Quien no se acepte perdido, que no escriba. No puede escribir quien tiene todas las respuestas, pues escribir es preguntar. Quien pretende saber, y escribe, no sólo se pierde a él mismo, sino que pierde también a quien lo lee. Es como aquel hombre que, creyendo conocer su espacio, instruye al forastero en un camino que nunca ha recorrido, pero que presume conocer.
La escritura es la más sencilla de las tareas, pues se llega a ella desnudo y con las manos vacías. Aunque tal vez lo más difícil es eso mismo, presentarse en blanco ante el lenguaje y preguntarle. No querer llenar la página en blanco, sino ser la página en blanco. Ser escrito. Andar por el lenguaje sin santo ni seña.
Sentarse, calladamente, a escuchar.
Filtro cerebral es un artefacto inexistente formado de palabras cuya finalidad es la bùsqueda de nimiedades.
jueves, agosto 31
jueves, agosto 17
Después de enterarnos de la sobrevivencia de los pescadores de Nayarit -quienes duraron nueve meses a la deriva en el océano pacífico, para después ser hallados cerca de Australia- debemos de renunciar a cualquier preocupación por el presente y futuro de nuestro país. Pertenecemos, sin duda, a una de las razas más adaptables y resistentes del planeta. Si sobrevivimos setenta años al PRI, ¿cómo no vamos a sobrevivir nueve meses en el océano? ¿o los problemas postelectorales?
Venga lo que venga, desgraciada o afortunadamente, la raza cósmica está lista.
Venga lo que venga, desgraciada o afortunadamente, la raza cósmica está lista.
martes, agosto 8
TELECCIONES
El conflicto electoral que experimenta México es consecuencia de las telecciones. Es posible que haya existido un fraude electoral, sí, pero creo que algunas de las irregularidades en el conteo electoral se debió a la urgencia del PREP por generar la información necesaria a los medios que transmitían las elecciones en tiempo real. La prisa por rendir cuentas a los noticieros que transmitían su "Telectón" provocó en parte los errores en los cálcuos.
Dice Paul Virilio que "La democracia es la espera de una decisón tomada colectivamente. La democracia viva, la democracia automática, elimina esta reflexión en beneficio de un reflejo." Y es precisamente el reflejo el que estuvimos exprimentando durante los meses de Mitofsky, o el día del PREP. La exigencia del tiempo real exigía que se eliminara la espera que hace posible que exista la democracia en pos de un resultado inmediato. Ahora, el proceso natural de la elección ha tomado su curso a pesar de nuestra impaciencia, y se ha vuelto más largo de lo esperado. Ahora, debemos esperar. El tribunal electoral, aunque presionado por los medios, toma su tiempo necesario para deliberar. Cabe sólo aguardar a que el hambre informativa no sabotee de nuevo el curso normal del proceso y continuemos viviendo un proceso electoral interminable, que se alarga por querer ser inmediato.
El conflicto electoral que experimenta México es consecuencia de las telecciones. Es posible que haya existido un fraude electoral, sí, pero creo que algunas de las irregularidades en el conteo electoral se debió a la urgencia del PREP por generar la información necesaria a los medios que transmitían las elecciones en tiempo real. La prisa por rendir cuentas a los noticieros que transmitían su "Telectón" provocó en parte los errores en los cálcuos.
Dice Paul Virilio que "La democracia es la espera de una decisón tomada colectivamente. La democracia viva, la democracia automática, elimina esta reflexión en beneficio de un reflejo." Y es precisamente el reflejo el que estuvimos exprimentando durante los meses de Mitofsky, o el día del PREP. La exigencia del tiempo real exigía que se eliminara la espera que hace posible que exista la democracia en pos de un resultado inmediato. Ahora, el proceso natural de la elección ha tomado su curso a pesar de nuestra impaciencia, y se ha vuelto más largo de lo esperado. Ahora, debemos esperar. El tribunal electoral, aunque presionado por los medios, toma su tiempo necesario para deliberar. Cabe sólo aguardar a que el hambre informativa no sabotee de nuevo el curso normal del proceso y continuemos viviendo un proceso electoral interminable, que se alarga por querer ser inmediato.
viernes, julio 28
AMOR DE VERANO
Ningún actor quiere que el éxito de su espectáculo termine; por ello es comprensible que Felipe Calderón y López Obrador se aferren a su exitosa campaña electoral, aún después de las elecciones.
¿Exitosa?
No en términos de lo que una campaña electoral “debería” de ser, sino en términos de ratings. Creo que si Mitofsky hiciera una encuesta acerca del seguimiento mediático de esta campaña electoral, sin duda se llevaría el premio a la más “vista” en México de todos los tiempos. La más vista, no la más participativa en cuanto a número de votantes. El voto mental que todo televidente emitía a diario durante la campaña mediática no llegó a las urnas por parte un enorme porcentaje de la población. Los peligros de la ilusión participativa de los medios.
El 2 de julio sólo fue un capítulo más en este sitcom electoral que era aún mejor que “El privilegio de mandar”. El proceso electoral televisado, desde el voto de Carlos Fuentes hasta el desvelo de López Dóriga, probó que se trataba de un evento mediático, como el mundial de fútbol o la muerte del Papa. El problema ahora es que, a diferencia de los jugadores de la selección o el difunto Papa, los candidato electorales que gozaron de mayor popularidad durante la campaña quieren, literalmente ¡que siga la fiesta!
Y es que era tan bonito estar todas las mañanas en la pantalla. Ser entrevistados por los peinaditos de televisa: Loret de Mola o López Dóriga. Hablar y ser aplaudidos por las multitudes sentadas en su sillón. Verse cada media hora en cualquier canal. Y ahora, ¿por un simple acto electoral se va a acabar toda esa lindura? No señores. Claro que no. ¡Voto por voto! ¡Casilla por casilla!
Ninguno de los dos candidatos ha entendido que, ahem, ¿cómo decirles?¡ Las elecciones son el fin de la campaña electoral! Sí, señores. Siento mucho deciros tal horrible verdad, pero, al menos en este país, así se acostumbra, ¿O se acostumbraba?
Ahora, como los comerciales en las televisoras cuestan más caros cuando sale el azulito o el amarillito, pues venga nos.
Calderón sigue utilizando el lenguaje de la campaña electoral. En una entrevista que le hizo Andrés Oppenheimer, hablaba de la política nacional como un niño optimista salido de Harvard. Ah, perdón, pues de ahí salió ¿no? Incluso llegó a manifestar su largamente pensada solución a la inmigración ilegal a los Estado Unidos. Sí, que nuestro país vecino construya carreteras en México en vez de muro fronterizo. Así nuestros paisanos, ¿qué? ¿ Se pasearán de pueblo jodido en pueblo jodido? Pero bueno, ni siquiera eso es lo utópico del asunto, sino que cree que Estado Unidos dejará de gastar en la guerra de Irak para venir a construirle las carreteras que quiere, ¿qué lindo, no?
Todo lo que dijo en la entrevista era por el mismo tono, como si aún estuviera en pos de ganar votos. Diciendo todo lo que se “esperaba” que dijese, con un optimismo bruto. No dándose cuenta que, duh, los del IFE son sus compas, y que ya la tiene asegurada con Ugalde. Pero no, eso no es divertido. Es mejor seguir en la campaña, ¿o es que es verdad lo que muestra su lenguaje corporal? Este hombre parece tener miedo de ser presidente. Pareciera que sabe que la silla le queda muy grande. Que tiene sus manos limpias muy chiquitas para levantarlas y dar el grito desde el balcón el 15 de septiembre. Está difícil su situación. Por eso prefiere cerrar los ojos y pedir que este verano electoral dure toda la vida. Tan bonito que es estar enamorado.
López Obrador, no sólo disfruta su actuación en los medios, sino que se delata cuando está parado en el zócalo de la capital: los ojos se le humedecen, pero no por la emoción de su causa, sino por el saber que toda esa gente lo aplaudiría por seis años, y ya no se le hizo. Así que quiere prologar también el amor de verano todo lo que se pueda, aunque sea deshojando las margaritas de las boletas electorales.
Mientras todo eso sucede en el mundo del espectáculo, los ciudadanos “reales” presenciamos como se devalúa nuestro proceso electoral. Como a casi un mes de haber emitido nuestro voto, aún no sabemos quién nos gobernará los próximos seis años. Y, peor aún, en la vida real, la solución de los problemas nacionales del presente se encuentra estancada, como si no tuviésemos ahora un presidente electo desde el 2000, quién pareciera que, como todos nosotros, ve los conflictos como el de Oaxaca desde su televisión, mientras que junto a Marthita espera el siguiente capítulo de su telenovela favorita que ya se ha alargado a petición del público: “La campaña electoral 2006.”
