Ella
Utilizaré en este texto la vieja estrategia de mantener la atención del lector al no revelar la identidad del personaje y, por el contrario, aparentar que la revelo falsamente.
Desde el inicio, cualquier lector promedio sabrá que la identidad del personaje no será la que el texto intenta aparentar que es, pero continuará leyendo con la finalidad de saber de quién se trataba en realidad. Yo diré al final de quién se trataba y el lector se verá reconfortado, pues su confianza no ha sido traicionada; por más que la verdadera identidad del personaje le parezca absurda o simple. Aunque, tal vez, mientras esté elaborando el texto me arrepienta, y defraude la confianza del lector, omitiendo la esperada verdad. En este caso las opiniones se dividirán, pues habrá quien prefiera la forma tradicional (estilo Scooby Doo) en la que al final se descubre al malhechor, y quién prefiera la semi-novedad de quedarse con la duda. Ambos finales son posibles y comunes: decir y no decir, “terminar” o “cortar”. El reto sería que este texto nos llevara a un descubrimiento distinto de los dos esperados, uno que divida aún más las opiniones, pero que provoque en la mayoría, la sensación de haber estado en ese sitio por primera vez.
Al decir esto, podría pensarse que el final caerá forzosamente en la tercera opción, pues es la que promete vencer un reto, la que el autor de este texto no critica, sino que propone como una opción deseada y novedosa; pero el autor no ha dicho que también es difícil, y que le es fácil proponerla pero no así lograrla, razón por la cual el autor se ha decidido por una cuarta opción*: no escribir ningún texto.
*Esta opción es la que deberían tomar los cientos de autores que creen que todavía sorprenden con sus finales gastados e historias predecibles, de modo que los lectores de sus obras se vean obligados a tomar el riesgo de conocer las obras de quienes los llevan a esos lugares no familiares que tanto les aterran; por ejemplo, hacia sí mismos.