jueves, febrero 26

ITACA O EL CAMINO

Existen opiniones encontradas acerca del gusto o el desprecio por conducir un auto. Pero quienes lo disfrutan comparten la experiencia de sentir que no están realmente en ningún lado, que estar en el auto es suspender el tiempo por unos momentos, avanzar hacia el futuro o retroceder al pasado: tener el control.

El pretexto de “ir hacia” no es otra cosa que eso. Conducir es escaparse, mantenerse en un movimiento falso mientras la vida pasa literalmente frente a nosotros, mientras pasamos sin estar.

Al conducir nos atrevemos a ser más agresivos o más amables, pues no tendremos que permanecer más tiempo con el conductor al que insultamos, que el que dura el semáforo, ni tendremos que establecer una amistad con la persona a la que dimos el pase: todo desaparece con el movimiento, todo se va como nos gustaría que se fuera en la realidad peatonal.

Hay quienes pasamos buena parte del día trasladándonos, yendo de aquí para allá: al trabajo, a la casa, al evento, al centro, a ningún lugar en realidad. Y nos quejamos del tráfico, de los conductores, de la pérdida de tiempo pero ¿qué sería de nosotros sin esa maravillosa pérdida de tiempo? Nos saturaríamos de realidad, de tiempo. Nada más terrible para el conductor, que al fin llegar a Itaca, que al fin estar realmente en El Sitio.