lunes, noviembre 10

FREGAMENTACION

Cuando, hace unos quince años, vagábamos por los videobares o las discotecas, lo más normal era ver los videos en la pantalla al tiempo que escuchábamos la música correspondiente a él. Si veíamos a Madonna, ella cantaba, y a Depeche Mode y a Yuri. En ese tiempo sufríamos la adolescencia, pero sobrevivíamos. Sin embargo, un fenómeno interesante provocó la actual ruptura en nuestra personalidad: la incongruencia entre la imagen,el audio y los significados.

Probablemente obedeciendo a la necesidad de mayor consumo, de modo que no estuviésemos "viendo la tele" en ese lugar y nos moviéramos a consumir, se produjo esta ruptura. En un par de años y, sin que lo notáramos, las imágenes proyectadas en estos lugares nada tenían que ver con la canción en turno: ahora lo que observamos nada tiene que ver con lo que oímos. El mensaje se absorbe después de pasar quince horas los fines de semana en esos lugares, y la desconexión interna (y, por supuesto, externa) se da.

A medida que pasa el tiempo se incrementa esta disociación entre imágen, audio y significado. Lo anterior provoca que este hecho se vea con naturalidad en todos los ámbitos: personal, social, político, económico. El ser escencial de algo se pierde en sus diversas manifestaciones y no hay nada que culpar. Se crean imágenes importadas para políticos conservadores, slogans publicitarios para la visita turística de poblaciones marginadas, proyecciones económicas favorables ante situaciones de crisis palpable, personalidades esquizoides. Todas las realidades se fragmentan con la consecuencia de volverlas inasibles y manipulables, todo a través de la industria de la educación masiva que se denomina entretenimiento.

El hecho de que un adolescente estudie con la televisión y el radio encendidos son producto de ello. El plan general es: lograr que la mayor cantidad de personas tengan el mínimo de educación real, pues esto asegura el control y el fin último: el consumo. Los niños con la reciente "enfermedad" de falta de concentración son producto de este bombardeo por parte de los medios; estar en un salón de clases frente a un libro resulta demasiado poco, por eso la inquietud, la hiperactividad, la rebeldía. Los sistemas pedagógicos recomiendan utilizar cada vez más medios electrónicos para la educación, es decir, proponen aliarse con el enemigo, cuando lo que se necesita es un poco de educación en el silencio, y en las actividades simples de creación.

Valdrá la pena constatar hasta que grado somos capaces de rescatarnos a nosotros mismos de esta fregamentación (sólo una E de más), integrando en nuestra persona la coherencia y la capacidad de elegir, una a una, actividades creadoras en nuestra vida.

¿Valdrá la pena?