"Existe en campo invisible que mantiene unida toda la realidad, un campo que posee la propiedad de saber lo que está pasando en cualquier parte en un momento determinado".
David Bohm, Campo de la energía inteligente
No hay mejor manera de mantener una utopía que nombrándola. Una vez que la palabra ha sido creada, miles de voces agradecen. Al fin han encontrado una palabra adecuada. O una escondite.
Existen grados de dependencia. Se puede ser más o menos dependiente de la madre, del dinero, de la sociedad. Todo cuanto existe está ligado. Me puedo engañar diciendo que no tengo nada que ver con, que aquello es totalmente ajeno a, que lo que escribo es algo totalmente independiente. Que soy independiente.
Independiente es una palabra construída para eliminar los posibles vínculos con lo que estoy obviamente vinculado. La independencia es tan absurda como los resultados actuales de la lucha de México en 1810. Cierto es que los grados de dependencia convierten en sana o en patológica la relación con alguien o con algo. Grados de dependencia sanos son aquellos en que se acepta la relación del uno con el todo.
Las frases mismas establecen las relaciones. Decir que este texto es totalmente ajeno a la literatura húngara obviamente lo liga con ésta. Afirmar que no dependo de alguien me liga a ese alguien del que no dependo, y al que necesito para afirmar que no dependo de él.
Dependo de lo que no conozco, de quien no me conoce, de lo que existe. La dependencia es la mera interrelación; pero cuando socialmente las interrelaciones se dificultan cada vez más, se facilita más el halagar esa discapacidad que el enfrentarla. Y para no calificar a la discapacidad como negativa, se le califica con una palabra utópica que es consumida por la fantasía social. Se le califica como independencia.
La independencia es un escudo de dolor. Es el escudo de quien depende tanto que desgasta su vida en demostrar lo contrario, recorriendo un camino paralelo.