CITA CON EL SILENCIO
Ayer por la noche platicaba...no. Platicar es ruidoso. Además: reality sucks.Mejor diré que no conocí a un alemán extraño e interesante, sin embargo, me invitó a viajar a través de una fibra óptica y, en dos segundos, estábamos en una aldea de Euskirchen. Al llegar, me reveló (en su idioma) que poseo una cualidad innata que consiste en la posibilidad de leer a través de otros sentidos: tacto, gusto, olfato. Esa noche pude olfatear 422 libros, degustar 47 (éste proceso es mas lento) y sentir otros 217 con la palma de mi mano, mi cuello, mi abdomen. Me condujo a un cuarto enorme en el que 167 doncellas gritaban al unísono un nombre que desconocí, pero que ahora sé que también es el mío. La repetición continua de mi nombre me resultó tan insoportable que huí a los ojos de una avispa; desde alli observé que la nuca de cada una de las doncellas estaba marcada por ocho dígitos alfanuméricos que representaban los días inertes de cada mes (es decir, los días ruidosos). La que ostentaba los dígitos de abril, me encerró en su puño y me entregó al alemán. Me desdoblé 37 veces antes de reincorporarme a mi estado natural. Salimos. El me insinuó que era importante que conociera a un amigo suyo.
Caminamos cuesta abajo por el empedrado: la noche alemana murmuraba. Nos adentramos en la casa roja y, en el tercer peldaño de la segunda escalera, apareció el filósofo: era idéntico a mi acompañante, aunque lo pude distinguir por la oblicuedad de su cabello y la textura de sus ojos. Entramos a La Mesa; una biblioteca enorme en la que rostros no humanos me ofrecieron libros exquisitos en charolas de distinto mineral. Los degusté. Dos pasos antes, un vaso de agua se había adentrado en mi aparato digestivo.
Posteriormente presencié todas las teorías antiguas acerca de la relatividad, ya que, contrario a la creencia común, Albert Einstein no fue quien la formuló. Las leyes de la física se extendieron ante mí como alfombras rojas. Tuve 17 momentos de revelación. Exhausta, asomé por la ventana: era la noche extendida, la noche en la que los aldeanos duermen sobre los techos de sus casas envueltos en franelas rojas y cáscaras de lima. El olor de la lima no coincidió.
El extraño, su idéntico y yo, conversamos durante 24 noches acerca de la misma palabra, sin mencionarla. Ahora solo faltaba conversar el silencio. Tejer una red secreta de silencio mundial en la que encontrarán descanso todos los agobiados por la Era del Ruido. Esta red deberá ser tejida manualmente y, por supuesto, en el más perfecto silencio. Una vez terminada, la humanidad descansará. Todo el mundo será mis labios.