miércoles, marzo 12


SIEMPRE TE AMARE

 Siempre he tenido una relación de amor-odio con ella. Me recuerdo sentada frente a su rostro iluminado, todos los sábados por las mañanas. Desde los Pitufos (momento que iniciaba con amor) hasta Fat Albert, en donde mi odio había crecido tanto que cada semana me provocaba depresión infantil con lapsos maníacos: ganas de azotarla, reventarla, patearla.

 Me reconcilié con ella en la adolescencia al descubrir los videos. Sin embargo, nunca pude ver la programación completa del canal 45. La adolescencia pasó y mi odió creció (cántese a lo Alberto Cortez), y la eliminé de mi vida. Mi único contacto era para ver películas en la paradiabólica o rentadas y, por supuesto, no más de dos, ya que a la tercera me vuelvo más peligrosa que Bush.

 A pesar de lo anterior, nunca ha faltado su presencia en mi casa. Nunca hasta hace un par de meses. La extraño tanto. Ahora prefiero ir a las taquerías que la tienen, ruego que se tarden en las filas del banco o con el doctor, con tal de no despegar mi vista de ella. Y si me invitan a una fiesta familiar, acudo sin chistar con tal de sentarme y contemplarla. La cosa es que nada más la veo para recordar por qué no me gusta, para insultarla diciéndole lo estúpida que es.

 Estoy pensando seriamente hacerme de una. Al fin y al cabo debo aceptarlo: es la pareja perfecta.