Ningún actor quiere que el éxito de su espectáculo termine; por ello es comprensible que Felipe Calderón y López Obrador se aferren a su exitosa campaña electoral, aún después de las elecciones.
¿Exitosa?
No en términos de lo que una campaña electoral “debería” de ser, sino en términos de ratings. Creo que si Mitofsky hiciera una encuesta acerca del seguimiento mediático de esta campaña electoral, sin duda se llevaría el premio a la más “vista” en México de todos los tiempos. La más vista, no la más participativa en cuanto a número de votantes. El voto mental que todo televidente emitía a diario durante la campaña mediática no llegó a las urnas por parte un enorme porcentaje de la población. Los peligros de la ilusión participativa de los medios.
El 2 de julio sólo fue un capítulo más en este sitcom electoral que era aún mejor que “El privilegio de mandar”. El proceso electoral televisado, desde el voto de Carlos Fuentes hasta el desvelo de López Dóriga, probó que se trataba de un evento mediático, como el mundial de fútbol o la muerte del Papa. El problema ahora es que, a diferencia de los jugadores de la selección o el difunto Papa, los candidato electorales que gozaron de mayor popularidad durante la campaña quieren, literalmente ¡que siga la fiesta!
Y es que era tan bonito estar todas las mañanas en la pantalla. Ser entrevistados por los peinaditos de televisa: Loret de Mola o López Dóriga. Hablar y ser aplaudidos por las multitudes sentadas en su sillón. Verse cada media hora en cualquier canal. Y ahora, ¿por un simple acto electoral se va a acabar toda esa lindura? No señores. Claro que no. ¡Voto por voto! ¡Casilla por casilla!
Ninguno de los dos candidatos ha entendido que, ahem, ¿cómo decirles?¡ Las elecciones son el fin de la campaña electoral! Sí, señores. Siento mucho deciros tal horrible verdad, pero, al menos en este país, así se acostumbra, ¿O se acostumbraba?
Ahora, como los comerciales en las televisoras cuestan más caros cuando sale el azulito o el amarillito, pues venga nos.
Calderón sigue utilizando el lenguaje de la campaña electoral. En una entrevista que le hizo Andrés Oppenheimer, hablaba de la política nacional como un niño optimista salido de Harvard. Ah, perdón, pues de ahí salió ¿no? Incluso llegó a manifestar su largamente pensada solución a la inmigración ilegal a los Estado Unidos. Sí, que nuestro país vecino construya carreteras en México en vez de muro fronterizo. Así nuestros paisanos, ¿qué? ¿ Se pasearán de pueblo jodido en pueblo jodido? Pero bueno, ni siquiera eso es lo utópico del asunto, sino que cree que Estado Unidos dejará de gastar en la guerra de Irak para venir a construirle las carreteras que quiere, ¿qué lindo, no?
Todo lo que dijo en la entrevista era por el mismo tono, como si aún estuviera en pos de ganar votos. Diciendo todo lo que se “esperaba” que dijese, con un optimismo bruto. No dándose cuenta que, duh, los del IFE son sus compas, y que ya la tiene asegurada con Ugalde. Pero no, eso no es divertido. Es mejor seguir en la campaña, ¿o es que es verdad lo que muestra su lenguaje corporal? Este hombre parece tener miedo de ser presidente. Pareciera que sabe que la silla le queda muy grande. Que tiene sus manos limpias muy chiquitas para levantarlas y dar el grito desde el balcón el 15 de septiembre. Está difícil su situación. Por eso prefiere cerrar los ojos y pedir que este verano electoral dure toda la vida. Tan bonito que es estar enamorado.
López Obrador, no sólo disfruta su actuación en los medios, sino que se delata cuando está parado en el zócalo de la capital: los ojos se le humedecen, pero no por la emoción de su causa, sino por el saber que toda esa gente lo aplaudiría por seis años, y ya no se le hizo. Así que quiere prologar también el amor de verano todo lo que se pueda, aunque sea deshojando las margaritas de las boletas electorales.
Mientras todo eso sucede en el mundo del espectáculo, los ciudadanos “reales” presenciamos como se devalúa nuestro proceso electoral. Como a casi un mes de haber emitido nuestro voto, aún no sabemos quién nos gobernará los próximos seis años. Y, peor aún, en la vida real, la solución de los problemas nacionales del presente se encuentra estancada, como si no tuviésemos ahora un presidente electo desde el 2000, quién pareciera que, como todos nosotros, ve los conflictos como el de Oaxaca desde su televisión, mientras que junto a Marthita espera el siguiente capítulo de su telenovela favorita que ya se ha alargado a petición del público: “La campaña electoral 2006.”
jueves, julio 27
De como empecé a vivirme en la interzone
No habían pasado ni dos minutos de haber ingerido el último bocado de un sushi de dos días de refrigeración, cuando empecé a sentir en mi cuerpo los síntomas inconfundibles de una enfermedad literaria.
Hace casi cuatro años tuve una infección borgiana (ver mi blog en 2002). Esta vez, sin duda, era burroughsiana.
Fui inmediatamente al espejo del baño y lo constaté: estaba sufriendo una intoxicación. La invasión de la bacteria que ahora me provocaba un vértigo tremendo había sido fulminante. Sin duda, esa bacteria invadió mi torrente sanguíneo y llegó de inmediato a mi cerebro.
La noche anterior, me había ocupado de analizar en un ensayo la paranoia en la obra de William Burroughs. Esa mañana, literalmente, había sido yo quien engulló el Naked Lunch.
Lo pensé un poco mientras sentía como me estaba hundiendo en un vórtice negro en el que sin duda pronto perdería la conciencia. El siguiente paso era buscar un médico. Era domingo y ello sería difícil, así que lo mejor era aguantar todo lo posible hasta que el vomitar más me resultara imposible. El problema era que no tenía ganas de vomitar.
Me pensé muerta. Hace unos años, unas calles arriba de la casa de mis padres, murió una mujer embarazada de veinticinco años, a las pocas horas de haber comido queso fresco. Mi caso, sin duda, era de lo más similar. Incluso peor, pues yo había ingerido pescado crudo, muchísimo más tóxico que un trozo de queso.
Tuve dificultad de respirar y estaba sintiendo unos tremendos escalofríos. Pero no estaba segura si era la enfermedad o el calor tremendo que hace dos meses hierve la ciudad. No, lo más probable era la intoxicación que, para ese momento, ya estaba alterando todas mis funciones vitales.
Las imágenes burroughsianas pendían de hilos en mi mente. Sustancias viscosas de color verde que emanan de órganos genitales. Extrañas enfermedades en las que los hombres mueren víctimas de un ataque de su propio pene. Mi visión estaba borrosa y no pude pararme rumbo al baño. El preámbulo de la muerte había iniciado.
Jamás he imaginado mi muerte. Como cualquiera, espero que no sea dolorosa. Eso sí, creo que será producto de una enfermedad muy extraña.
Acostada bajo el ventilador que cuelga del techo de mi recámara, mi mente se hundió tanto que caí dormida. No sé cuánto tiempo, sólo sé que, al despertar, todos mis síntomas habían desaparecido.
No morí. No vomité. Ni siquiera tuve alguna leve diarrea.
Al dormir, mi mente se había ocupado de otros asuntos; por ejemplo, el soñar. La ficción de mi enfermedad fue abandonada en pos de una mejor narrativa.
Ésas son las características de las enfermedades literarias. No existe dolor, ni síntomas físicos. La patología se desarrolla en la mente. Crece en la mente. Llega a sus peores consecuencias en la mente.
Y ahí mismo, como al cerrar un libro, cede.
lunes, julio 17
viernes, julio 7
Un mexicano a la presidencia
México continuará viviendo un sistema político fallido hasta que decida emprender su propio camino, dejando de imitar estructuras extranjeras que jamás le sentarán.
El PAN es el más norteamericano de los partidos. El PRI es mestizo, una mezcla de lo extranjero con lo mexicano. El PRD es el más mexicano de los tres. Sí, así de problemático como es.
