lunes, enero 26

La Saliva: Enemigo mortal

Me habían comentado de un señora entrada en años a la que un flamante mesero le proporcionó primeros auxilios en un crucero, al atragantarse con su propia saliva. De otra mujer (chiquilla de treinta y dos) a quien tuvieron que hacerle una incisión en la encía para retirarle un quiste malévolo de saliva. Pero no lo hubiera creído, si no es porque, el sábado pasado, casi me mata mi líquido vital.

Conducía por la vía rápida con algo de prisa, y decidí darme el placer de saborear un halls. Lo paseaba con mi lengua de un lado a otro y respiraba un poco por mi muy constipada nariz. No sé qué palabra en la música del radio me hizo respirar con fuerza, y unas gotas de mi refrescante saliva fueron a parar directo a mis pulmones. Espasmo laringeo, me dijo más tarde un médico con el que conversaba (no en un consultorio). Pero el "espasmito" ese me puso a toser como si me estuvieran ahorcando, a buscar entre el viento al más delgadito para que entrara por la necia de mi tráquea, que se había cerrado para que ya no la estuviera molestando con ese tipo de saliva, a lagrimear como niña en el primer dia del kinder; todo esto mientras intentaba no llevarme de paso a los conductores que nada tenían de culpa por mis instintos suicidas.

No me quiero morir. De eso me di cuenta, mientras bajaba el vidrio de mi carro para ver si la fuerza del viento me servía de algo. Pero el aire no me entraba y mi intento por respirar se asemejaba más a los gritos de una foca que a los de una mujer moribunda de treinta años. Pasaron los que sentí como diez minutos y mi tráquea comenzó a tenerme confianza, sobre todo cuando tiré muy lejos el paquete de halls.

Mi paranoia ha crecido desde entonces. Ya no son sólo las posibles complicaciones que surgen con los productos químicos del shampoo, o la descalcificación por las bebidas gaseosas, los gases tóxicos que están en el hogar, o los secuestros express o los ataques terroristas. Mi enemigo mortal más cercano habita dentro de mi, y lo tengo que tragar con suma cautela, cada veinte o treinta segundos.