lunes, diciembre 8


HOUSE OF HORRORS


Sí, sí, ya sé, debería saber para que sirve esa canasta, pero no tiene caso: no tengo la menor idea. Sí, ya sé, te veo cómo te mueves con tu cabello teñido de rayos rubios y tus implantes de senos, mientras examinas con cuidado y admiración ese candelero-frutero-telaraña-sabe-jodidos qué. Eres hábil para reconocer esos objetos en esta tienda inmensa de utensilios extraños. Me aterra que sean tantos y que yo no sepa para qué sirven, o dónde ponerlos o cómo distribuirlos en una manera adecuada dentro de un adecuado hogar.

Te veo acumular artefactos para el baño en tu carrito, en el que paseas a tu pequeño clon: peinadita y muy lista en la identificación de objetos misteriosos. ¿Para que sirven todos esas cosas de cerámica que cuestan entre diecisiete y cuarenta dólares? Tal vez deba tomar una curso, pero yo en el baño sólo tengo: jabón, dos toallas, papel y un bote; es más, ni siquiera encuentro en éste un lugar en el cual podría acumular todos esos objetos extraños. Te sigo con la mirada y con el carrito vacío, mientras pienso que será difícil aprender algo de tan experta mujer, así que busco a alguien que, como yo, sea amateur en esto de los objetos misteriosos. La encuentro, es rellenita y desaliñada. La sigo.

Ella observa con preocupación montones de pequeños marcos para fotos. Para mí los marcos para fotos son lo que le regalas a las personas por las que no sientes afecto alguno, pero no se compran para la casa. Ella saca una lista con varias medidas y escoge cuatro marcos de lo más extraño. Luego gira y lanza a su carrito unas cucharas con picos y mangos enormes, como para alimentar una de las bestias con las que sueño ultimamente. No contenta con eso, empuja su carrito con velocidad y sube por el elevador al segundo piso de la tienda, dirigiéndose a lo más amenazador que venden. Tengo miedo de acercarme. ¡Son flores artificiales! Me escondo tras un altero de toallas para secarse los falanges, las falanginas y las falangetas, cada una con distinto estampado y color. La observo con terror mientras llena su carrito de tan monstruosos artefactos.

-¿Qué le pasa a esa señora, mamá? -te pregunta tu hija, mientras se lleva sus adecuadas manitas a la boca para ocultar su sonrisa. Tú me miras algo confundida, pero tu pensamiento no me registra, pues tratas de acordarte si tu amiga Liza pidió las copas verdes de Mikasa que tienen dibujitos azules o las de Lennox que tienen dibujitos azules, pero más pequeños.

Me da vértigo. Sé que tengo que hacer algo por mí pronto o me desmayaré. Entonces decido hacer el último intento y explorar por mi cuenta, sin que tú me mires, tu hija me juzgue o ella me aterre con sus gustos. Camino con mi carrito vacío, al cual integro con rapidez un enorme cojín para aparentar que llevo algo; el cojín no me deja ver nada, así que lo boto inmediatamente. Trato de recordar qué carajos ando buscando en esa tienda. Lo recuerdo: un bote de basura y un sujeta libros para mi estudio. Encuentro botes de basura que tejieron los de la tribu fjeck de Madagascar:$39.99: No gracias, puede tener algún virus raro. Hay unos de vidrio, otros de plástico y algunos más que no estoy segura si son botes de basura, charolas, cubetas o aparatos; decido ir a lo más sencillo y me lanzo a buscar un sujetador de libros. Pero en el camino, cajas extrañas con aparatos increíbles me preguntan para qué sirven. Y luego los juegos de cubiertos de doce piezas distintas, y luego los 101 recipientes para organizar el hogar, y luego mantelitos y cortinas y sabe cuántos utensilios para torturar comida... Abandono el carrito y corro aterrada hacia afuera, a la banqueta, de la cual estoy segura que sirve para sentarse ¿o caminar? mientras tú sales sonriente con tres bolsas en la mano, lista para atacar la tienda de material para manualidades.