jueves, septiembre 4

SEGUNDA PARTE

En siete días cumpliré diecinueve años; esto es si computo mi vida por medio de una continuidad coherente, pues basándome en mi acta de nacimiento tengo ventinueve, aunque física (in my dreams!) mental y emocionalmente tenga diecinueve.

No cabe duda que somos uno, el universo. Los afghanos nunca planearon derrumbar mis torres, pero lo hicieron: a partir del once de septiembre pude establecer de nuevo la conexión que abandoné a los diecisiete y desde entonces vivo en "My own private theme park" (ver post de los últimos de agosto).

No es raro verme formada tras los alumnos a los que doy clases, o llamar director al director, de la misma manera que lo hice hace quince años: I'm so young.

Vivir la adolescencia a los casi treinta no es recomendable, sobre todo por los demás: esos que esperan que conserves tu identidad como si fuera tu virginidad. Incluso los agentes de inmigración tienen problemas al intentar reconocerme en mi fotografía de hace ocho años. Is it you?

Reconectar, recuperar, abandonar. Eso sucede a cada momento, sin embargo, no lo hice durante casi diez años. Mis diez años de "oscuridad" como los llamó un amigo mío .

Ahora, la palabra identidad se mueve en mis labios como un virus del que no deseo contagiarme ¿Quién desea ser idéntico a si mismo durante toda su vida? Por supuesto que esto facilita las relaciones sociales; nadie tiene que hacer el esfuerzo por conocerte cada vez que te ve, sin embargo, cuando tus estados de ánimo, ideas, proyectos y gustos fluctúan con la naturalidad del clima, es necesario tomarlos en cuenta y vivirlos. Nos quejamos del clima, pero sería terriblemente aburrido tener la misma temperatura durante todo el año para evitar inconvenientes. Del mismo modo, poseer una identidad es el resultado del estancamiento, la muerte durante la vida.

En ocasiones la presión social me obliga a cuestionarme, pero sólo se queda en eso, pues una vez que uno sale de la oscuridad, es imposible regresar aunque cierre los párpados. Es el destino trágico de ver con los ojos cerrados, ver siempre y más allá. Nunca poder ignorarlo. Sin embargo, y a pesar de la euforia extática y el dolor intenso, prefiero fluir como mi querido clima, a sufrir la resequedad que causa el aire acondicionado.

Gracias Osama!