El problema con llevar un mexicano a la presidencia es que gran parte de la población se avergüenza de su mexicanidad. No soportaría verse expuesto durante seis años ante los norteamericanos, los europeos y los asiáticos de un modo constante y sistemático como sucedería si tuviéramos un presidente mexicano. Es preferible enviar a un mexicano más light en su representación. Un mexicano cuya mexicanidad no resalte entre los presidentes de otros países. Un “ciudadano del mundo”.
Un presidente mexicano marcaría su territorio y no permitiría la intervención extranjera. Un presidente mexicano cortaría importantes lazos empresariales que están acabando con nuestros recursos naturales y enfermando a nuestra población. Un presidente mexicano nos llevaría a rascarnos con nuestras propias uñas que, si las vemos, son bastante fuertes; sólo que por el momento las utilizamos para rascar a las trasnacionales.
Todo esto, por supuesto, es lo que debería ser. Demos gracias al miedo que nos salva de tales calamidades. Agradezcamos que, por seis años más, seremos protegidos de nosotros mismos. Durante seis años más permaneceremos ocultos, mostrando la hipocresía de nuestros grandiosos avances tecnológicos y comerciales en los mejores barrios del D.F, Guadalajara y Monterrey. Quién sabe, tal vez para el 2012 la olla de presión de la mexicanidad esté lista para estallar como le sucedió a Porfirio Diaz con la revolución. Pero también puede ser que para entonces los programas para “erradicar” la pobreza hayan sido tan exitosos como los diseñados para erradicar la mexicanidad.
México continuará viviendo un sistema político fallido hasta que decida emprender su propio camino, dejando de imitar estructuras extranjeras que jamás le sentarán.
El PAN es el más norteamericano de los partidos. El PRI es mestizo, una mezcla de lo extranjero con lo mexicano. El PRD es el más mexicano de los tres. Sí, así de problemático como es.
El problema con llevar un mexicano a la presidencia es que gran parte de la población se avergüenza de su mexicanidad. No soportaría verse expuesto durante seis años ante los norteamericanos, los europeos y los asiáticos de un modo constante y sistemático como sucedería si tuviéramos un presidente mexicano. Es preferible enviar a un mexicano más light en su representación. Un mexicano cuya mexicanidad no resalte entre los presidentes de otros países. Un “ciudadano del mundo”.
Un presidente mexicano marcaría su territorio y no permitiría la intervención extranjera. Un presidente mexicano cortaría importantes lazos empresariales que están acabando con nuestros recursos naturales y enfermando a nuestra población. Un presidente mexicano nos llevaría a rascarnos con nuestras propias uñas que, si las vemos, son bastante fuertes; sólo que por el momento las utilizamos para rascar a las trasnacionales.
Todo esto, por supuesto, es lo que debería ser. Demos gracias al miedo que nos salva de tales calamidades. Agradezcamos que, por seis años más, seremos protegidos de nosotros mismos. Durante seis años más permaneceremos ocultos, mostrando la hipocresía de nuestros grandiosos avances tecnológicos y comerciales en los mejores barrios del D.F, Guadalajara y Monterrey. Quién sabe, tal vez para el 2012 la olla de presión de la mexicanidad esté lista para estallar como le sucedió a Porfirio Diaz con la revolución. Pero también puede ser que para entonces los programas para “erradicar” la pobreza hayan sido tan exitosos como los diseñados para erradicar la mexicanidad.
martes, julio 4
EL ETERNO RETORNO DE LOS ELIMINADOS
Mexicanidad y fútbol
Aquí un link a un texto mío que apareció este domingo en emeequis, publicación semanal descendiente de larevista de El Universal.
Checa aquí:
http://www.eme-equis.com.mx/022MXFUT.html
viernes, junio 30
METAFÍSICA DE LA FUGA(de agua)
Ni siquiera los rusos podrían escribir un absurdismo tan genial como el que se "escribe" a diario y en vivo en las instituciones de servicios públicos mexicanas. Una fuga de agua me proporcionó mejores ratos que la lectura de Yelizabeta Bam.
Mi banqueta estaba likeando (término en spanglish para "gotear", que no debe leerse como "laikeando", sino como "likiando"). Eran las once de la noche. Más de media cuadra estaba ya ligeramente inundada. Decidí marcar el 073. Para mi sorpresa, me respondieron, y no sólo eso, sino que me aseguraron que una cuadrilla estaría en mi casa en media hora.
Aquí inicia la verdadera historia, pues es obvio que llegó la media noche y nadie apareció. Estuve sentada junto a la ventana, aún esperanzada de que vendrían, entiendiendo con ello las razones por las que miles de mexicanos veíamos el partido de la selección nacional. Faltaban quince para la una cuando, para mi gran asombro, -que hubiese sido menos alterado si no hubieran llegado- llegaron. Era un par de hombres medio altos, muy norteños, en un pick up de la Comisión Estatal de Servicios Públicos del Estado (que en adelante, se llamará CESPT). Bajaron de su auto.
Transcurrió más tiempo en el decir buenas noches, cómo está, que en resolver el problema. Uno de ellos, levantando la ceja y con una voz muy decidida, nos comentó a su compañero y a mí: "Se está tirando el agua. Sale de aquí, de adentro de la banqueta. Que mañana se lo vengan a arreglar". Y así, levantando la mano con resolución heroica, satisfecho de la revelación que me había hecho, me dio un cordial buenas noches, subió a su pick up y, junto con su compañero, se fue.
Tardé casi cinco minutos en cerrar la boca. Diez más en pronunciar una palabra.
A la mañana siguiente, temprano, antes de las nueve, ya estaba aquí la cuadrilla que, ahora sí, se encargaría de contener la fuga. Resolvería el problema. Todavía medio dormida, alisándome el cabello, salí a presenciar el dominio del hombre sobre la fuerza de la naturaleza.
"El agua se está tirando por dentro". Me dijo un hombre algo moreno, ya más asoleado por su turno matutino. Entonces lanzó una mirada diagnóstica a mi recién encementada banqueta y dijo: "Tienen que venir a romper. Al rato traen la máquina". Y de nuevo, sin considerar ningún tipo de costos de mantenimiento, sin pensar en los impuestos que se estaban yendo en los ya casi tres viajes hasta la lejanía de mi hogar, sin pensar en que existe algo así como la eficiencia, y sin, tampoco, dubitar, subió a su pick up de seis cilindros y se despidió con un: "Al rato vienen".
Cuando ví esto me sentí triste. Sin duda había algo malo en mí. Una pérdida. Alguien verdaderamente en contacto con su mexicanidad no juzgaría lo que pasaba como lo estaba haciendo yo. Tal vez mis frecuentes idas a San Diego fueron la causa. Tal vez las caricaturas de Bugs Bunny. O, peor aún, el béisbol de los Padres de San Diego que jamás me perdía, junto a mi padre, en el estadio Jack Murphy (ahora el risible PETCO Park) o en la tele de la Kmart o en la XEBG 1550. La cuestión es que la actitud de los empleados de la CESPT me resultó desconcertante. No podría decir irresponsable. Lo definiría mejor con algo como "asombrosa".
Ya como a las doce del día llegó una cuadrilla bien equipada. Un pick up. Tres hombres y una excavadora. Un humor imparable y una sarta de pretextos.
Cuando ví la excavadora todo cobró sentido. Hacía dos días que esa misma excavadora había estado frente a mi casa. Reparando una tubería rota. ¡Habían sido ellos! ¡Todo esto lo habían causado ellos mismos!
Me tranquilicé un poco. Yo sí vengo de una tradición de la cordura. En mi mundo uno no es imprudente. Uno saber entender. Ellos no estaban mal; ellos sólo eran "diferentes". Además, al fin de cuentas ellos lo estaban reparando. Mi única preocupación era el próximo recibo de agua.
"Oiga" le pregunté a uno de ellos, un hombre aún más moreno que los anteriores "¿y qué va a pasar con el agua que se estuvo tirando?" Me miró con cara de sorpresa, respondiendo, sin hablar, algo así como: "Pues ya se la tragó la tierra". Entendí su respuesta, así que reformulé mi frase: "Yo no voy a pagar esa agua, ¿verdad?". Con toda educación y en tono solemne me dijo: "Ése es un asunto que tiene que arreglar en la oficina. Nosotros no somos los que cobramos". Y hubo una risa leve en su rostro. De esa risa que sólo se adivina y por lo tanto no es imputable. Yo apreté los dientes y me metí a la casa.
