lunes, febrero 3

MI CLIMA Y YO

Uno de mis sitios preferidos es weather.com.Hace años obtenía la información climatológica de los segmentos incluídos en los noticiarios; después descubrí The Weather Channel, precisamente en el ¨97 cuando tuvimos una prolífica temporada de lluvias gracias a "El Niño". Recuerdo ver con emoción una mancha verde (en la imagen de satélite) que se aproximaba del océano pacífico hacia la costa de los Estados Unidos, calcular el tiempo en que la lluvia estaría en Tijuana cuando ya había tocado Los Angeles; predecir, conocer de antemano lo que pasaría.

Pronto comencé a observar cuidadosamente la predicción del tiempo que hacían en este canal y, al descubrir el patrón de comportamiento de la imagen de satélite, pude predecir cuando llegaría la lluvia sin esperar a los pronósticos.

Con la llegada de weather.com abandoné la televisión (y de hecho aún la tengo abandonada). El revisar el comportamiento climatológico en este sitio permite ver predicciones hasta de diez días en unos segundos: sencillamente orgásmico.

Mi comportamiento siempre me pareció normal ¿que hay de malo en informarse acerca del clima de la ciudad? ¿o de la ciudad a la que vas a ir de viaje? nada. Sin embargo, me empecé a preocupar ante las caras de asombro de quienes conocían mi fijación. Entonces indagué en mi cerebro para encontrar las posibles causas a esta afición: ambientes controlados. Esta mentalidad es producto de mi cercanía a una sociedad en la que las eventualidades son detestables y difíciles de manejar. La idea de existir en un ambiente controlado es lo más seguro y deseable para ellos; consumen pólizas de seguro a millones y productos que les prometan no presentar sorpresas desagradables. Del mismo modo, un clima impredecible es una molestia, una falta de control sobre un ambiente que, aunque también incontrolable, permite conocerlo de antemano para tomar las medidas necesarias para enfrentarse a él; así, el estar "preparado para", se convierte en sinónimo de control.
En mi mente, las imágenes de los transeúntes de Tijuana cubriéndose con cartones y bolsas de plástico se mezclan con las imágenes que observé tantas veces por ese canal: cientos de paraguas abiertos en ciudades maquéticas y perfectas.

Y entre esos dos mundos estoy yo, revisando a diario la predicción del clima; paseando con mi sombrilla en los escasos días de lluvia que hay en esta ciudad , mientras observo a quienes caminan bajo los techos, corren a sus autos, o se protegen con bolsas u otros artefactos, adaptándose sin chistar, como todo habitante de este país, a un medio ambiente impredecible que va desde diluvios hasta devaluaciones.