REALITY SHOW
 Sin duda la televisión nos ha entrenado lo suficiente. Presenciamos en ella todo tipo de situaciones: desde las más cursis y estúpidas hasta las más enfermizas y violentas; y a base de imágenes vamos perdiendo nuestra capacidad de asombro. No es raro escuchar:
--¿Qué le pasó?
--Fíjate que lo descuartizaron en la casa de arriba y lo tiraron en el bote de la vecina
--Ah, órale.
 Diariamente vemos en "El mexicano: segunda sección" encabezados que nos narran hechos violentos que suceden a diario en la ciudad. Recibimos tanta información que somos incapaces de procesarla, lo cual es saludable, ya que si tomásemos conciencia de lo real de los hechos, seguramente viviríamos atormentados. Desgraciadamente la exposición a un volumen tan alto de violencia nos vuelve insensibles; y cuando los hechos se registran en presencia nuestra, la apatía aprendida se transforma en inacción.
 Eran aproximadamente las doce del día; el bulevar Agua Caliente estaba repleto de autos, y las banquetas de peatones. El semáforo se puso en rojo a la altura de la calle Ermita. Recorrí con la mirada los autos, observando a los conductores enfadados, entonces volteé hacia la banqueta: un hombre corría calle abajo, con la cara y la camisa llenas de sangre; tras él, otro hombre hacía el intento de alcanzarlo y, en treinta segundos, lo alcanzó. Lo golpeó hasta cansarse, primero de pie, luego sobre la banqueta. Los transeúntes rodeaban la escena (oh incomodidad! ) y continuaban su camino. Nadie, nada, nunca. Otro hecho violento, en vivo sí, pero ¿y?
Aun así, algunos peatones lo comentaron:
--¿Viste el show?
--Sí.
--¿Qué onda eh?
--Sepa.
--Orale.