Estuvieron perforando mi banqueta durante casi una hora. Sólo que eso no era una obra pública, sino la interacción de un grupo de comediantes que, en esta ocasión, agujeraban una banqueta. Cuando ya divisaban el tubo de donde salía el agua, uno de ellos, con la voz chillona del "mexicano enano" de Oscar Monroy, exclamó: "¡se pone verde!" y todos se rieron ante esa "ingeniosa" remembranza del comercial de Ajax. Las bromas y las idas al pick up a darle un trago a la caguama siguieron, mientras cerros de lodo eran depositados en la entrada de mi cochera. Tocaron a mi puerta.
"Mire, lo que pasa es que le pusieron esta pieza defectuosa. Ya vienen así de fábrica". Y una risa porcina se escapó entre sus dientes y los de sus compañeros. Estuve a punto de dar el ¡plop! de Condorito, pero me contuve para preguntarles cuándo vendrían a reparar mi banqueta.
"Ésos son otros. Tienen de uno a diez días para venirle a reparar. Si no vienen, llámeles". Y de nuevo se fue con una despedida que decía que en esta vida no pasa nada en realidad, que todos los problemas los hago yo, que la vida es relajada, cómica. Que la vida no debe tomarse en serio. Me reí. Me reí tanto que estuve apunto de llorar. De llorar de tristeza.
Han pasado cuatro días. Con el calor que ha hecho, el lodo frente a mi casa se ha vuelto un cerro duro. Y la zanja que cavaron, ya seca y oscura, rodeada de un escandaloso listón amarillo, me ruega todos los días que salte hacia adentro. Que al cabo si me caigo ahí no pasa nada. Que no pasa de que llegue, tres horas después, la Cruz Roja. Y que al verme ahí dentro, se digan entre ellos: "Sí, se cayó. Mañana vienen a sacarla".
Ni siquiera los rusos podrían escribir un absurdismo tan genial como el que se "escribe" a diario y en vivo en las instituciones de servicios públicos mexicanas. Una fuga de agua me proporcionó mejores ratos que la lectura de Yelizabeta Bam.
Mi banqueta estaba likeando (término en spanglish para "gotear", que no debe leerse como "laikeando", sino como "likiando"). Eran las once de la noche. Más de media cuadra estaba ya ligeramente inundada. Decidí marcar el 073. Para mi sorpresa, me respondieron, y no sólo eso, sino que me aseguraron que una cuadrilla estaría en mi casa en media hora.
Aquí inicia la verdadera historia, pues es obvio que llegó la media noche y nadie apareció. Estuve sentada junto a la ventana, aún esperanzada de que vendrían, entiendiendo con ello las razones por las que miles de mexicanos veíamos el partido de la selección nacional. Faltaban quince para la una cuando, para mi gran asombro, -que hubiese sido menos alterado si no hubieran llegado- llegaron. Era un par de hombres medio altos, muy norteños, en un pick up de la Comisión Estatal de Servicios Públicos del Estado (que en adelante, se llamará CESPT). Bajaron de su auto.
Transcurrió más tiempo en el decir buenas noches, cómo está, que en resolver el problema. Uno de ellos, levantando la ceja y con una voz muy decidida, nos comentó a su compañero y a mí: "Se está tirando el agua. Sale de aquí, de adentro de la banqueta. Que mañana se lo vengan a arreglar". Y así, levantando la mano con resolución heroica, satisfecho de la revelación que me había hecho, me dio un cordial buenas noches, subió a su pick up y, junto con su compañero, se fue.
Tardé casi cinco minutos en cerrar la boca. Diez más en pronunciar una palabra.
A la mañana siguiente, temprano, antes de las nueve, ya estaba aquí la cuadrilla que, ahora sí, se encargaría de contener la fuga. Resolvería el problema. Todavía medio dormida, alisándome el cabello, salí a presenciar el dominio del hombre sobre la fuerza de la naturaleza.
"El agua se está tirando por dentro". Me dijo un hombre algo moreno, ya más asoleado por su turno matutino. Entonces lanzó una mirada diagnóstica a mi recién encementada banqueta y dijo: "Tienen que venir a romper. Al rato traen la máquina". Y de nuevo, sin considerar ningún tipo de costos de mantenimiento, sin pensar en los impuestos que se estaban yendo en los ya casi tres viajes hasta la lejanía de mi hogar, sin pensar en que existe algo así como la eficiencia, y sin, tampoco, dubitar, subió a su pick up de seis cilindros y se despidió con un: "Al rato vienen".
Cuando ví esto me sentí triste. Sin duda había algo malo en mí. Una pérdida. Alguien verdaderamente en contacto con su mexicanidad no juzgaría lo que pasaba como lo estaba haciendo yo. Tal vez mis frecuentes idas a San Diego fueron la causa. Tal vez las caricaturas de Bugs Bunny. O, peor aún, el béisbol de los Padres de San Diego que jamás me perdía, junto a mi padre, en el estadio Jack Murphy (ahora el risible PETCO Park) o en la tele de la Kmart o en la XEBG 1550. La cuestión es que la actitud de los empleados de la CESPT me resultó desconcertante. No podría decir irresponsable. Lo definiría mejor con algo como "asombrosa".
Ya como a las doce del día llegó una cuadrilla bien equipada. Un pick up. Tres hombres y una excavadora. Un humor imparable y una sarta de pretextos.
Cuando ví la excavadora todo cobró sentido. Hacía dos días que esa misma excavadora había estado frente a mi casa. Reparando una tubería rota. ¡Habían sido ellos! ¡Todo esto lo habían causado ellos mismos!
Me tranquilicé un poco. Yo sí vengo de una tradición de la cordura. En mi mundo uno no es imprudente. Uno saber entender. Ellos no estaban mal; ellos sólo eran "diferentes". Además, al fin de cuentas ellos lo estaban reparando. Mi única preocupación era el próximo recibo de agua.
"Oiga" le pregunté a uno de ellos, un hombre aún más moreno que los anteriores "¿y qué va a pasar con el agua que se estuvo tirando?" Me miró con cara de sorpresa, respondiendo, sin hablar, algo así como: "Pues ya se la tragó la tierra". Entendí su respuesta, así que reformulé mi frase: "Yo no voy a pagar esa agua, ¿verdad?". Con toda educación y en tono solemne me dijo: "Ése es un asunto que tiene que arreglar en la oficina. Nosotros no somos los que cobramos". Y hubo una risa leve en su rostro. De esa risa que sólo se adivina y por lo tanto no es imputable. Yo apreté los dientes y me metí a la casa.
Estuvieron perforando mi banqueta durante casi una hora. Sólo que eso no era una obra pública, sino la interacción de un grupo de comediantes que, en esta ocasión, agujeraban una banqueta. Cuando ya divisaban el tubo de donde salía el agua, uno de ellos, con la voz chillona del "mexicano enano" de Oscar Monroy, exclamó: "¡se pone verde!" y todos se rieron ante esa "ingeniosa" remembranza del comercial de Ajax. Las bromas y las idas al pick up a darle un trago a la caguama siguieron, mientras cerros de lodo eran depositados en la entrada de mi cochera. Tocaron a mi puerta.
"Mire, lo que pasa es que le pusieron esta pieza defectuosa. Ya vienen así de fábrica". Y una risa porcina se escapó entre sus dientes y los de sus compañeros. Estuve a punto de dar el ¡plop! de Condorito, pero me contuve para preguntarles cuándo vendrían a reparar mi banqueta.
"Ésos son otros. Tienen de uno a diez días para venirle a reparar. Si no vienen, llámeles". Y de nuevo se fue con una despedida que decía que en esta vida no pasa nada en realidad, que todos los problemas los hago yo, que la vida es relajada, cómica. Que la vida no debe tomarse en serio. Me reí. Me reí tanto que estuve apunto de llorar. De llorar de tristeza.
Han pasado cuatro días. Con el calor que ha hecho, el lodo frente a mi casa se ha vuelto un cerro duro. Y la zanja que cavaron, ya seca y oscura, rodeada de un escandaloso listón amarillo, me ruega todos los días que salte hacia adentro. Que al cabo si me caigo ahí no pasa nada. Que no pasa de que llegue, tres horas después, la Cruz Roja. Y que al verme ahí dentro, se digan entre ellos: "Sí, se cayó. Mañana vienen a sacarla".
domingo, junio 25
DE CAMPAÑAS ELECTORALES
La ofensa a la inteligencia de la población mexicana que hacen las campañas electorales se incrementó en esta ocasión que se contrataron asesores extranjeros. Dentro de un pensamiento del everything goes colocar el logotipo del partido en un balón para una caricatura como lo hace el PRI es, aparentemente, un modo de ganar votos. ¿Votos de quién?
