MY OWN PRIVATE THEME PARK
Desde pequeña (o niña o chica) me dan pavor los juegos mecánicos violentos. Al principio no me era problemático, pues nadie en mi familia se subía a ellos. Después mi hermano lo hizo, luego mis primos, mis amigoas. Yo me quedaba abajo, cuidando las chamarras, los botes de aguas, las bolsas. Sentía la presión de tener que subir, pero no lo hacía. Ellos gritaban, levantaban las manos y llegaban agitados a contarme lo horrible de la experiencia y, se volvían a subir. Y de nuevo llegaba la presión de tener que estar allá arriba; ver mis brazos cargados de las pertenencias de quienes se divertían, pero aun así no me subía.
Ayer me enteré por qué.
Ascendí lentamente en el Colossuscon buena vibra, mucho presente y lecturas taoístas; justo cuando estaba en la cima, llegó el miedo a los humanos (esos seres que no son de Tlon) y que parecen ser coherentes y caminan por la banqueta y compran donas y platican de la inflación y tienen hijos. Me dan miedo, no los entiendo. Están en todos lados y hacen ruido. Asustan y apestan. Quieren que sea como ellos. Todos adivinan mi verdadero origen, lo saben. Y como no los quería ver, pero el Tao me decía que son yo, decidí leer a Sábato, cuyos personajes son de acá, de este lado. Entonces mi carrito, que estaba en la cima del Colossus, descendió a toda velocidad, llegando más abajo que abajo. En el descenso grité, levanté las manos y disfruté del pánico y el horror.
La siguiente montaña estaba frente a mí: la sublimación por medio del trabajo. En Tlon no hay rutas pequeñas, todas son amplias y conducen a lugares distintos cada vez que se recorren. Aquí todas son estrechas, rutinas. Para aparentar ser de aquí, intento mantener un trabajo; pero no me gusta trabajar. De hecho no me gusta hacer nada, y tampoco me gusta que no me guste hacer nada. Subí, pues, a la segunda montaña. La cima.
Oh, gran mujer que todo lo puedes ¿por qué no vienes a salvarme de nuevo de mi ignorancia? Apenas ayer era un chiquillo y no sabía del mundo. Hoy, con tu magnífica labor me has sacado de la miseria a un orgasmo de luz. Ven, ven de nuevo y sálvame mil veces. (Clase de Mercadotecnia)
El descenso.
Son monstruos (o mounstros, como me gusta escribirlo) que me persiguen para que los ejecute. Se llaman programas de estudio por igual. Tienen pies cuadrados y lenguas de fuego. Mi estómago me salvó (se intoxicó). Rompo la rutina, pero voy cuesta abajo a toda velocidad. Nubes en forma de suicidio azul. Pastillas mentales que ruegan ser devoradas. Más abajo.
El calor sopla mis huesos hacia la superficie intocable de la orilla. La línea de la locura ha sido cruzada y me lanza de nuevo hacia arriba. Un teclado, palabras, caminar. No hay más abajo. La tarde es amigable. Ella me lo asegura. Comienzo a subir.
Por eso no me subo a los roller coasters.