SER, LA MEJOR ARMA
La historia transcurre generalmente en el dolor, son los dominadores quienes la cuentan, quienes la protagonizan, quienes la planean. En estos momentos existen mentes que desarrollan proyectos de planeación histórica, cuyo trabajo no es el de profetizar, sino el de encargarse de que sus profecías se cumplan. Si alguien no cree que existe algo superior a nosotros que determina nuestras vidas, sólo investigue un poco acerca de los proyectos de diseño a nivel macro que llevan a cabo los países de primer mundo, principalmente nuestros vecinos.
Los proyectos de manipulación y control no son algo lejano que atañe a las empresas de manufactura; son tan bien dirigidos que llegan hasta los asuntos más personales de nuestras vidas: el recorte del personal en la UABC, la suspensión de talleres, la continua suspensión de clases en las escuelas de enseñanza básica. Los paises industrializados necesitan pobres cada vez más pobres, ignorantes cada vez más ignorantes; necesitan que, según Fukuyama, existan tres tercermundistas para sustentar a un ser del primer mundo. Nunca promoverán nuestra mejora porque significa su ruina.
El antropocentrismo ha llegado a tales extremos, que en paises como Suecia, la mayor parte de la vegetación ha sido diseñada por el hombre. El cuento del Jardín del Edén llevado a su máxima expresión. Pero es el hombre quien, en su fracaso de dominarse a sí mismo, intenta dominar a la naturaleza. Es el hombre que golpea a su esposa o la mujer que golpea a sus hijos porque odia su propia vida. La historia magnificada.
Pero en esta aparente desesperanza histórica, en la que presente, pasado y futuro se encuentran encapsulados, debemos remontarnos al punto en el que la historia no existía, punto en el que se encuentra la razón cíclica del mundo. En contra de las propias leyes, el planeta no durará mucho tiempo: el segundo cósmico de la presencia del hombre nunca llegará a ser minuto; pero existe la promesa del tiempo en el que el tiempo no se contaba, la no historia, la prehistoria. El retorno a esa nada es el sentido de la destrucción. La resistencia no evita, tan sólo provoca mayor dolor. Ni la esperanza ilusa del cambio, ni el nihilismo, ni el hedonismo son respuestas ante esta verdad, sino un profundo aquí y ahora comprometido, que se transforma en el motor más veloz de la aniquilación.