Dice Slavoj Zizek:
¿porqué habría de llevar a un mejor resultado la discusión democrática en la que participa la mayoría, cuando, cognitivamente hablando, esa mayoría permanece en la ignorancia? Por lo tanto, la frustración política de la mayoría es comprensible: se los convoca a decidir, mientras que, reciben el mensaje de que no están en posición de decidir.
Cada pelea entre los partidos políticos lanza este mensaje. Nos restriegan en la cara el que seamos una ciudadanía tan ignorante a quien realmente se le puede manipular con trifulcas como las acusaciones a un cuñado del candidato como lo hizo Obrador con Calderón. Pareciera que la decisión política pudiese oscilar como las preferencias a Niurka o a Bobby. El futuro presidente, ya sea Madrazo, Calderón o López Obrador no piensa en el pueblo como un conjunto de ciudadanos, sino como una máquina de ratings. Quede quien quede de los tres, actuará su personaje de "presidente" para los que considera una sarta de idiotas: los mexicanos.
sábado, junio 17
El chapulín colorado vestido de azul
Anoche escuché a Calderón repitiendo las frases con las que crecimos los thirtysomethings de hoy: las del Chapulín colorado. Obviamente, como cada inhalación y exhalación que hace este candidato, lo hizo para que el electorado lo prefiera. Para que la "chamacada" se identifique con él.
Sólo que, uniendo el discurso al mono que lo pronuncia, pude observar que no había mucha distancia, Calderón es en sí un payaso que se pretende héroe como el Chapulín colorado. Por algo lo escogió como su alter ego.
"Síganme los buenos", pronunció en uno de sus discursos. Y, es, obviamente, de quienes espera sus votos. De los "buenos", es decir, la derecha mexicana, aunque se atragante cada vez que dice que no tiene nada en contra de los homosexuales. Los buenos son la población masculina que, como él, usa traje por la mañana y un dockers con camisa azul los fines de semana; y que, además, tiene una esposa con congestión pélvica por no tener orgasmos desde que se casó. Los "buenos" no son, por supuesto, nada buenos, sino los que esconden de la manera más pusilánime su totalidad. Su parte "oscura" la viven sólo en su mente, o a escondidas, como manifestaron las encuestas mitofskianas, en las que los resultados afirmaban que los panistas eran los que más acudían secretamente con prostitutas. No wonder.
Los "buenos", en realidad no son tan malos. Lo hemos visto durante el sexenio del presidente Fox, en el que pasó lo mismo que en el dormitorio de Calderón y su esposa: nada. No hubo crecimiento económico, pero tampoco crisis. Los "buenos" proporcionan estabilidad. Impasse. En los sexenios de los "buenos" no perderemos nuestra capacidad adquisitiva. Ni ganaremos más.
Así que, si este 2 de julio los "buenos" siguen a Calderón, que en sí es una versión mucho más apocada de Fox, no esperemos fuertes emociones en los próximos seis años. Ni tampoco crisis económica, como probablemente sucedería con cualquiera de los otros dos candidatos.
Otra frase del Chapulín Colorado que robó para su discurso fue: "No contaban con mi astucia". ¡Nada más cierto! Ni contábamos, ni contaremos, pues ¿cuál astucia? No cabe duda que este hombre no miente. Tiene, como lo afirma cada vez que muestra sus vergonzosas manitas: las manos limpias; y el cerebro también. ¿Astucia? ¿Astucia de dónde papacito?
Pero, ¿quién es en realidad el Chapulín Colorado? Un héroe ridículo y fallido. Chaparro y feo. Antiatlético y bruto, que en realidad jamás soluciona un sólo problema. Más noble que una lechuga. Su escudo es un corazón.
Chanfle, ¿de quién hablo? Parece que me confundí con Felipe Calderón. Un Chapulín azul muy mexicano. De ese tipo de mexicanos que tiran la piedra y se esconden, que son serviles con el extranjero (la prioridad, afirma Calderón, es el turismo), caballerosos en público pero misóginos de corazón: en cierta ocasión, cuando preguntaron a Calderón por su esposa que aún no llegaba al auto que los transportaría de un mitin a otro, comentó que por ahí venía, lo que pasaba es que se le "había caído el rebozo". Y se rió, ahora sí, sin la gracia de nuestro héroe-insecto.
Personalmente no considero que Calderón sea la peor propuesta electoral. La peor es Madrazo; sería insultante que el PRI regresara a gobernar México. López Obrador, por su parte, tiene graves problemas psicológicos; no dudo que a mitad de sexenio sea necesario deponerlo, cuando pase de creerse una combinación de Pepe el Toro y Jesucristo, a creerse, de plano, Napoleón.
Llegue quien llegue, será un payaso que gobierna el circo. Y, nosotros, si continuamos soportando esto, sus changuitos.
Chanfle.
Anoche escuché a Calderón repitiendo las frases con las que crecimos los thirtysomethings de hoy: las del Chapulín colorado. Obviamente, como cada inhalación y exhalación que hace este candidato, lo hizo para que el electorado lo prefiera. Para que la "chamacada" se identifique con él.
Sólo que, uniendo el discurso al mono que lo pronuncia, pude observar que no había mucha distancia, Calderón es en sí un payaso que se pretende héroe como el Chapulín colorado. Por algo lo escogió como su alter ego.
"Síganme los buenos", pronunció en uno de sus discursos. Y, es, obviamente, de quienes espera sus votos. De los "buenos", es decir, la derecha mexicana, aunque se atragante cada vez que dice que no tiene nada en contra de los homosexuales. Los buenos son la población masculina que, como él, usa traje por la mañana y un dockers con camisa azul los fines de semana; y que, además, tiene una esposa con congestión pélvica por no tener orgasmos desde que se casó. Los "buenos" no son, por supuesto, nada buenos, sino los que esconden de la manera más pusilánime su totalidad. Su parte "oscura" la viven sólo en su mente, o a escondidas, como manifestaron las encuestas mitofskianas, en las que los resultados afirmaban que los panistas eran los que más acudían secretamente con prostitutas. No wonder.
Los "buenos", en realidad no son tan malos. Lo hemos visto durante el sexenio del presidente Fox, en el que pasó lo mismo que en el dormitorio de Calderón y su esposa: nada. No hubo crecimiento económico, pero tampoco crisis. Los "buenos" proporcionan estabilidad. Impasse. En los sexenios de los "buenos" no perderemos nuestra capacidad adquisitiva. Ni ganaremos más.
Así que, si este 2 de julio los "buenos" siguen a Calderón, que en sí es una versión mucho más apocada de Fox, no esperemos fuertes emociones en los próximos seis años. Ni tampoco crisis económica, como probablemente sucedería con cualquiera de los otros dos candidatos.
Otra frase del Chapulín Colorado que robó para su discurso fue: "No contaban con mi astucia". ¡Nada más cierto! Ni contábamos, ni contaremos, pues ¿cuál astucia? No cabe duda que este hombre no miente. Tiene, como lo afirma cada vez que muestra sus vergonzosas manitas: las manos limpias; y el cerebro también. ¿Astucia? ¿Astucia de dónde papacito?
Pero, ¿quién es en realidad el Chapulín Colorado? Un héroe ridículo y fallido. Chaparro y feo. Antiatlético y bruto, que en realidad jamás soluciona un sólo problema. Más noble que una lechuga. Su escudo es un corazón.
Chanfle, ¿de quién hablo? Parece que me confundí con Felipe Calderón. Un Chapulín azul muy mexicano. De ese tipo de mexicanos que tiran la piedra y se esconden, que son serviles con el extranjero (la prioridad, afirma Calderón, es el turismo), caballerosos en público pero misóginos de corazón: en cierta ocasión, cuando preguntaron a Calderón por su esposa que aún no llegaba al auto que los transportaría de un mitin a otro, comentó que por ahí venía, lo que pasaba es que se le "había caído el rebozo". Y se rió, ahora sí, sin la gracia de nuestro héroe-insecto.
Personalmente no considero que Calderón sea la peor propuesta electoral. La peor es Madrazo; sería insultante que el PRI regresara a gobernar México. López Obrador, por su parte, tiene graves problemas psicológicos; no dudo que a mitad de sexenio sea necesario deponerlo, cuando pase de creerse una combinación de Pepe el Toro y Jesucristo, a creerse, de plano, Napoleón.
