indeseable por los mismos motivos (posesión diabólica). Posteriormente, varios estudiosos de la mente se dedicaron a clasificarla, indagar sus rasgos y características; hurgar tanto en el tema que se determinó que todos la padecemos en un mayor o menor grado.

De la idea de la masificación de las neurosis, surgen autores investigan la inteligibilidad de los pensamientos y comportamientos (R.D. Laing) de los psicóticos. Sus teorías se malinterpretan y se cree que si es posible comprender a un esquizofrénico, significa que lo que expresa es coherente. Incluso hay autores que afirman que los locos son los que piensan que existen los locos (Thomas Szasz). El gusto por el lenguaje esquizo se populariza. Ahora incluso los “morning shows” de las principales cadenas televisivas de nuestro país entretienen con personajes de este tipo.

Freud creía en la alotropia como una señal de sanidad. Pero las teorías de Freud llegaron a los norteamericanos. A pesar de Freud, el psicoanálisis se convirtió en una teoría de la autotropia (adaptación del individuo a la sociedad, situación que Freud consideraba un síntoma neurótico) La psicoterapia en occidente se transformó en una fábrica de neuróticos (incluso piscóticos) que, unida a las condiciones políticas esquizofrenizantes (el doble mensaje del Estado: la discrepancia entre el discurso político y la realidad social) y a una mercadotecnia cada vez más conductista, convirtió al neurótico en el ciudadano promedio. Un arrangement (adaptación) se ha vuelto inminente.

Sucedió primero con la obesidad. El consumo produjo ciudadanos obesos en su mayoría y, como es más fácil la adaptación que la revolución, se elaboró toda una campaña para aceptar a los que de todos modos morirían pronto de un ataque cardiaco. Y no son “gordos”; son “big people”. Incluso se les crearon sus propios concursos de belleza y sus tiendas de ropa “cool”. Por supuesto que esto sucedió a nivel discurso. La discriminación contra la gente obesa y la presión por un cuerpo perfecto están en su apogeo. Y situaciones como éstas y como las mencionadas anteriormente han provocado que se “acepte” al neurótico como un ser “normal”. La “apertura”, la “tolerancia” permiten que la excentricidad no se considere anomalía. Incluso están de moda “los alternativos” (y entre éstos los creadores de “arte”).

El grado de aceptación se “abre”.

Al tiempo que la discriminación se recrudece. Que la intolerancia se intensifica. Al tiempo que a una sociedad “renovada” se le regresa a las antiguas formas de gobierno represivo (con referencia a los triunfos electorales en Tijuana y Oaxaca), los dobles mensajes aumentan la esquizofrenia. Pero no hay problema: son nuestros hijos, los aceptaremos.

La historia es cíclica. En estos tiempos regresamos al punto de inicio, al estado virgen de información en el que consideraremos de nuevo a la locura como un estado místico deseable. Aunque esta vez lo hayan producido otras divinidades: Hollywood, Bush, Televisa y Coca-cola.