viernes, noviembre 14

ESPERAN QUE SE LLAME COMO YO

Tal vez no lo entiendas tú, porque de ti nadie espera nada; pero a mí, desde antes de que naciera, me esperaban. Esperaban que fuera dulce y tierna cuando se enteraron de que fui mujer. Esperaban todo lo que se espera cuando se mira a la primera hija, a la primera nieta, a la primera que llega de quien todo se espera.

Ojalá no lo hubiera notado,

porque me dí cuenta pronto que esperaban que hablara, y lo hice a los nueve meses, y uní las manos y todos recibieron la imagen de una niña tierna. Esperaron más.

Esperaron que aparte de tierna y dulce y parlanchina, fuera inteligente, y aprendiera a leer y fuera la mejor. Lo noté, y antes de los cinco años las figuras sobre los comercios y al lado de la carretera, se transormaron en letreros que leía hasta que ya no esperaban que continuara.

No sé cómo funciona eso, o cómo se entera la gente de que nació alguien que sabe responder a lo que se espera; pero cuando entré a la escuela, las maestras lo sabían, y esperaron todo de mí, y todo se los dí.

Y me vaciaba.

Todo fue multiplicándose y alinéandose. Hubo ocasiones en que todos esperaron todo al mismo tiempo.

Mis compañeros de la escuela tardaron en enterarse. Eran pequeños y no entendían ese lenguaje de los adultos que yo desde los cinco meses adiviné. Ellos no escucharon cuando les ordenaron que esperaran de mí. Pero sólo fue por un tiempo.

Y ese tiempo fue bendito y los conocí tal cual eran y yo no me encargaba de darles lo que esperaban. Todo era para los adultos. A ellos les daba lo que yo quería y así era perfecto; pero llegó la edad de los muertos, la edad en la que aprenden a escuchar las voces del mundo petrificado de los imbéciles, y los escucharon.

Hubo problemas

porque, a diferencia de los adultos, ellos no se ponían deacuerdo. Unos quería que me vistiera de ese modo, otros de otro. Unos que me les acercara, otros que no. Había quienes querían que estudiara y esperaban verme respondiendo a todas las preguntas del maestro, y quienes esperaban que yo considerara eso como una ridiculez. Tuve que elegir a quien escuchar, pero no pude hacerlo. Elegí no escuchar a nadie, y solamente fingir que escuchaba. Así me fui

y me encerré en mi cuarto por muchos años, pues era tanto lo que se esperaba, lo que se espera de mí, que es insoportable. Y se siguen alineanndo en el tiempo, y uniendo sus voces para exigirme lo que esperan. El terror llegó cuando aprendí a escuchar a los animales y a los objetos.

Desde ese tiempo aprendí a fijar la vista en un punto fijo al subir una escalera sabiendo que todos los escalones esperan que los pise Y luego está el pasamanos que espera a que lo acaricie cuando voy subiendo.

Están todos los botes de basura de todas las esquinas esperando a que les deposite algo, y todas las banquetas que aguardan a que las transite. Y luego los transeúntes que esperan que los mire, que no los mire; los hombres que me gritan por la calles esperando a que volteé, las mujeres que esperan a que les envidie su peinado, su cabello, su ritmo al caminar. Y las plantas de mi casa que esperan a que las riegue, los perros que esperan alimento, comida y que los saque a pasear. El excusado de la sala de maestros que espera a que me siente en él por la mañana.

Está mi familia que espera que la visite, mis abuelos que esperan verme para decir que nunca los visito, mis primas que esperan no esperar nada de mi y las que esperan a que les llame. Varias amigas que esperan a que les llame. Está mi hermano y su esposa que esperan que me interese por el hijo que van a tener, y el ahijado que espera que lo vea antes de que cumpla treinta años.

Está hacienda que espera que le conteste la notifiación de los seis mil pesos, y el estacionómetro que espera a que lo llene de monedas y el policía que espera a que no lo haga y la cajera del banco que espera mi identificación; tal vez espera que la salude.

Las cien mil acciones por las qaue nunca he pedido perdón.

Está el tiempo que espera a que llegue la hora. El viento que espera que salga a su encuentro. Están esperándome las drogas que no he probado, los cuerpo que me desean, las manos que no me han tocado. Están esperándome también las que ya lo han hecho.

Me espera el carro, y su tune-up, y que lo venda y le ponga gasolina. Espera a que lo limpie y le cambie el aceite. Espera a que lo venda. Esperan los conductores de la ciudad a que los deje pasar, a que les niegue el paso, a que alguna vez los choque o les grite estupideces. Espera un espacio para mi cuerpo muerto en Jardines de Santa Gema.

Y mis textos que esperan a que los revise, a que los ordene, a que los publique. Y mis pensamientos a ser realidades y mi ojos que esperan verlo.

Espera ese galón de leche en la tienda de la esquina a que lo compre y la cajera a que le dé el dinero (de preferencia billete chico) y que le dé las gracias.

Espera en las tiendas la ropa que no necesito y que desea que la compre. Esperan las miradas de lo niños de la calle una moneda, y algo más.

Decenas de libros a que los lea. Bolsas de comida a que la ingiera. Muchísimos años a que los viva.

Esperan demasiado de mí, por ejemplo, este teclado.

Y ustedes que esperan un post cada cierto tiempo, y mensajes interesantes en mi tag. Quienes esperan que les guste lo que escribí y quienes buscan burlarse. Quienes esperan encontrar algo más y quienes esperan nunca encontrar nada. Quienes esperan que los mencione, y quienes esperan que nunca lo haga. Quienes esperan nunca esperar nada.

Por eso no hago nada desde los doce años. ¿Quién puede hacer algo cuando se espera tanto? ¿Cuándo incluso la cuchara espera a que la tomes? ¿Cuándo no puedes caminar sin que nadie espere a que te caigas?

No puedo.

Por eso solemente obedezco a mi cama y sólo a ella. Ella siempre espera a que regrese y me tienda y me acurruque sobre ella en posición fetal abrazando la almohada de hace veintitrés años. Ella espera protegerme de las miles de esperas que me esperan cuando me levanto, cuando salgo, cuando camino, cuando hablo.

¿Quién les dijo que tenían que esperar?

Han pasado varios años y no lso he visitado, ni he envidiado la ropa de nadie, ni le he dado de comer al perro, ni cambiado el aceite a mi carro, y tiro la comida de las bolsas cuando se pudre. Nunca he vuelto a ningún lado, ni he correspondido a nada. Y si alguien ha creído que le he dado lo que espera, no era cierto, yo sólo evitaba estar.

Anoche, a las cinco de la tarde se alinearon de nuevo las esperas, y me refugié en el lugar que he encontrado para refugiarme.

Hace unos minutos se alineron las esperas, pero ya pasó su hora, ya el tiempo de cumplirlas se ha ido; a partir de este momento, puedo comenzar a caminar un poco con la prisa que me imponen las voces que de nuevo me gritan que esperan que pase por mi boleto de avión, o a la calle séptima por lo que me espera a que lo compre. Son las dos de la tarde que espera que me vaya.

Alguien espera a que vomite.