Llegue quien llegue, será un payaso que gobierna el circo. Y, nosotros, si continuamos soportando esto, sus changuitos.
Chanfle.
martes, junio 13
Inversión de procesos
Del blog a la página de papel, para desmentir el murmuro de que lo virtual y lo real no pueden llevarse bien.
Este es el link del suplemento poblano Catedral, en el que han tomado algunos de mis textos en blog y los de otros escritores para su publicación impresa.
www.sintesisdigital.com.mx/pdfs/catedral/catedral713.pdf
Del blog a la página de papel, para desmentir el murmuro de que lo virtual y lo real no pueden llevarse bien.
Este es el link del suplemento poblano Catedral, en el que han tomado algunos de mis textos en blog y los de otros escritores para su publicación impresa.
www.sintesisdigital.com.mx/pdfs/catedral/catedral713.pdf
sábado, junio 10
Links
Me di a la tarea de renovar mis links. Eliminé a quienes dejaron hace más de un año de postear e incluí algunos otros que han surgido en ese lapso. No son los blogs de mis amigos -aunque varios de ellos lo son-, ni los blogs "de cajón"; sino que son blogs que me gusta leer, que poseen algo distinto a las bitácoras autobiográficas que abundan en la blogósfera. Ese algo distinto puede ser puntos de vista originales sobre lo cotidiano, comentarios y reflexiones sobre literatura, narraciones críticas de las ciudades, humor inteligente, aforismos, pensamiento fustigador, y opiniones personales sobre los medios y la política; como los blogs de Ramón Jacob y el de Steve Barnes .
Todos los que añadí me parecen interesantes, pero invito especialmente a que lean el de tres mujeres muy inteligentes: la poeta-ensayista mexicana Rocío Cerón (ensayos sobre poesía), y las norteamericanas en San Francisco: la también poeta-ensayista Juliana Spahr (crítica y novedades sobre poesía experimental) y el website de la narradora-ensayista Camille Roy.
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Me di a la tarea de renovar mis links. Eliminé a quienes dejaron hace más de un año de postear e incluí algunos otros que han surgido en ese lapso. No son los blogs de mis amigos -aunque varios de ellos lo son-, ni los blogs "de cajón"; sino que son blogs que me gusta leer, que poseen algo distinto a las bitácoras autobiográficas que abundan en la blogósfera. Ese algo distinto puede ser puntos de vista originales sobre lo cotidiano, comentarios y reflexiones sobre literatura, narraciones críticas de las ciudades, humor inteligente, aforismos, pensamiento fustigador, y opiniones personales sobre los medios y la política; como los blogs de Ramón Jacob y el de Steve Barnes .
Todos los que añadí me parecen interesantes, pero invito especialmente a que lean el de tres mujeres muy inteligentes: la poeta-ensayista mexicana Rocío Cerón (ensayos sobre poesía), y las norteamericanas en San Francisco: la también poeta-ensayista Juliana Spahr (crítica y novedades sobre poesía experimental) y el website de la narradora-ensayista Camille Roy.
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Desde la butaca
La espectacularización de lo anteriormente íntimo y sacro me lleva cada día a escandalizarme cual anciana ante las costumbres de su progenie. Aún me resultan asombrosas las imágenes televisivas de heces fecales caninas, estómagos humanos ulcerados, candidatos a la presidencia que provocan la micción en sus votantes, noticieros que colocan en el mismo plano el asesinato de un migrantes y el rescate de un gato obeso, la persecución que hacen los "reporteros" de las figuras de la farándula hasta, incluso, el escusado, o los sitcoms norteamericanos cuyo tema trascendental de la tarde es la pérdida de una camisa. Tal vez algún síndrome de envejecimiento prematuro ronronea por mi mente. O tal vez Debord tenga razón.
En el libro The Age of Access: The New Culture of Hypercapitalism Where All of Life Is a Paid-For Experience (fiú), su autor, Jeremy Rifkin, entre toda la información que presenta, proporciona unos datos curiosos acerca de la formación que reciben los mercadólogos de las universidades norteamericanas más prestigiadas: estos nuevos estrategas llevan clases de teatro. Si ya sospechábamos que la psicología era parte de su currícula, este nuevo dato confirma las sospechas de Guy Debord: estamos ante una sociedad de espectáculo.
El espectáculo no se refiere a la diversión. Debord define espectáculo como el modo en el que las personas se relacionan a través de las imágenes. Desde esta concepción más amplia, es fácil observar el escenario que se monta en el capitalismo global. Lo temático, como una puesta en escena, permea desde los establecimientos comerciales hasta los conjuntos residenciales, incluso algunos hospitales se han unido a esta "experiencia total". Fantasyland ya no es sólo de Disney. Hace algunos años, el "pintor" Kinkade desarrolló conjuntos habitacionales que llevaban a la realidad las imágenes de los cuadros que produce en masa. Al fin se podría vivir dentro de las casitas kitsch de sus "obras". El Children Hospital o el hospital Paradise de San Diego ofrecen también una estética acorde a su "tema".
Mi preocupación no sería tan grande si éste volver espectáculo todo lo consumible se tratara tan sólo de los objetos ; sin embargo, los seres humanos somos quienes damos el primer y último toque a esta puesta en escena mundial. Hace unos meses se escuchaba el rumor que nuestro alcalde tijuanense quería uniformar a las vendedoras ambulantes de la afamada avenida Revolución con un atuendo tipo mesera de Sanborn´s. Los uniformes de trabajo son el vestuario de la obra de teatro colectiva, es cierto, pero el vestuario no es nada sin la actuación de quien lo porta. La actuación de quienes tratan con el público es más que evidente. Todos lo hemos percibido al rentar películas en un Blockbuster: ya no tratamos con personas, sino con actores. Nosotros, al interectuar con ellos, con su actuación, nos subimos también al escenario para la representación.
Michel Mafessoli va más allá. El sociólogo italiano propone que, si estamos en una época de la superficialidad, en la que la apariencia es lo más importante, esto se debe a nuestro modelo económico. Cada uno de nosotros se ha especializado en alguna disciplina o, por lo menos, un oficio. Debe desarrollar esa función para la cual se ha capacitado, ha estudiado o incluso se ha doctorado, durante toda su vida. Como esta propuesta es antinatural y reductora de la complejidad y el flujo constante de cada individuo, es preciso que se invente una identidad. Que "se disfrace" de su función social. Ante la incapacidad de permanecer en lo profundo en su desempeño laboral durante tantísimo tiempo, el hombre contemporáneo se disfraza en la superficie de aquello que debe permanecer. De aquello que debe actuar incluso fuera de su área laboral; el complemento en su vida personal. El espectáculo llega hasta allá. Tomamos el papel del escenario como el rol que desempeñaremos toda la vida.
Sin embargo, y a pesar de lo aparentemente trágico de lo histriónico de la época, el pensamiento de este maestro de la Sorbona me ha hecho reflexionar acerca de mi diario rechazo a todo lo que observo. Él ve en todo esto una unidad, no una pérdida, un surgimiento aledaño ahí donde se ha bloqueado un antiguo escape. Todo continúa, sólo que se manifiesta de manera distinta. Y aquí me gustaría retomar la cita que él hace de Deleuze: "Si este mundo existe, no es porque es el mejor, sino más bien a la inversa, es el mejor porque es, porque es el que es".
Ah, pero, ¿qué implica perder la tensión con lo que es?
Tal vez la salud. Tal vez la pérdida del yo. Tal vez, incluso, abandonar la escritura.
Perder el temor a abandonar la seguridad que da el estar sentado en la silla del observador de este espectáculo. Pues sin observador, el espectáculo no tiene razón de ser.
El espectador, el crítico, es el combustible del espectáculo.
miércoles, mayo 31
domingo, mayo 14
Hacia la recuperación de las obras maestras de la mente
Si se recopilaran entre los escritores todos los libros que existen “ya terminados” en sus mentes, el mundo de las obras literarias se volvería un espacio infinito.
Y es que, muy a tono con el pensamiento de Pessoa “¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas / –Sí, de verdad altas y nobles y lúcidas– / Quizá realizables / No verán nunca la luz del sol real ni llegarán a oídos de la gente?” los mejores libros no son los que están impresos, sino los que habitan en el pensamiento de sus creadores. Los libros escritos son obras del azar, de una elección fortuita de un Rulfo o un Proust.
