jueves, diciembre 11

STUFF THE TURKEY

"La foto era primorosa. No hay otra palabra que la describa mejor. George W. Bush, el valiente, en Bagdad. Bush, el generoso, ofreciéndole pavo a los poderosos soldados estadunidenses. Bush, el creyente, acompañando a sus tropas en el día de Acción de Gracias.
Todo mundo se sorprendió con la visita relámpago del Generalísimo a esas tierras para subirle la moral a sus vapuleadas tropas, para acompañar a sus héroes en ese día tan importante. La foto presentaba al presidente cargando un enorme plato con un pavo gigante, crujiente pero jugoso, dorado y con guarnición, para que los hombres y mujeres que luchan por la libertad tuvieran un momento especial.
Así, los gringos volvieron a ver ese Bush que les gusta, que es arrojado pero bueno, que está ahí dónde las cosas suceden. Fue un gran golpe publicitario.
Sin embargo, oh sorpresa, cometió un error trágico. El Washington Post descubrió que el pavo que portaba el mandatario era falso. No era un pavo que nadie se pudiera comer. Era de plástico.
Cuando increparon al vocero de la Casa Blanca al respecto, desdeño el tema. “No creo que valga la pena comentar esos asuntos”, dijo contundente. Los reporteros, ya bastante cínicos, le preguntaron si el árbol de Navidad de la oficina Oval era de verdad o de plástico. Dijo “estoy bastante seguro que es real”.
George W. Bush, el mentiroso. Bush, el tarado cargando su pavo falso. Bush, el ingenuo, que cree que todos se la van a tragar.
Los soldados, al final, pasaron el Día de Gracias comiendo el mismo rancho que comen todos los días. Recordemos que las tropas tienen prohibido comer alimentos locales. Temen que los envenenen.
Es incomprensible el tema del pavo falso. ¿Qué necesidad? Si Air Force One tiene cocina, ¿por qué no lo prepararon de camino? ¿Cuál era la bronca de darles un pavo de verdad?
Pero el tema verdaderamente medular aquí es la fascinación de este gobernante con la mentira. Sabemos bien que los políticos mienten todo el tiempo. Mienten, sin embargo, con objetivos claros: para ocultar problemas, para ganar afecto, para construir apoyos.
Bush, por su parte, realmente parece que miente porque quiere. Es tal su desprecio hacia su país y hacia los humanos en general, que supone que no tiene ninguna importancia insultar la inteligencia de la gente.
Pero cuando el gobierno decide decir la verdad, lo hace de tal forma que resulta casi tan ofensivo como la mentira. Un ejemplo realmente delirante son las recientes declaraciones de Fox sobre la reforma fiscal. El presidente de nuestro país nos dijo que “hay que ponerle” y que “no le saquen al parche” de nuevos impuestos.
Más real, imposible. Fox nos dio a entender que con la reforma se va a fornicar a la población, pero ándenle, no le saquen reinitas.
Sabes que tienes problemas cuando el presidente alburea a la nación en un bizarro intento de ganarse su simpatía.
También estamos en broncas cuando otro presidente, en este caso Bush, trata sistemáticamente de engañar al mundo en las cosas más insignificantes. No estamos tratando un estilo personal de gobernar: es una bronca patológica.
Así, entre el Pavogate y el Parchegate ya no sé ni a quién irle. La verdad es tan horrorosa que a veces preferimos que nos mientan; pero las mentiras son tan obscenas, que preferimos la verdad.
Esto da lugar a sociedades que viven en una especie de esquizofrenia permanente. Es un dilema real, y estos dos presidentes lo enfrentan con una falta de astucia que sorprende. "


El Pavogate
( Andrés Pascoe Rippey )
La crónica, 7.12.03