lunes, febrero 2

Desfilemos

Si te vas a acercar, acércate. Ya estoy cansado de tus prextos de sal. Cansado de ser el último de la cocina. El último que levanta los platos de lo que ya no comemos. Hay tanto asfalto encima de nosotros. Ayer estábamos bien. Tú corrías con tu falda blanca entre los amarillos de lo que quería para ti. Pero te cansaste, y ahora tengo que pasar solo frente a los insectos y los utensilios. Tomar el bote de condimentos que sirve para aderezar los platillos que existieron. La comida que se llevaron las olas.

Ahora todo son olas. Todo son olas y vas y vienes y te acercas. Quiero penetrarte el viento, ese viento que ya no me pertence. Nunca supimos caminar en las tiendas de peces, pero nos movíamos bien y tu decías que eras feliz y que te gustaba lo que yo creía que me gustaba. Y las hamburguesas norteamericanas. Vas y vienes y nos rociamos de silencio para estar listos para el desfile. Así te conocí, en un desfile, viendo como tus caderas se movían bajo el pantalón ceñido, y los celos. Y yo entre el agua y entre la espuma y tu boca que se acerca y no pasa el tiempo y somos. Y fuimos tanto que somos desfile.

Ya no estoy contigo. Y si te pido que te acerques y me beses es porque lo escribo, pero no lo diré. Escribo porque no quiero usar lo fonológico contigo. Contigo mujer o contigo escritura. Con eso, con todo lo que no soy yo, pero que alguna vez fui. Alguna vez mientras nadaba dentro de ti, mientras pretendías gemías olías a ser amante. Siempre me han gustado las lágrimas de cristal que penden del candil de la casa de tu madre, y la luz que irradia me hacía volver a ti y sentarme lo más lejos posible para verlas de cerca. Lejos de ti estamos mejor tú y yo. O tal vez experimentemos una patología nasal.

Una y otra vez he intentado la independencia económica para depender de los objetos que me restan independencia y merman mi economía. Lo entiendo cuando lo dices, pero yo sólo quiero tus piernas y verte sobre mí gritando tan fuerte que no se escuchen los tambores del desfile. Ya están uniformadas nuestras familias, anda. Mi tía tiene puesto su traje de mayonesa y tu hermana ya sube la escalera de la histeria para observarnos mejor. Con nadie podría desfilar mejor que contigo. Con nadie vivir este paroxismo. Pero las calles ya están negras y el desfile se oscurece. La primera vez siempre fue la mejor.

Me estoy cansando de inventar nuestra historia sin ti. Pero al fin de cuentas todas las historias son creaciones individuales. Como la realidad, cada quien tiene la versión de su historia, y yo invento que existes y que existo yo y que yo soy yo; aunque en realidad sólo sea el-que-desea-que-seas. El que nadó entre las palabras desconocidas, las zarzas ardientes y las monedas de cinco centavos. El que te espera, a TE que se refiere a ti, pero que no tiene sentido si no soy yo el que lo dice.

Acércate a mi espejo para convencerme de que no eres nada, de que la nada también es algo y que tú y yo que vivimos en mí que tampoco soy nada, algún día fuimos felices y fuimos deudores de la Secretaría de Administración Tributaria y registrados en la base de datos del gobierno como ciudadanos con derechos y obligaciones. Pero eso a ti ya no te importa, y prefieres lamer el hierro helado de la distancia y beberme los ojos. Y yo aquí inventándote como un iluso. Inventándote tejiéndote de grafías para no extrañarte, construyendo el cuerpo perfecto que algún día fuiste, cuerpo mío en piel; que ahora no acercándote confundes. Y entre más tejo tu figura para besar el contorno de mi creación, te levantas y te acercas y me pides que vayamos al desfile, que me vista y me ponga los zapatos. Que ha comenzado la función.