La tecnología ha sido injusta con estos escritores mentales (que no porque no escriban como hasta hoy concebimos ese acto, significa que no sean escritores), pues no los ha provisto de un medio adecuado para que transfieran sus obras, utilizando algún método más considerado con sus habilidades de representación que un obsoleto teclado. Es necesario que la tecnología avance lo suficiente para que podamos tener acceso a estas magníficas obras. No creo que el formato para su representación deba ser la escritura, pues estos libros generalmente consisten sólo en una o dos frases que encierran en sí obras de mayor grandeza que cualquier Quijote. El problema es que, para su lectura, es imperioso prescindir de las palabras y retomar el símbolo; donde una imagen mental dice mucho más que doce tomos juntos.
Si esto es logrado por la ciencia, toda la literatura del futuro consistirá tan sólo en la comprensión colosal del universo que contiene una gran idea.
Si se recopilaran entre los escritores todos los libros que existen “ya terminados” en sus mentes, el mundo de las obras literarias se volvería un espacio infinito.
Y es que, muy a tono con el pensamiento de Pessoa “¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas / –Sí, de verdad altas y nobles y lúcidas– / Quizá realizables / No verán nunca la luz del sol real ni llegarán a oídos de la gente?” los mejores libros no son los que están impresos, sino los que habitan en el pensamiento de sus creadores. Los libros escritos son obras del azar, de una elección fortuita de un Rulfo o un Proust.
La tecnología ha sido injusta con estos escritores mentales (que no porque no escriban como hasta hoy concebimos ese acto, significa que no sean escritores), pues no los ha provisto de un medio adecuado para que transfieran sus obras, utilizando algún método más considerado con sus habilidades de representación que un obsoleto teclado. Es necesario que la tecnología avance lo suficiente para que podamos tener acceso a estas magníficas obras. No creo que el formato para su representación deba ser la escritura, pues estos libros generalmente consisten sólo en una o dos frases que encierran en sí obras de mayor grandeza que cualquier Quijote. El problema es que, para su lectura, es imperioso prescindir de las palabras y retomar el símbolo; donde una imagen mental dice mucho más que doce tomos juntos.
Si esto es logrado por la ciencia, toda la literatura del futuro consistirá tan sólo en la comprensión colosal del universo que contiene una gran idea.
domingo, mayo 7
LA CRUDA
Una estrategia de las sociedades de control
La crudas son un método de autocontrol instaladas en nosotros para mantener el orden social. Es por eso que, si ponemos atención, no es un caldo de mariscos o unos chilaquiles lo que cura una cruda. Las crudas se curan pensando.
Al pensar, la cruda va cesando poco a poco. Lo que sucede al pensar es que las conexiones neuronales desestibilizadas durante la embriaguez reestablecen su orden.Así perdemos esa sensación desagradable, pero al mismo tiempo construimos de nuevo en nuestra mente la estructura cuadrada y fija que rige normalemente nuestra vida. Estructura que habíamos creído perder durante la borrachera.
Por evitar esto, recomiendo seguir el consejo de Baudelaire:
Y si alguna vez os despertáis en la escalinata de un palacio, en la verde hierba de un foso, en la mustia soledad de vuestro cuarto, habiendo disminuido o desaparecido la embriaguez, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, gime, rueda, canta y habla, preguntadle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el reloj os responderán:
"¡Es hora de embriagarse! Para no ser esclavos martirizados por el Tiempo, embriagaos, embriagaos constantemente. De vino, de poesía o de virtud, a vuestro antojo"
O bien, si por algún motivo es imposible seguir este consejo, es preciso seguir uno aún más difícil: evitar el pensamiento después de una borrachera. Tal vez soportemos una cruda que durará varios días, pero tarde o temprano cederá. Días después, al finalizar la próxima borrachera, nuestra mente conservará su desorden previo y sumará el nuevo. Mientras continuemos utilizando este método y dejando de pensar, llegaremos al punto más aterrador para la sociedad de control: eliminar por completo el consciente que nos reprime. Liberados de la carga de pensar, deambularemos con el insconsciente abierto en todo momento. Es cierto, el manicomio será una posibilidad. Pero ya nada limitará el éxtasis de vivir tal cual somos a cada instante.
Una estrategia de las sociedades de control
La crudas son un método de autocontrol instaladas en nosotros para mantener el orden social. Es por eso que, si ponemos atención, no es un caldo de mariscos o unos chilaquiles lo que cura una cruda. Las crudas se curan pensando.
Al pensar, la cruda va cesando poco a poco. Lo que sucede al pensar es que las conexiones neuronales desestibilizadas durante la embriaguez reestablecen su orden.Así perdemos esa sensación desagradable, pero al mismo tiempo construimos de nuevo en nuestra mente la estructura cuadrada y fija que rige normalemente nuestra vida. Estructura que habíamos creído perder durante la borrachera.
Por evitar esto, recomiendo seguir el consejo de Baudelaire:
Y si alguna vez os despertáis en la escalinata de un palacio, en la verde hierba de un foso, en la mustia soledad de vuestro cuarto, habiendo disminuido o desaparecido la embriaguez, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, gime, rueda, canta y habla, preguntadle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el reloj os responderán:
"¡Es hora de embriagarse! Para no ser esclavos martirizados por el Tiempo, embriagaos, embriagaos constantemente. De vino, de poesía o de virtud, a vuestro antojo"
O bien, si por algún motivo es imposible seguir este consejo, es preciso seguir uno aún más difícil: evitar el pensamiento después de una borrachera. Tal vez soportemos una cruda que durará varios días, pero tarde o temprano cederá. Días después, al finalizar la próxima borrachera, nuestra mente conservará su desorden previo y sumará el nuevo. Mientras continuemos utilizando este método y dejando de pensar, llegaremos al punto más aterrador para la sociedad de control: eliminar por completo el consciente que nos reprime. Liberados de la carga de pensar, deambularemos con el insconsciente abierto en todo momento. Es cierto, el manicomio será una posibilidad. Pero ya nada limitará el éxtasis de vivir tal cual somos a cada instante.
miércoles, mayo 3
DESDE ABAJO
Entre más se hunde la mano en realidad, ésta se aleja más. Entre más fijamente se observa algo, esto se vuelve más difuso. El deseo de penetrar es impulsado por el deseo de atravesar. Porque quien penetra demasiado, atraviesa; regresando de nuevo al vacío del cual partió.
No existe otra cosa que el vacío. Ésa es la profundidad.
°
Si solamente está el muro, es mejor hablar con el muro. El muro no responde, es cierto, pero tampoco se irá.
°
Hace mucho tiempo que recuerdo, que regenero, que reinvento. Hace mucho tiempo que estoy ciega.
°
Es bien sabido que el arte de saberse fracasado no es visto con buenos ojos, pero ¿quién, mientras espera silenciosamente a que el ocaso de la muerte disuelva sus tendones, no experimenta la risa ajena de aquel que le ha bebido demasiado la vida?
Porque el fracaso no se consigue en soledad, sino que es obtenido a través del vampirismo. Alguien se nutre de quien cae irremediablemente. Una sombra tediosa que impide el ascenso. Una vieja letanía de aquel que, saciado hasta la gula en su existencia, muerde un sabor nauseabundo cada vez que ingiere. El fracasado, por su parte, sin duda, goza la libertad de comer.
°
Si un rayo descendiera para inventar en mí la satisfacción, ese rayo regresaría al firmamento insatisfecho por no haber cumplido su labor.
°
Dices que éste es el único lugar. Digo que único es demasiado.
°
Hilos como luces que desean entablar conversaciones con los hombres. Hombres como arañas mudas, ciegas, enmarañados entre los hilos.
°
Porque cada vez que llegamos, aparece de nuevo la visión irrisoria del camino de regreso.
°
No hay mar que por quién no venga.
Entre más se hunde la mano en realidad, ésta se aleja más. Entre más fijamente se observa algo, esto se vuelve más difuso. El deseo de penetrar es impulsado por el deseo de atravesar. Porque quien penetra demasiado, atraviesa; regresando de nuevo al vacío del cual partió.
No existe otra cosa que el vacío. Ésa es la profundidad.
°
Si solamente está el muro, es mejor hablar con el muro. El muro no responde, es cierto, pero tampoco se irá.
°
Hace mucho tiempo que recuerdo, que regenero, que reinvento. Hace mucho tiempo que estoy ciega.
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Es bien sabido que el arte de saberse fracasado no es visto con buenos ojos, pero ¿quién, mientras espera silenciosamente a que el ocaso de la muerte disuelva sus tendones, no experimenta la risa ajena de aquel que le ha bebido demasiado la vida?
Porque el fracaso no se consigue en soledad, sino que es obtenido a través del vampirismo. Alguien se nutre de quien cae irremediablemente. Una sombra tediosa que impide el ascenso. Una vieja letanía de aquel que, saciado hasta la gula en su existencia, muerde un sabor nauseabundo cada vez que ingiere. El fracasado, por su parte, sin duda, goza la libertad de comer.
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Si un rayo descendiera para inventar en mí la satisfacción, ese rayo regresaría al firmamento insatisfecho por no haber cumplido su labor.
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Dices que éste es el único lugar. Digo que único es demasiado.
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Hilos como luces que desean entablar conversaciones con los hombres. Hombres como arañas mudas, ciegas, enmarañados entre los hilos.
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Porque cada vez que llegamos, aparece de nuevo la visión irrisoria del camino de regreso.
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No hay mar que por quién no venga.
viernes, abril 28
De África al sillón
Los reality shows surgieron cuando la antropología visual ejerció su venganza contra el televidente que la abandonó. Habiendo perdido la mayoría de su público ante una programación más espectacular, los antropólogos utilizaron el mismo formato de los documentales que transmitían en el Discovery channel, donde hostigaban con su cámara a los aborígenes africanos en su vida privada, para enfocar esa cámara ahora contra el objeto de su venganza: el televidente. Ahora el couch potatoe era quien aparecía en su propio televisor. Una nueva antropolgía del observador.
Los reality shows surgieron cuando la antropología visual ejerció su venganza contra el televidente que la abandonó. Habiendo perdido la mayoría de su público ante una programación más espectacular, los antropólogos utilizaron el mismo formato de los documentales que transmitían en el Discovery channel, donde hostigaban con su cámara a los aborígenes africanos en su vida privada, para enfocar esa cámara ahora contra el objeto de su venganza: el televidente. Ahora el couch potatoe era quien aparecía en su propio televisor. Una nueva antropolgía del observador.
martes, abril 11
Es lo que llevo de desconocido lo que me hace ser yo.
Las lagunas son mi punto de partida.
Sé bien que no es el mismo día, pero no soy capaz de hacer otra cosa que saberlo.
Si supiéramos, no hablaríamos.
Estás lleno de secretos que llamas Yo. Tú eres la voz de tu desconocido.
Y, sin embargo, qué tentación es la muerte.
Frases de Paul Valéry en El señor Teste.
Las lagunas son mi punto de partida.
Sé bien que no es el mismo día, pero no soy capaz de hacer otra cosa que saberlo.
Si supiéramos, no hablaríamos.
Estás lleno de secretos que llamas Yo. Tú eres la voz de tu desconocido.
Y, sin embargo, qué tentación es la muerte.
Frases de Paul Valéry en El señor Teste.
lunes, marzo 27
Signos humanos
Poseer una identidad equivale a colocarnos al nivel de signo. Según Sassure el signo lingüístico posee significación, lo que equivale al significado que posee respecto a sí mismo. Identidad. El problema con esta significación se debe a que el signo, originalmente, no la obtiene de sí mismo, sino por su relación con los demás signos. Una vez ubicado su sitio dentro de ese sistema de relaciones, puede reconocer los atributos propios y determinar su significación. Del mismo modo, el individuo humano nace abierto, sin la expectación de ninguna idea fija de lo que es; una vez que desarrolla el uso del lenguaje, va escuchando su definición por parte del sistema : eres enojón, tienes que estudiar medicina, a ti no te gusta pegarle a los niños. Para su edad adulta, ya puede ocupar sin duda un sitio en el diccionario de los signos humanos, con sus “atributos personales”, atribuidos por otros. Ahora, como el signo, también posee su significación.
Poseer una identidad equivale a colocarnos al nivel de signo. Según Sassure el signo lingüístico posee significación, lo que equivale al significado que posee respecto a sí mismo. Identidad. El problema con esta significación se debe a que el signo, originalmente, no la obtiene de sí mismo, sino por su relación con los demás signos. Una vez ubicado su sitio dentro de ese sistema de relaciones, puede reconocer los atributos propios y determinar su significación. Del mismo modo, el individuo humano nace abierto, sin la expectación de ninguna idea fija de lo que es; una vez que desarrolla el uso del lenguaje, va escuchando su definición por parte del sistema : eres enojón, tienes que estudiar medicina, a ti no te gusta pegarle a los niños. Para su edad adulta, ya puede ocupar sin duda un sitio en el diccionario de los signos humanos, con sus “atributos personales”, atribuidos por otros. Ahora, como el signo, también posee su significación.
domingo, marzo 19
Born to be retired
After we were born to be wild, comes the time when we will be born to be retired.
Cita falsa
Y como no deseo que el final me tome por sorpresa, elijo lo último. Estoy crónicamente retirada.
Descansar es un acto revolucionario. Después de que durante millones de años el ser humano ha trabajado incansablemente para ganarse el pan de cada día, generaciones como la mía deben ya, descansar.
¡No al workaholiquismo!
El hombre de hoy necesita descansar. Entonces, ¿qué trabaje la mujer? Esta parece ser la consigna que nos han impuesto. Sintiéndonos liberadas por ello, lo hemos creído. No más. La feminista del siglo XXI es una mujer que descansa. Estudia, piensa, pero NO TRABAJA.
Así que si el hombre contemporáneo necesita descansar, que se olvide de las mujeres. Deberá trascender sus paradigmas y buscar en otra especie (aquí un estudio intenso de la zoología le será útil) una compañera que no se encuentre históricamente cansada. Sugiero algunas especies marinas para su consideración.
viernes, marzo 10
übersexual
Hace tiempo escribí acerca de lo metrosexual. Actualizaré hoy esos conocimientos. Resulta que, después de que largas filas de hombres y semi-hombres esperan su turno en el salón de belleza, los “expertos” (Who the fuck are they? ¿Expertos en qué?) han determinado que la mujer dejó de gustar del hombre depiladito y con uñas relucientes y está ahora en busca de uno más cochinón que la raspe con su barbita y le haga cosquillas con unas uñas mugrosotas. Ese “nuevo” hombre se denomina übersexual. Sí, señores, tomado directo del alemán. Y este espécimen se distingue del macho común en que, a pesar de su barriga fofa y su atuendo mal combinado, gusta de cambiar pañales, lavar trastes y escuchar música romántica con su pareja. Digamos que es un macho querendón. Aquel metrosexual quedó en el pasado para la heterosexualidad masculina, que no canina ni felina, pues lo que para los hombres está out, para las mascotas está in. Así encontramos ahora que los alimentos de canes y micifuces están adicionados con vitaminas y otros menjurjes con la finalidad de “belleza y salud” que garantiza, no perros o gatos con rayitos o pelambre a lo Ricky Martin, pero si unas mascotitas más bonitas y calillitas que compensen ahora lo desgarbado de su mejor amigo, el hombre übersexual.
Hace tiempo escribí acerca de lo metrosexual. Actualizaré hoy esos conocimientos. Resulta que, después de que largas filas de hombres y semi-hombres esperan su turno en el salón de belleza, los “expertos” (Who the fuck are they? ¿Expertos en qué?) han determinado que la mujer dejó de gustar del hombre depiladito y con uñas relucientes y está ahora en busca de uno más cochinón que la raspe con su barbita y le haga cosquillas con unas uñas mugrosotas. Ese “nuevo” hombre se denomina übersexual. Sí, señores, tomado directo del alemán. Y este espécimen se distingue del macho común en que, a pesar de su barriga fofa y su atuendo mal combinado, gusta de cambiar pañales, lavar trastes y escuchar música romántica con su pareja. Digamos que es un macho querendón. Aquel metrosexual quedó en el pasado para la heterosexualidad masculina, que no canina ni felina, pues lo que para los hombres está out, para las mascotas está in. Así encontramos ahora que los alimentos de canes y micifuces están adicionados con vitaminas y otros menjurjes con la finalidad de “belleza y salud” que garantiza, no perros o gatos con rayitos o pelambre a lo Ricky Martin, pero si unas mascotitas más bonitas y calillitas que compensen ahora lo desgarbado de su mejor amigo, el hombre übersexual.